Durante el periodo de la Colonia en la Nueva España, la industria editorial estuvo en manos de un grupo de mujeres ocultas detrás del apellido de sus esposos muertos. Fueron las viudas de los impresores quienes decidieron continuar con el negocio de impresión de libros, revistas y diferentes documentos a pesar de vivir en una sociedad que les reprimía por no tener a un hombre detrás de ellas.
A pesar de los aportes a la impresión en México, la historia oficial ha mantenido relegadas a este grupo de mujeres por vivir en una época en donde su valía dependía del apellido masculino. Por ello, la escritora Mónica Hernández decidió recuperar su vida y obra en una novela que si bien se apoya de la ficción, relata una realidad del México novohispano.
Se trata de su más reciente libro, La cofradía de las viudas (Martínez Roca) donde reúne la historia de impresoras que, además, tuvieron la osadía de crear un grupo de apoyo para continuar con el negocio de sus esposos a finales del siglo XVI e inicios del XVII, siempre bajo la lupa de la Santa Inquisición.
“Un día me encontré con un tuit que hablaba de Paula de Benavides que es una de las impresoras y me llamó la atención y comencé a investigar quién era; encontré un texto académico donde una historiadora pone los nombres de varias impresoras, todas viudas y me pareció muy sorprendente que nadie nos cuente de ellas, entonces me puse a investigar una por una y me preguntaba por qué eso no nos cuentan en los libros, cuando realmente son la base de la industria editorial en el virreinato de la nueva España”, explicó la autora en entrevista.
En la novela aparece Paula de Benavides, viuda de Bernardo de Calderón quien fundó la dinastía de impresores de 1640 a 1768; también Catalina del Valle, viuda del impresor Pedro Balli; Ana de Herrera, viuda del impresor Diego Garrido; María de Espinosa, viuda de Diego López Ávalos; Inés Vázquez Infante, viuda de Juan de Borja, e Isabel de Quiroz, viuda de Juan Ruiz. Todas convertidas en empresarias a cargo de las imprentas heredadas por sus esposos.
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“Lo interesante es que las mujeres del virreinato estuvieron supeditadas al poder del hombre, primero del padre, luego del marido o el apellido del marido muerto, también del hijo, el sobrino pero nunca podían estar solas, una viuda no podía salir sola a la calle y su única salida era a misa, pero todas estas restricciones no impidieron que muchas de ellas formaran un gremio particular y se dedicaran a un negocio que fue el de la imprenta e incluso crearan grandes monopolios editoriales”, añadió la autora.
Además de revelar el poder de las mujeres, la novela da cuenta de cómo el apoyo entre las impresoras fue vital para que la industria avanzara y muestra la falsedad del dicho que dice entre mujeres no existe la amistad: “La mujeres juntas consiguen protegerse y sobrevivir en una época en la que estaban ocultas; manejaron un poder discreto y son mujeres ejemplo de que sin poder salir y expresarse, lograron grandes cosas”, concluyó Mónica Hernández.