Podría afirmarse que San Juan Totolac tiene dos lenguas oficiales: el español y los silbidos, pues en este municipio tlaxcalteca la gran mayoría de sus habitantes emplean esta comunicación al menos desde hace cientos de años, de acuerdo con los pobladores entrevistados por este Diario.
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Si bien en otros pueblos el silbido forma parte de la cotidianidad, en Totolac los sonidos producidos por la boca se han desarrollado de tal manera que hay frases completas que tienen el mismo significado para todos sus habitantes, generando así una especie de lenguaje único de la comunidad.
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Podemos decir quiero agua, tráeme la carretilla, dile que me preste unos zapatos, no puedo ir porque llueve, vente a comer, invítame un refresco; esas son las comunicaciones que se pueden hacer, asegura don Rogelio Guevara Jiménez, de 75 años de edad, quien desde su infancia y hasta la actualidad utiliza esta forma de expresión.
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NOMBRES, PICARDÍAS Y HASTA LLAMADOS DE AUXILIO
Desde el nombre de una persona, bromas, picardías y sonidos que alertan de una emergencia son los principales usos que en este municipio dan a los chiflidos, los cuales requieren de toda una técnica para generarse y pueden ser con los labios, la lengua e incluso se colocan los dedos al interior de la boca para generar un sonido más intenso, así lo explican sus pobladores.
Sirve para comunicarse o para pedir algo, y algunas veces hasta para un auxilio. Cuando era más joven recuerdo que había un silbidito que empezaba suavecito y terminaba fuerte, y era porque a alguien le estaba pasando algo y la gente corría en su ayuda, detalla Reyna Sánchez Juárez.
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El fotoperiodista Gonzalo Pérez Pérez, originario de esta localidad y quien incluso realizó un documental con esta temática llamado “El lenguaje del viento”, comparte con El Sol de Tlaxcala que el silbido formó parte importante de su infancia, pues recuerda que era un elemento presente en la dinámica familiar.
El cronista comunitario de este poblado, Renán Varela Hernández, coincide con Gonzalo Pérez: el silbido es muy importante en la comunicación intrafamiliar y sigue permaneciendo para no utilizar el celular o no gritar, e incluso silban los niños desde los 3 o 4 años.
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EL SILBIDO EN TOTOLAC, PRÁCTICA DE SIGLOS
“Mi papá nació en 1919 y contaba que desde muy chico él ya escuchaba a los mayores que silbaban, es decir que el silbido se ha dado desde hace mucho tiempo atrás”, menciona Reyna Sánchez, por lo que podemos deducir que esta práctica tiene más de un siglo de existencia.
Rogelio Guevara narra que su abuelo y su padre ya se comunicaban de esta manera desde su juventud, y relata que son al menos 160 años en que se ha venido transmitiendo esta clase de silbido aquí en el pueblo de Totolac. Aquí no falta alguna persona que desde los 15 o 16 años su comunicación en silbido esté al cien.
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Esta forma de lenguaje se pudo haber generado desde los teochichimecas, quienes se establecieron en el actual territorio tlaxcalteca alrededor del año 1331 D.C., explica el cronista Renán Varela.
“Podemos suponer que los teochichimecas llegaron aquí a establecerse y se comunicaban desde la parte alta del cerro Texcaltipac hasta todo el valle”.
HERENCIA GENERACIONAL
El silbido se encuentra tan arraigado en la cultura totolaquense que su aprendizaje forma parte natural de los conocimientos que transmiten los mayores a los niños y niñas.
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Desde niño te vas metiendo esa ideología de que tienes que aprender y yo creo que ya es algo hereditario, porque en lugar de que se pierda va naciendo cada día. Ahorita ya tenemos las redes sociales, pero incluso a la hora de mandarnos un mensaje de audio de Whatsapp nos silbamos, asegura Rogelio Guevara Sosa, de 26 años de edad.
Gonzalo Pérez recuerda que en su infancia era muy común ver a otros niños practicando el silbido durante los momentos de juego, “el hecho de que silbaras te ponía en otro nivel de edad, como que era una ilusión de los niños silbar. Yo recuerdo muy bien que por esta temporada íbamos a cosechar duraznos, íbamos la fila de niños en el campo y era normal escuchar uno que iba encontrando la forma de silbar”.
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Mateo, nieto de Reyna Sánchez, tiene siete años y silba desde los cuatro. Aún está perfeccionado su habla, pero los movimientos de la boca para silbar ya los domina; dice su nombre y algunas frases en silbido, sobre todo con sus compañeros de escuela, a quienes -asegura- les dice “vamos a jugar”.
No solo el pan de fiesta y su vistoso carnaval distinguen al municipio de Totolac, el silbido es también forma parte de su identidad y arraigo cultural, tal y como lo afirma Renán Varela.
Donde yo he escuchado el sonido más armónico, casi casi pronunciando las palabras, es aquí en Totolac. Todos los pueblos silban, pero no silban con la intención de comunicar, aquí se ponen a platicar desde el alto hasta el río, a través del silbido.