Doha.- Argentina se plantó en la cancha con la autoridad de sus 36 partidos consecutivos sin derrota. Arabia Saudita, decidió, sin embargo, que no se iba a dejar intimidar y firmó la primera sorpresa de la Copa del Mundo Qatar 2022.
Al equipo de Scaloni le gusta jugar al límite, sorprender a sus rivales. Mandar un pase mágico de la nada y romper líneas, para que sus delanteros, todos letales, escapen y liquiden al rival. A lo Messi, que lo mismo asiste, que anota. Privilegio de pocos.
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El problema es que a veces el hambre de gol corre más rápido que la pelota. Pican antes del toque y el abanderado juzga tardío. Tres goles le anularon a la Albiceleste por cuestión de centímetros. Pero los árbitros están para eso, para controlar el partido. Aunque se tarden.
Así, se diluyó el dominio argentino del primer tiempo. Apenas un 1-0 gracias a un penalti que concedió el VAR y transformó el capitán al minuto 10. Luego se vino la espectacular, pero estéril muestra de futbol sudamericano.
Papu Gómez tomó protagonismo en la primera parte. A veces se viste de Messi y otras de Neymar. Lo mismo pega un pase filtrado con veneno que se tira ante una patada que no recibe aún.
Logra ver a Lautaro camuflado entre líneas verdes, le pasa el balón y el delantero del Inter concreta. Fuera de lugar, marca el cuerpo arbitral. Y lo hace un par de veces más, a Lautaro y Messi. Muchas llegadas, pero no hay gol.
Al descanso hay la sensación de que es cuestión de tiempo. Argentina se nota incómoda en la cancha, pero manda. Arabia, sin embargo, sale a la cancha para el complemento con la confianza del que nada tiene que perder. Y gana.
Apenas al minuto 48, Saleh Alshehri recibe en el área, y sobre la marca de Cristian Romero define cruzado a la portería de Dibu Martínez.
No se sacude Argentina la sorpresa, cuando Salem Aldawsari se revuelve dentro del área entre varios rivales y define angulado, sin oportunidad para el arquero argentino. El balón va del fondo de la red al centro del campo, donde Lautaro Martínez vuelve a sacar en apenas cinco minutos. Hay desconcierto en su mirada.
El resto de la segunda parte es una lección para Argentina. La clase de sus jugadores, su mejor calidad, su empuje, el mayor tiempo de posesión, incluso, no bastan frente a una Arabia Saudita crecida, bien ordenada, que muerde en cada jugada, saca el balón, despeja y se olvida del ataque, porque ya no lo necesita.
Scaloni mueve piezas, pero nada cambia. Sale un argentino desesperado y entra otro argentino desesperado. Así, mientras la afición árabe festeja cada pequeño triunfo de su equipo sobre la cancha. Un robo de balón, una desviada, una barrida salvadora frente a Messi dentro del área. Y celebra, también, las fallas argentinas. Muchas.
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El silbatazo final marca una decepción más para la afición albiceleste. Para una selección argentina que, cansada de perder, venía a este Mundial con la esperanza de ganar. Un fue así en el primer partido. Arabia toma el liderato momentáneo del Grupo C y mete presión al equipo de Scaloni, que saldrá obligado a matar o morir frente a México. Solo que ahora asusta un poco menos.
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