"¿Por qué nadie hace nada para evitar la muerte de doctores y enfermeras que están combatiendo al Covid-19 en las trincheras de hospitales y clínicas?", se preguntó la emprendedora Tamara Chayo durante los meses más severos de la pandemia en 2020.
Fue entonces cuando Tamara, una joven apasionada de la ciencia, decidió darle la vuelta a los usos y costumbres de la industria médica mediante su propia empresa: Medu.
En pocas palabras, Medu es una startup que optimiza los procesos de desechos de equipos de protección biológica en hospitales.
Esto lo hace mediante la fabricación de batas, escafandras y overoles que cuentan con la particularidad de ser reutilizables hasta por 50 veces.
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El impacto de Medu es inmediato. La solución le ahorra el 90 por ciento del volumen de desechables que un hospital promedio genera, mientras que también le representa un ahorro de 80 por ciento en costos.
Cada bata de esta startup le ahorra al mundo 25 kilos de basura, suficientes para llenar un cuarto pequeño.
Medu agrega complejidad a su modelo al incluir en cada prenda un chip que rastrea quién la lleva, por cuánto tiempo y con la capacidad de registrar cuántas lavadas tiene mediante un software también propietario.
Esto –comenta– permite a los hospitales entender el estado de su inventario y así optimizar sus recursos.
"Lo que buscamos es no solamente proponer que la industria médica sea más sustentable, sino que pueda estar protegida.
"Los hospitales tienen grandes cantidades de desechos 24/7 y nunca se ha pensado que se pueden utilizar otro tipo de equipos. Nunca hemos puesto en tela de juicio que podemos tener algo que se puede reutilizar dentro de la industria médica y que puede proteger al mismo tiempo a toda la parte médica".
Aunque se podría pensar que los cubrebocas son los equipos que más basura generan –explica Tamara–, la empresa se centra en sus tres productos por ser estos los de uso más intensivo y volumen dentro de los hospitales, tanto en quirófanos, salas de emergencia y de cuidados intensivo.
Medu no vende cubrebocas, los hace con retazos de tela y regala pues no puede –ni le interesa– competir con la industria tradicional por costo y volumen.
"Un cubrebocas puedes traerlo y ser chafa, pero una bata debe tener toda la reglamentación necesaria para poder entrar a hospitales. Sólo las batas generan el 45 por ciento de la basura de hospitales", explica.
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Como cuenta la propia Tamara, desde los ocho años desarrolló interés por la química. La posibilidad de crear todo lo que compone la vida moderna a partir de cero le intrigaba, interés que fue fomentado por su familia desde pequeña.
Mario García, amigo de la familia y reconocido ingeniero bioquímico de la UNAM, tomó bajo su ala a Tamara y comenzó a darle clases antes de los 12 años.
"Me enseñaba poco a poco lo que era un átomo y cómo funcionaba un laboratorio. Él murió cuando yo tenía 15 años y decidí mantenerme en la investigación".
Según recuerda, durante los primeros meses de pandemia supo de los equipos médicos que estaban falleciendo mientras atendían a los primeros pacientes de Covid-19, sin que alguien hiciera una propuesta clara para evitarlo.
"¿Por qué a nadie le importa, por qué nadie está haciendo algo, por qué no nos estamos protegiendo entre nosotros?.
"Claramente era un problema de desabasto de buen equipo médico y me hice la pregunta, ¿por qué no se puede desinfectar y volver a usar".
Aunque tiene un impacto en la sustentabilidad, todo el modelo de negocio de Medu gira en torno al objetivo de eliminar la contaminación cruzada en hospitales.
De acuerdo con datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, cada año 1.7 millones de pacientes en aquel país contraen infecciones durante sus tratamientos médicos, de los cuales el 6 por ciento termina muriendo por estos males.
Las fibras tradicionales fomentan el crecimiento de bacterias debido a su exposición a la humedad y el calor, por lo que hace sentido su vida útil de un solo uso en hospitales.
En el caso de la tecnología de Medu esto se reduce drásticamente pues los hospitales pueden lavar sus batas, overoles y escafandras junto a las sábanas y fundas que ya están procesando hoy en día.
Esto se logra mediante tecnología textil patentada por la propia Tamara con el respaldo del Instituto Politécnico Nacional y producida enteramente en México.
Según explica, ésta reemplaza las fibras tradicionales utilizadas por membranas que "encapsulan" los residuos biológicos y bacterias, parecidas a las tecnologías utilizadas para prendas deportivas y que evitan los malos olores generados por el sudor de los atletas.
La indumentaria de Medu cuenta con autorización de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) con nivel 4 de protección biológica, lo que implica que protege contra el 99.9% de virus y bacterias, incluido el Covid-19.
"Si tú ves una fibra tradicional en el microscopio se ven como unos cuadritos. Nuestra tecnología, en cambio, se ven esos cuadritos y una membrana detrás de ellos".
Medu ha ganado 15 premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional como Social Enterprise Certification de la ONU, Santander X Global Award y de Yunus & Youth como la startup con mayor impacto social en Latinoamérica en 2021, mientras que Tamara se hizo acreedora a la Thiel Fellowship, beca creada por el multimillonario Peter Thiel, co-fundador de PayPal.
"Realmente nunca lo hice con un afán de ganar dinero ahorita en la pandemia. Me dijeron que era una emprendedora con impacto social y necesitaba mantener ese espíritu siendo redituable, porque una ONG nunca es próspera.
"Si quería hacerlo a largo plazo y cambiar la industria necesitaba ser una idea de negocios que funcionara".
La inteligencia de Tamara no ha pasado desapercibida por el mercado de inversionistas.
Recientemente la startup levantó una ronda de financiamiento por 4 millones de dólares, liderada por MaC Venture Capital.
"Necesitábamos a un inversionista que ya tuviera el conocimiento de cómo funciona la industria de la salud de un producto físico y no un software en Estados Unidos y ellos son las personas que lo tienen.
"Ni había empezado a buscar al primer fondo y ya estaba recibiendo ofertas de inversión. Les generaba mucha impresión ver que algo que no ha cambiado en 50 años podía ser revolucionado de esta forma. Esto va a cambiar al mundo".
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Luego de comenzar operaciones en agosto del 2020 MEDU ya ha logrado impactar a mil 500 doctores en todo México y ahorrado 100 mil toneladas de basura hospitalaria.
Al momento cuenta con presencia en 15 hospitales privados y antes de que cierre el año espera duplicar esta cantidad gracias a la expansión hacia los EU respaldada por sus inversionistas.
El principal reto de MEDU –reconoce Tamara– es generar confianza entre los hospitales sobre la higiene de un equipo reutilizable.
Por eso ha establecido un modelo de prueba en el que entrega un número reducido de equipos a cada hospitales a manera de prueba y que poco a poco van observando ahorros en tiempo, infecciones y desechos.
Una vez que los hospitales han confirmado los beneficios ya cierran contratos largos y grandes con Medu.
"Les hacemos una cotización y les decimos 'no te conviertas al 100% si no quieres, pero puedes comenzar con una prueba' porque muchas veces genera dudas. No quieren agregarle un proceso a sus operaciones, pero todos los hospitales ya tienen lavanderías".
Al momento, la empresa está en pláticas con el sector público para pilotear el producto, sin embargo la empresa –adelanta– se ha detenido por la limitada capacidad productiva que hoy tiene, y que necesita aumentar para entrar a grandes licitaciones.
"No sólo necesitas la capacidad de producción, la capacidad de escalabilidad y la capacidad de subsistir 120 días sin que tengas el pago de lo que ya produjiste. Estamos intentándolo y entrando poco a poco en clínicas públicas con presupuestos internos", adelanta Tamara.
Es precisamente en aumentar la capacidad productiva donde MEDU utilizará principalmente el capital recibido.
Tamara explica que el plan es evangelizar a la industria hospitalaria sobre las posibilidades de la tecnología en sus procesos y cómo ésta puede cambiar completamente su paradigma.
Es de tal tamaño esa misión –confiesa– que liberar la patente no es algo descabellado. Sólo requieren de tiempo para convertirse en referente dentro del mercado para liderarlo y luego liberarlo.
"Queremos gente e instituciones que crezcan con nosotros, o sea, no queremos ser una un muégano que se come. Todo esto se trata de ayudarnos entre todos y reactivar la economía.
"Mientras más y más nos ayudemos, es mucho más sostenible a futuro para todo el país, no solamente para nosotros.
"Tal vez no sepamos para cuándo, pero sí queremos estar en la Bolsa, ser el primer unicornio social de México".
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