Cuando ya todo parece perdido, recuperar la identidad de un muerto puede cambiar la historia familiar, social y hasta de una nación. Saber qué le pasó, poder darle una sepultura digna, cerrar el duelo. Esta es la tarea del Equipo Argentino de
Antropología Forense (EAAF) desde hace más de tres décadas.
”Hemos trabajado en 50 países. En todos los casos hay cinco conceptos que engloban nuestra tarea: verdad, justicia, establecer responsabilidades, reparación a las víctimas y sus comunidades, la memoria y en algunos lugares del mundo, también la reconciliación”, explica el fundador y director del EAAF, Luis Fondebrider.
Desde 1984, su tarea es mirar a la cara a la muerte. El EAAF se formó con el fin de investigar los casos de personas desaparecidas en Argentina durante la última dictadura militar (1976-1983). Los organismos de derechos humanos denunciaban unos 30 mil desaparecidos, y Fondebrider se abocó a su trabajo como antropólogo forense para devolverle el nombre y la historia a las víctimas del sangriento régimen.
”A veces nuestro trabajo, no porque nosotros queramos sino porque son resultados de estudios científicos, contradice la versión oficial como pasaba en Argentina que decían que la gente desaparecida había muerto en enfrentamientos y lo que encontramos muchas veces es que fueron ejecutados”, recuerda.
SOLO CONOCIDO POR DIOS
La profesionalidad y la independencia de su trabajo llevó al equipo a misiones por todo el planeta. Uno de los últimos fue reconocer a los soldados argentinos sepultados como NN (No Nombre) en las islas Malvinas luego del conflicto armado con Gran Bretaña de 1982.
”Soldado argentino sólo conocido por Dios”, rezaban las placas de 121 tumbas en el cementerio de Darwin, barrido cada día por el viento y el frío del archipiélago del Atlántico Sur administrado por Londres. Convocado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) junto a expertos de otros países, el EAAF participó en la exhumación de los 122 cuerpos hallados para recuperar su nombre, tras un trabajoso acuerdo político entre Argentina y Gran Bretaña.
En el frío invierno de 2017 fueron identificados 90, entre ellos el de José Antonio Reyes Lobos, quien murió a los 19 cuando fue enviado por la dictadura que gobernaba entonces Argentina a combatir por la soberanía de las Malvinas. “Encontrarlo es un poco cerrar ese duelo que venimos postergando hace casi 36 años. Él se fue con un nombre y apellido y su identidad se la debían, nos la debían”, relata su hermana, María de la Caridad Reyes Lobos.
La noticia tan esperada, la identificación del ser querido, genera todo tipo de reacciones. Fondebrider asegura que es “una mezcla de dolor, de paz, de ansiedad, de certidumbre”.
”Es difícil decir la palabra alegría, porque lo que nosotros encontramos son personas que están muertas pero lo que expresan los familiares en muchos lugares del mundo donde trabajamos, en todo tipo de casos, te da la posibilidad de empezar a cerrar un ciclo de angustia, de dolor y de incertidumbre y traer un poco de paz”, afirma.
El objetivo de su trabajo tiene una arista legal y otra más relacionada con cuestiones culturales, religiosas y psicológicas. El antropólogo asegura que “significa recuperar un cuerpo, volver a darle identidad, que tenga una sepultura donde se lo pueda visitar, que sea enterrado con dignidad, especialmente en los casos donde la muerte fue consecuencia de un proceso violento por cuestiones políticas, religiosas, culturales, de migrantes”.
”Desde que somos seres humanos hace miles de años, los ritos de pasaje, que son el nacimiento, la pubertad, el casamiento y la muerte, son parte de nuestras sociedades, nuestras culturas y es fundamental para todos poder cumplirlos”, subraya el especialista formado como antropólogo forense en la Universidad de Buenos Aires.
EN MÉXICO Y EL MUNDO
El Equipo Argentino de Antropología Forense está integrado por médicos, antropólogos, arqueólogos, biólogos, genetistas,
especialistas en informática, físicos y geógrafos. Es un organismo sin fines de lucro y se financia con aportes de fundaciones norteamericanas, europeas, algunos gobiernos europeos y desde el año 2004 también por el Estado argentino.
La aparición de los estudios genéticos aplicados a la ciencia forense, a fines de los años 80 y principios de los 90, fue clave en la evolución de su tarea. “No es magia infalible, pero sí es una herramienta muy importante”, subraya Fondebrider.
“Identificar es comparar”, asegura.
Además de las muestras de ADN de sangre o saliva de los familiares, también se colectan datos “ante mortem”, archivos con documentos médicos, fichas odontológicas. Luego, dependerá del estado del cuerpo.
”Cuanto más fresco está el cuerpo, más elementos tenemos porque tenemos huellas dactilares, marcas en la piel, tatuajes. A medida que el cuerpo se va descomponiendo y llega a estado de esqueleto se hace más complejo el proceso de identificación. No hay una fórmula única, puede durar desde semanas a años”, explica.
El EAAF recibe llamados de todo el mundo y todas las misiones tienen sus características especiales. “Pero quizás las más fuertes para mí son las que nos han tocado en que había muchos niños que hubo que recuperar, como la masacre de El Mozote en El Salvador en 1981”, recuerda estremecido el especialista. Fue la masacre más grande de América Latina, donde casi mil personas, entre ellas muchos niños y mujeres, fueron asesinadas por el Ejército gubernamental.
El equipo trabaja también en México desde 2003, primero con los feminicidios de Ciudad Juárez, luego con temas de narcotráfico y migrantes. “Las cosas siguen pasando en México. No estamos trabajando sobre un pasado de hace 20 o 30 años sino sucesos que han pasado recientemente que tienen impacto”.
”No tenemos conflictos políticos por nuestro trabajo pero sin dudas hay gobiernos y gente a los que no les gusta, porque nuestro trabajo lo que hace es brindar evidencia científica sobre versiones oficiales que a veces no son ciertas, como el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa que luego de más de 15 meses de trabajo pudimos decir que la hipótesis oficial de que los habían quemado ahí no era cierta”, advierte.
El EAAF trabaja actualmente en unos 14 proyectos fuera de Argentina, ya sea investigando o brindando formación a especialistas en República Centroafricana, Sudáfrica, Paraguay, Chipre, Tailandia. Gesta además un plan especial en México, Centroamérica y Estados Unidos para la creación de un mecanismo multinacional que permita cruzar datos de familias migrantes con los cuerpos sin vida que aparecen.
Fondebrider asegura que nunca imaginó que su equipo tendría tal proyección mundial.