Cuando los árboles ‘crataegus mexicana’, conocido comúnmente como árbol de tejocote, comienzan a pintarse de amarillo, inmediatamente lo relacionamos con la llegada de la época navideña.
A esta fruta originaria de México también podemos localizarla en algunas localidades de Guatemala y en los andes americanos. La palabra “tejocote” deriva del vocablo náhuatl “texocotl”, que significa “fruto ácido y duro”.
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Durante noviembre, diciembre y en algunos lugares hasta enero, es común encontrar árboles tupidos de frutos amarillos a las orillas de las carreteras y caminos de terracería de diversas comunidades de la entidad, gracias a que el clima templado de Tlaxcala es ideal para su producción y además no requieren de mucha humedad.
También los encontramos en las zonas templadas del eje neovolcánico, Sierra Madre Oriental, Sierra Madre del Sur y los altos de Chiapas, según información proporcionada por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, siendo Puebla el mayor productor.
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Al ser un fruto de temporada, tiene mucha presencia en las fiestas decembrinas como son las posadas, ya que son los infaltables en los aguinaldos, piñatas y en el calientito ponche. También lo podemos encontrar en conservas, mermeladas y licores.
¿Por qué consumir tejocotes?
Este fruto de forma peculiar por ser pequeño, redondo, de color naranja y estar lleno de pecas, tiene un alto valor nutricional, pues contiene calcio, hierro, complejo B, vitaminas A y C. La tradición oral dice que el tejocote sirve para preparar remedios caseros y tratar enfermedades respiratorias como tos y resfriados, enfermedades digestivas y para mejorar el funcionamiento del sistema inmunológico.
Creencias
Los tlaxcaltecas, al igual que otros pueblos prehispánicos, han utilizado el tejocote para diversos remedios y curar diferentes males respiratorios y digestivos.
Incluso, lo consumían para bajar de peso, como un tratamiento diurético, antiespasmódico, para mejorar la circulación coronaria y moderar las contracciones en caso de taquicardia.
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