El Día de Muertos es una tradición mexicana llena de simbolismo, en la cual los altares honran a los seres queridos que ya no están. Aunque la celebración es profundamente espiritual, también esconde una conexión intrínseca con la ciencia. Los colores, aromas y sabores de la ofrenda tradicional pueden ser vistos desde lo objetivo y, para muestra, los siguientes ejemplos.
CEMPASÚCHIL, CON UNA QUÍMICA FASCINANTE
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El cempasúchil, también conocido como flor de muerto, es uno de los elementos más distintivos de la ofrenda. Su llamativo color naranja y su aroma inconfundible no son casualidad. El característico olor de esta flor se debe a compuestos como el geraniol y el limoneno, dos sustancias químicas que sirven para atraer a polinizadores como las abejas y, al mismo tiempo, para repeler a ciertos depredadores.
Estos compuestos aportan el toque especial a la ofrenda, aunque también tienen propiedades que ayudan a preservar los elementos de la misma al actuar como una barrera natural contra ciertos insectos.
COPAL Y EL AROMA DE LO SAGRADO
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El copal, una resina utilizada desde tiempos prehispánicos, también forma parte de la ofrenda. Proviene de árboles de la familia Burseraceae y se caracteriza por su intenso aroma al ser quemado. Esta fragancia es liberada gracias a los aceites esenciales que contiene la resina, los cuales se evaporan cuando el copal se calienta.
La quema de copal tiene una raíz espiritual desde tiempos prehispánicos, pues las personas de aquel entonces creían que el humo ayuda a limpiar de malas energías. Lo anterior, traducido en lenguaje científico, purifica el ambiente de microorganismos y, según estudios, podría tener propiedades relajantes que favorecen un ambiente de introspección y paz.
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LA FÍSICA DE LAS VELAS
Las velas representan la luz que guía a las almas en su camino de regreso al mundo de los vivos. Sin embargo, detrás de la calma de su llama hay un fenómeno físico interesante. Cuando una vela está encendida, el calor generado hace que el aire alrededor se caliente y suba, mientras el aire frío desciende. Esto puede hacer que la llama parezca moverse, un efecto que a menudo asociamos con la presencia de los seres queridos en la ofrenda. En realidad, este efecto es una demostración de los principios de convección, uno de los fenómenos básicos de la física del calor.
LA ETERNIDAD DE LAS CALAVERITAS DE AZÚCAR
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Las calaveritas de azúcar son un ícono del Día de Muertos, pero su duración no es un simple accidente. El azúcar en alta concentración actúa como un conservante natural, pues reduce la disponibilidad de agua en el dulce, de forma que crea un ambiente en el que es difícil que bacterias y hongos sobrevivan.
Este proceso, llamado “efecto osmótico”, ha sido utilizado durante siglos para preservar alimentos. En el caso de las calaveritas, es la razón por la que pueden permanecer intactas durante toda la celebración sin descomponerse.
ARTE DE BIOLOGÍA EN EL PAPEL PICADO
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El papel picado, que decora y da color a los altares, está elaborado con celulosa proveniente de plantas como el pino y el eucalipto. Estas fibras le otorgan flexibilidad y durabilidad al papel, del mismo modo que le permite que sea cortado en figuras complejas sin romperse. Además, su ligereza permite que se mueva fácilmente con el viento, lo cual simboliza la presencia de los seres que regresan.
Aunque su apariencia es frágil, la estructura molecular de la celulosa le da la resistencia suficiente para soportar la manipulación y la exposición al ambiente.
EL PODER DE LA MEMORIA ALIMENTARIA
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La comida es uno de los elementos más importantes en las ofrendas al ser colocados los platillos favoritos de los difuntos. La relación entre la comida y la memoria está científicamente ligada al hipotálamo, una región del cerebro que asocia ciertos sabores y aromas con recuerdos específicos.
Este fenómeno nos permite revivir momentos especiales con solo percibir un olor o probar un platillo. Al colocar la comida en la ofrenda se invita a los vivos a recordar momentos compartidos y a sentir una conexión emocional.