“Dichosa moneda que proporciona al hombre una bebida agradable y provechosa y a sus poseedores preserva de la peste infernal de la avaricia porque no pueden enterrarla ni guardarla por mucho tiempo”, dice Pedro Mártir de Anglería, en Décadas del Nuevo Mundo, siglo XVI.
Actualmente, se cree que el cacao llegó a México gracias a la migración de personas y a los intercambios de productos entre las diferentes sociedades que habitaban en América del Sur y Mesoamérica.
Los primeros vestigios de esta semilla en nuestro país datan del año 1900 y 1800 a.C, estos fueron encontrados en Chiapas y Veracruz, respectivamente; debido a que el cultivo de cacao se da en la sombra y el fruto es similar a un corazón.
Los nativos lo asociaron con la oscuridad, el inframundo y la sangre; por ello se le dio un importante uso en rituales; asimismo, su consumo se volvió exclusivo de las clases altas, los comerciantes y los guerreros.
Fue tanta la importancia que tenía el cacao para las culturas prehispánicas que sus granos secos y tostados eran ocupados como monedas; esta práctica persistió hasta el siglo XVIII.
Con la llegada de los españoles a América, el cacao y su principal derivado, el chocolate, se extendieron poco a poco por todo el mundo. Aunque al inicio su consumo no era muy popular entre los españoles que habitaban en la Nueva España y en el resto del mundo, poco a poco fue conquistando paladares y su consumo, nuevamente se convirtió, en primordial para clases altas como la nobleza y el clero.
Hoy en día, el cacao tiene una gran importancia a nivel mundial porque es materia prima en diversas industrias como la alimentaria, farmacéutica y cosmética, por supuesto para la elaboración de chocolates, cremas humectantes y tratamientos capilares, por mencionar algunos.
- *Con información de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural.
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