La imagen de la Virgen de la Caridad llegó a Huamantla en el siglo XVII. Desde entonces, la patrona de los huamantlecos comenzó a manifestarse de diferentes maneras. A continuación, hacemos un recuento de cuatro conocidos milagros que no se explican más allá de la fe.
La aparición a Porfirio Díaz
En 1877, el general Porfirio Díaz hizo tres regalos a la Virgen de la Caridad: una corona, una aureola y una palma de oro. La ofrenda sirvió para agradecer el milagro de colocarlo en la tan anhelada silla presidencial.
La historia comenzó el 16 de noviembre de 1876, un día antes de la batalla de Tecoac, cuando Porfirio Díaz y sus colaboradores más cercanos visitaron el santuario de la Virgen, el cual estaba localizado muy cerca de su cuartel. En ese momento, Díaz le pidió a la patrona el milagro de ganar la batalla contra Sebastián Lerdo de Tejada, quien contaba con tropas más grandes y de mejor armamento.
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A la mañana siguiente, el enfrentamiento dio inicio y las esperanzas de los porfiristas se iban cada vez más abajo. Sin embargo, la fe del general no apaciguaba y horas más tarde una nube de polvo cubrió el campo, se trataba de una aparición de la Virgen de la Caridad, quien cara a cara le aseguró la victoria a Porfirio Díaz.
Una vez disipada la polvareda, llegaron refuerzos del general, los cuales inesperadamente lo hicieron vencedor. Desde entonces, la Virgen fue llamada “La Generala” por el ejército porfirista.
El milagro a la maestra Carito para la confección de su vestido
En 1878, la española María de Jesús Farfán incursionó en Huamantla la tradición de vestir a la Virgen de la Caridad. Y en 1963, su bisnieta, Carolina Hernández Castillo, retomó la costumbre por el cumplimiento de un milagro.
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La maestra Carito, como le llamaban de cariño, se cayó de un caballo siendo joven y, debido a que se rompieron varias de sus vértebras, los médicos no le daban esperanzas de volver a caminar.
Con toda su devoción, la maestra le pidió a la Virgen de la Caridad día tras día el milagro de volver a ponerse en pie y, a manera de ofrenda, le bordó un vestido cada año.
Al momento de realizar su última radiografía, los médicos se sorprendieron al observar que las vértebras rotas estaban rellenas de cartílago y ya no era necesaria la cirugía.
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Gracias al favor, la maestra Carito siguió caminando hasta los 93 años, edad en la que falleció. Sin embargo, su fe se mantiene viva en las manos de las bordadoras que hasta hoy mantienen esta importante labor.
La reconstrucción de su imagen
Antes de ocupar su actual recinto, la imagen de la Virgen de la Caridad fue colocada provisionalmente en la parroquia de San Luis. En ese entonces, la efigie sufrió uno de los accidentes más graves de los que se tiene registro.
Justo antes de salir la procesión, la Virgen se resbaló de las manos del párroco y al caer al piso, se fracturó el brazo. Ese mismo año, la donante del vestido era la esposa de un reconocido médico del pueblo, por lo que rápidamente llegó con vendas para unir a la imagen. Así fue. Entre ‘perdones’ y oraciones, la donante escondió las vendas en el vestido y, como cada año, la patrona salió a recorrer las calles de Huamantla.
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Una vez terminada la festividad, las vendas fueron retiradas de la imagen para proceder a su restauración y, al quitar la última vuelta a la venda, los testigos se quedaron boquiabiertos al ver la imagen unida en una sola pieza.
Hoy, la venda es considerada una reliquia y, en contadas ocasiones, se ha cortado un pedacito de ella para sanar a los enfermos.
El misterio del padre Víctor
En junio de 2016, el padre Víctor N. llegó como párroco a Huamantla. Él creía que la procesión de agosto era ostentosa e innecesaria, por lo cual buscó abolir la tradición del vestido y las alfombras, decisión que no conformó a todo el pueblo.
Además, llegó con la idea de hacer un libro donde la Virgen apareciera sin ropa, lo cual era impensable para una feligresía convencida de que la imagen solo podía ser vista desnuda por mujeres al momento de cambiarla de ajuar.
Cuentan los testigos que estas decisiones pronto se vinieron abajo por intercesión de la Virgen.
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En primer lugar, la sesión de fotos fue imposible de realizar: por más que lo intentaron, la cámara no disparó ni una sola foto ante la imagen desnuda de la Virgen.
Por otro lado, la huamantlada de ese año estuvo llena de infortunios: los toros no llegaron a tiempo, las vallas no se colocaron correctamente y seis toros se salieron del circuito; en consecuencia, uno de los astados llegó hasta la parroquia donde se encontraba el padre Víctor, al cual le dio una leve embestida.
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El 1 de septiembre de ese mismo año, cuentan los vecinos huamantlecos, el religioso abandonó la parroquia sin avisar y nunca más se supo de él.
Es así que, hasta la fecha, la Virgen de la Caridad sigue gozando de su fiesta, de las alfombras y nuevos vestidos cada año. De la misma forma que los creyentes la visitan, le rezan y agradecen cada uno de los milagros realizados.