La fe católica en Tlaxcala se manifiesta de diversas formas. Una de las tradiciones más arraigadas para honrar a Cristo Rey en nuestro estado es el ascenso anual al Cuatlapanga durante el mes de julio, ya que en la cima de este cerro volcánico se encuentra un monumento de 90 años de antigüedad.
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Ubicado en San Antonio Cuaxomulco, el Cuatlapanga tiene 276 metros y, durante la procesión de julio, los feligreses recorren 14 capillas repartidas en el camino a la punta. El cada una de ellas se realizan pequeñas oraciones y a la llegada al monumento de Cristo Rey, se desarrolla la eucaristía.
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El trayecto inicia muy temprano para que la salida del Sol pueda observarse desde la cima, donde más adelante, se ofrece una convivencia y almuerzo a los asistentes, tradición que este lunes cumple nueve décadas.
LA HISTORIA
El monumento religioso en honor a Cristo Rey fue mandado a colocar el 17 de julio de 1933 por el entonces párroco de Apizaco, monseñor Marcial Águila González.
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La tarde-noche de aquel día llegaron al templo de San Antonio Cuaxomulco muchos fieles católicos y se hizo una vigilia eucarística con banderas de adoración nocturna, de acuerdo con el anticuario Enrique Arellano. También, se expuso al Santísimo y el padre Marcial predicó en punto de las 04:00 horas del 18 de julio de 1933, momento en el que se inició la primera procesión con los “vivas” a Cristo Rey.
Según las crónicas, todo el camino fue adornado y al paso de la procesión se arrojaban flores silvestres mientras Águila González decía La gloria de Dios se manifiesta cuando consagró el pan y el vino y a la hora de la elevación, los primeros rayos de sol adoran a Dios. Tlaxcala es de Cristo Rey y de María. El cansancio acaba subiendo.
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El sacerdote consagró a Cristo Rey a todo el valle de Tlaxcala y puso como su protectora a la Virgen de la Misericordia, por eso la patrona de la ciudad rielera se encuentra en una de las primeras estaciones en una imagen confeccionada con la técnica de talavera.
Durante muchos años el padre Marcialito, como se le llamaba de cariño, subió con sus seguidores de todas partes de Tlaxcala al cerro Cuatlapanga. Sin embargo, llegó el momento en que el cuerpo no le permitió continuar la tradición, por lo que encomendó al pueblo a no perder la fe en Dios y noventa años más tarde el ascenso se mantiene con la misma devoción
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