El encuentro de culturas en la historia mundial da mucho de qué hablar. Aunque, sin duda, las dinámicas sociales, estudiadas desde las humanidades, tienen un peso mucho mayor en comparación con lo que se puede examinar fascinantemente desde lo biológico.
En primer lugar, hay que decir que los países donde se dieron procesos masivos de mestizaje, como el nuestro, gozan de una diversidad genética más importante.
El Instituto Nacional de Medicina Genómica de México subraya que algunos mexicanos son genéticamente tan diferentes entre sí como un europeo y un asiático. Esto quiere decir que la información hereditaria contenida en la sangre de cada mexicano es muy distinta. Así que vamos a recuperar el beneficio del que nadie habla:
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Mejor dominio del ambiente
La diversidad genética de las especies es determinante en su capacidad de adaptación, pues a mayor diversidad, las especies tienen mayores probabilidades de sobrevivir a cambios en el ambiente.
Supongamos que tenemos dos comunidades: una de europeos y una de indígenas. La primera comunidad tiene una debilidad frente a un determinado virus mortal y la segunda es inmune a él. Si todos en el ejemplo se llegan a contagiar, los europeos morirían rápidamente, mientras que los indígenas se seguirían reproduciendo y siendo inmunes. En cambio, si se lograra emparejar a un indígena con un europeo para que tengan descendencia, algunos de esos nuevos integrantes serían más resistentes que otros (por su variedad de información genética). O sea que se podrían seguir replicando las fortalezas y debilidades de cada comunidad, aún ante la llegada de un agente mortal, por muchas generaciones.
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Así como sucede con las enfermedades, ocurre con la fuerza física, el coeficiente intelectual, la resistencia alimentaria y climática.
Debido a lo anterior, una de las razones más importantes para atesorar la diversidad genética es el sustento del potencial evolutivo de las especies, ya que esas variaciones representan el reservorio de las posibles respuestas al medio (físico y biológico), facilitando con ello su adaptación a los cambios del mismo.
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La importancia del conocimiento genético
Hacia finales del virreinato, la composición de la población de la Nueva España, que contaba con cerca de 6 millones de habitantes, era aún mayoritariamente indígena y solo alrededor del 40 por ciento era de criollos y mestizos. Posteriormente, los movimientos de población durante las guerras de Independencia y de Reforma, el desarrollo industrial del Porfiriato, el incremento de la migración rural-urbana y la formación de metrópolis cosmopolitas, fueron elementos que marcaron y condicionaron profundamente las mezclas y dieron como resultado los variados rostros de los pobladores del país, explica el antropólogo Carlos Serrano Sánchez, dando pauta a la idea de que es necesaria la conservación con representatividad real.
Desde el Instituto Nacional de Medicina Genómica de México se realizó un estudio donde se analizaron los genes de más de mil personas pertenecientes a veinte grupos indígenas y once mestizos que residían en la mayor parte del territorio mexicano, así como en el suroeste de Estados Unidos. Los resultados arrojaron una idea que la ciencia no tenía contemplada y se trata de las causas medioambientales y diferencias socioeconómicas que se superponen a los genes.
De esta forma se indicó que en el terreno de la medicina no se pueden diagnosticar de la misma forma a todas las personas. Cada una de esas variantes requiere un estudio único y eso hace que la ciencia cada vez se especialice más y, en consecuencia, el conocimiento crezca, algo que siempre será benéfico.
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