Mientras más consciente se está del impacto ambiental de las decisiones alimentarias, la dieta humana está evolucionando hacia opciones más sostenibles. Dos tendencias que emergen con fuerza son el consumo de insectos y la dieta vegana.
Ambas alternativas buscan reducir la huella ecológica, promover la eficiencia en la producción de alimentos y responder a los desafíos globales como el cambio climático y la creciente demanda alimentaria que forman parte de la agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
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PROTEÍNAS SOSTENIBLES
El consumo de insectos, conocido como entomofagia, se ha practicado en diversas culturas durante siglos. No obstante, la idea ha ganado terreno en Occidente desde hace pocos años como una opción viable para el futuro.
Los insectos como hormigas, gusanos y chapulines se destacan por su alto contenido de proteínas, vitaminas y minerales, sin mencionar que su producción es más eficiente comparada con la de la carne tradicional.
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De acuerdo con la ONU, criar insectos requiere menos agua, alimento y espacio que se traducen en el dióxido de carbono que generan las industrias cárnicas. Para ponerlo en cifras, consideremos lo siguiente: mientras que producir un kilogramo de carne de res requiere alrededor de 15 mil litros de agua, la misma cantidad de proteína a partir de chapulines necesita apenas unos 4 litros.
Por otro lado, los insectos pueden alimentarse de desperdicios orgánicos, lo que contribuye a la reducción de residuos. Finalmente, la cría de insectos depende menos de la tierra que la actividad ganadera convencional y al consumir los animales completos no se genera ningún deshecho como sucede con su contraposición.
LA DIETA VEGANA: REDUCIR LA HUELLA DE CARBONO
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Por su parte, la dieta vegana ha demostrado ser una opción con gran impacto ecológico positivo. Al eliminar todos los productos de origen animal, esta dieta reduce significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero, el consumo de agua y la deforestación asociada con la ganadería.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la producción ganadera es responsable del 14.5 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, cifra que podría disminuir drásticamente si más personas adoptaran una alimentación basada en plantas.
El veganismo no se estanca en la promoción del bienestar animal, también fomenta la agricultura regenerativa y el uso más eficiente de los recursos. Además, la tecnología está avanzando rápidamente.
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Productos como la carne vegetal y los lácteos alternativos ofrecen sabores y texturas cada vez más cercanos a los de sus corresponsales animales, lo que facilita la transición hacia una dieta más sostenible.
¿COCINA DEL FUTURO?
Ambas alternativas alimentarias presentan desafíos. La producción de insectos aún enfrenta regulaciones estrictas en algunas regiones y prejuicios culturales. Por su parte, la dieta vegana requiere una gestión cuidadosa para garantizar una nutrición equilibrada y algunos cultivos esenciales como el aguacate y la soya, también pueden generar un impacto ecológico significativo si no se producen de manera sostenible.
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DATO CURIOSO
Los insectos más consumidos por humanos son: escarabajos 31 %, orugas 18 %, abejas, avispas y hormigas 14 %, saltamontes, langostas y grillos 13 %, cigarras, fulgoromorfos, saltahojas, cochinillas y chinches 10 %, termitas 3 %, libélulas 3 %, moscas 2 % y otros 5 %.