La palabra “cementerio” proviene del griego Koimeterion y significa “lugar para dormir”. En la antigua Grecia, las personas acostumbraban enterrar a sus muertos en sus casas, tradición heredada a gran parte del mundo; pero cuando los mandatos religiosos alcanzaron a las costumbres funerarias, los fallecidos comenzaron a ser llevados a los atrios de las iglesias.
Uno de los argumentos que más peso tuvieron a la hora de permitir los enterramientos en el interior de las iglesias, fue utilizar la visión de las sepulturas como parte de la educación moral de los fieles. Que reflexionaran sobre su mortalidad y, en consecuencia, conducirían sus acciones, en pos de su salvación eterna.
Es por ello, que en muchos lugares de la geografía cristiana se han conservado cementerios en la misma entrada a las iglesias, o al menos en una zona inmediata, de acuerdo con la historiadora María José Collado Ruiz.
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Primer cementerio de México
El Panteón Civil de Tepeyac fue fundado en el siglo XVII por los Caballeros de Orden de Guadalupe ubicada en la colonia de la Villa en la Ciudad de México, informa el gobierno capitalino.
Aunque 1660 es la fecha de las lápidas más antiguas del lugar, la leyenda más antigua dice que el primer entierro del cementerio fue de Juan Diego, quien murió en 1548, unos 18 años después de las famosas apariciones de 1531.
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Desde tiempos prehispánicos, en lo alto del cerro Tepeyac, los aztecas adoraban a Tonanzin, diosa del nacer y del fallecer. Esta diosa tenía su templo de adoración en el lugar que hoy ocupa la Basílica de Guadalupe. Por esa razón el cementerio cuenta con elementos prehispánicos al tiempo que refleja estilos arquitectónicos cercanos a la época colonial y posteriores.
En este primer cementerio se encuentran los restos de personajes como el expresidente Antonio López de Santa Anna, el general Bernardo Reyes, el poeta Xavier Villaurrutia y el periodista Rafael Alducin.
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Otros panteones antiguos del país
De acuerdo con la revista Arqueología Mexicana, en 1804 el rey Carlos IV ordenó la construcción de cementerios fuera de los poblados, prohibiendo el enterramiento en iglesias y en su entorno por cuestiones de higiene.
En ese sentido, los espacios de descanso fueron cada vez más específicos.
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Cementerio General de Mérida (Yucatán)
Fue inaugurado el 3 de noviembre de 1821 en terrenos de la antigua estancia ganadera Xcojolté donde reinan los elementos decorativos mayas y diversas propuestas Art Decó.
Cuenta con más de 25 mil bóvedas, osarios y mausoleos que forman parte del acervo arquitectónico y cultural del sitio, por lo que fue declarado Patrimonio Cultural Municipal en marzo de 2013, según el portal de Matador.
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Panteón de Santa Paula (Guanajuato)
En el libro México pintoresco se destaca que el camposanto de Santa Paula fue designado para servir al hospital de San Andrés en la capital de Guanajuato a partir de 1837, pero fue durante la epidemia del cólera, que en 1850 el lugar comenzó a ocuparse en mayor medida.
Un dato curioso es que la compra del terreno y la construcción de la capilla costaron cerca de quince mil pesos, pagados por el señor Arzobispo.
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Panteón Inglés de Mineral del Monte (Hidalgo)
Está ubicado en la cima de uno de los montes del pueblo y fue construido en 1851. El terreno fue donado por el inglés Thomas Straffon, quien durante esta época desempeñaba como funcionario de las compañías mineras dedicadas a la explotación en la entidad.
Cuenta con 758 tumbas de mampostería fina, algunas con pequeñas estatuas y lápidas con los nombres de aquellos ingleses importantes para la minería del lugar, registra la página de turismo del estado.
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