El pan es uno de los elementos indispensables en un tradicional altar mexicano de Día de Muertos, pero adquiere características particulares según la región del país en la que se coloque.
En Tlaxcala, por ejemplo, son tres los que se elaboran de manera tradicional: hojaldras, pezuñas y tlacotonales.
Hojaldras:
Las hojaldras, conocidas en gran parte del país como el auténtico “pan de muerto”, tienen su origen en la época de la Conquista, de acuerdo con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI).
Los españoles, asombrados por los sacrificios humanos de los pueblos indígenas, idearon un alimento para representar aquellas ceremonias. El resultado fue un pan de trigo redondo y adornado con “huesos”, el cual solía bañarse en azúcar pintada de rojo como símbolo del corazón y la sangre del sacrificado.
Actualmente las hojaldras se venden todo el año, pero en esta temporada se elaboran de diferentes tamaños y sabores, donde los panaderos ofrecen sus propias interpretaciones, según sus tradiciones y creatividad.
Las hojaldras, por costumbre, se untan con dulce de camote, calabaza o tejocote.
Pezuñas:
A diferencia de las hojaldras, las pezuñas, encimados o panes lisos son salados e ideales para acompañar el mole de la ofrenda.
Algunas panaderías y familias acostumbran hacerlos neutros, es decir, sin sal ni azúcar, o bien mantecados. De esta forma, se pueden endulzar con jarabes de temporada o rellenarlos como emparedados.
Tlacotonales o pan de ánimas:
La panadería tlaxcalteca también dedica parte de su inventario al pan de figuras humanas o “muertitos”. De hecho, tlacotonal significa “partido para el sol” y se interpreta como el acto de partir o abrir el pecho de una víctima de sacrificio.
Otra característica peculiar es que conservó el origen de decorarse con azúcar roja para simbolizar sangre derramada.