El pasado 10 de febrero, el torero apizaquense Alberto Ortega intentó una portagayola, maniobra en la que se recibe al animal de rodillas, durante su actuación en la Corrida de Carnaval del sábado pasado en la plaza Jorge “El Ranchero” Aguilar de Tlaxcala.
La suerte le costó una cornada a la altura del cuello que provocó su hospitalización urgente y una serie de reflexiones en torno al oficio del toreo se desataron a partir de entonces. Entre ellas, la memoria de lo ocurrido en la misma plaza hace poco más de tres décadas donde su padre fue protagonista de un suceso similar y del que afortunadamente salió con vida.
LA HISTORIA
Alberto Ortega Blancas, padre de José Alberto, nació en Apizaco el 12 de mayo de 1985. Es hijo de Othón Ortega Chávez y Ofelia Blancas Cervantes.
Al igual que sus hermanos, Alberto nació rodeado de ambiente taurino. Dentro de la dinastía Ortega hay toreros, picadores, artesanos y empresarios. Todos en función y alrededor de la fiesta brava.
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El 19 de julio de 1992 la icónica Plaza de Toros Jorge “El Ranchero” Aguilar fue foco de atención para los aficionados de la tauromaquia de 55 países de todo el mundo al ser televisada desde este sitio la corrida “De las Américas” con un cartel de lujo donde figuraron Alberto Ortega, Miguel Villanueva y César Pastor, con un encierro de Tenexac.
El diestro tlaxcalteca Alberto Ortega recibió a Jicarero, de 512 kilogramos de peso, de la misma forma que su hijo recibiría 31 años más tarde a “Cigarrero”, de 490 kilogramos en ese mismo coso.
Alberto padre sufrió dos cornadas. Su estado, de acuerdo con lo reportado al día siguiente en El Sol de Tlaxcala fue calificado como muy grave, dado que uno de los ataques lo recibió en el cuello, una zona altamente infecciosa.
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Quedó internado en el hospital general de Tlaxcala. El parte médico que expidió el distinguido doctor Fernando León Nava después de cuatro horas que duró la intervención detalló que el percance seccionó todos los músculos suprahioideos y la glándula submaxilar, pues el pitón llegó hasta la boca por detrás de la dentadura.
En esa área, se repararon los músculos y se hizo un lavado exhaustivo. Pero la segunda cornada fue en la pierna derecha, la cual dejó una herida de 14 centímetros de largo que lo alejó de su oficio durante años.
En el año 2017, a sus 51 años de edad y 32 de alternativa, el diestro del barrio de Fátima en Apizaco, el llamado León de la Escondida, Alberto Ortega, regresó vestido de luces a la plaza donde habrían de surgir sus cicatrices.
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Queda para la memoria que esa tarde, de acuerdo con el portal Al Toro México, habría entrenado con su hijo José Alberto, de 16 años de edad, becerrista y quien soñaba apenas con superar lo hecho por su padre.
Hoy, el joven matador cuenta no solo con el afortunado antecedente triunfal de su padre, sino también con el avance de tres décadas de ciencia médica. Actualmente, lidia por su vida en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Puebla, ante la expectativa de la afición nacional.