En muchas regiones de México las lechuzas enfrentan una amenaza que no proviene de la pérdida de hábitat o el cambio climático, más bien surgen de la superstición humana. La creencia de que estas aves nocturnas son brujas disfrazadas sigue viva y ha resultado en la muerte injusta de muchas de ellas.
El fenómeno relacionado con un mito milenario representa serios problemas tanto para la conservación de estas aves como para la educación y sensibilización ambiental de las comunidades, pero ¿de dónde viene la creencia?
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LA LEYENDA
En la época prehispánica, las lechuzas eran asociadas con la noche y lo desconocido, lo que las vinculaba a menudo con lo sobrenatural.
De la figura de las tlahulpuchi, o brujas voladoras de Tlaxcala, se destacó su habilidad de transformarse en animales. De acuerdo con la tradición oral, las brujas eran mujeres que se convertían en aves para perforar el cráneo de las víctimas con sus picos.
Para hacer estas transformaciones era requerido todo un ritual. Debían encender un tlecuil, por lo menos una vez al mes, para dejar ahí sus piernas. Después de succionar la sangre de los niños a quienes buscaban por las noches, regresaban para almacenarla e irse alimentando durante algún tiempo.
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Con la llegada de los colonizadores europeos, estas creencias se mezclaron con el folklore y las supersticiones importadas, consolidando la idea de que las lechuzas eran criaturas malditas. Así, en muchas comunidades rurales, la presencia de una lechuza se interpreta como un mal presagio.
LA ACCIÓN HUMANA
Las historias de brujas que se transforman en lechuzas para espiar a las personas o causarles daño son contadas de generación en generación, perpetuando el miedo y generando acciones violentas.
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En varios estados de México, se han reportado casos de lechuzas capturadas y quemadas vivas, golpeadas hasta la muerte o ahuyentadas con violencia, actos que reflejan una falta de educación ambiental.
VALOR ECOSISTÉMICO
Las lechuzas comunes y otras especies de aves rapaces nocturnas se están viendo reducidas sus poblaciones en ciertas áreas debido a la persecución humana. La disminución de estas aves puede tener consecuencias ecológicas significativas.
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Al controlar la población de roedores, las lechuzas ayudan a mantener el equilibrio en los ecosistemas agrícolas y naturales. De hecho, se estima que una familia de lechuzas consume alrededor de 6 mil roedores al año.
Sin estos depredadores naturales, las plagas pueden proliferar, afectando los cultivos y la economía local. Además, las zoonosis pueden prevenirse al tener una cadena alimenticia natural, sana y completa.
En el corazón de la batalla contra el mito está la necesidad de entender y valorar la diversidad biológica de nuestro país. Las lechuzas, con su vuelo silencioso y su mirada enigmática, están lejos de ser brujas o presagios de mala suerte. En realidad, son una parte vital y fascinante de nuestro entorno natural.