En la calle Juárez #7 de la capital tlaxcalteca, en medio de una tienda de conveniencia, se mantiene en pie la picota o rollo de la ciudad, una columna de piedra blanca donde los antiguos pobladores leían sentencias, ejecutaban criminales y exponían los reos a la vergüenza pública en el siglo XVI, de acuerdo con la investigadora Cecilia Gutiérrez Arriola.
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Aunque no existe un documento que compruebe la fecha de edificación de la picota, el historiador Diego Muñoz Camargo dejó un breve retrato literario de ella en su Descripción de la ciudad y de la provincia de Tlaxcala, que más adelante fue llamado Manuscrito de Glasgow.
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“A un lado de esta plaza, está una picota para ejecución de la justicia que es una columna de piedra blanca que tiene 18 palmos de alto, con una pequeña peaña ochavada de extrema hechura, de que, hasta donde está el asiento de la picota, hay dos estados de alto, que señorea toda la plaza”, narra el texto.
El monumento fue muy notable en Tlaxcala por su gran tamaño, por esa razón Muñoz Camargo escribió que ‘señoreaba’ toda la plaza, es decir, que la dominaba y sobresalía.
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El académico mexicano Manuel Toussaint considera que este tipo de monumentos, inmersos en la arquitectura cívico-suntuaria, fueron cimentados en el momento de mayor prosperidad de los pueblos. Cabe señalar que en la Nueva España las picotas se colocaron en las plazas mayores, ejemplos de ello son los abundantes dibujos y planos de las ciudades y pueblos en el siglo XVI.
En ese sentido, Gutiérrez Arriola interpreta que la picota de Tlaxcala debió haber sido construida durante la intensa etapa constructiva que hubo en el año de 1549 bajo el mando del corregidor Diego Ramírez.
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En una ilustración, producto del texto descriptivo de Muñoz Camargo, se ejemplifican esos castigos a nobles indígenas, la cual explica: “Justicia grande que se hizo de cinco caciques muy principales de Tlaxcala y una mujer señora de aquella tierra porque de cristianos tornaron a idolatrar y dos demás restos fueron quemados por pertinaces por mandado de Cortés y por consentimiento y beneplácito de los cuatro señores y con esto se arraigó la doctrina cristiana”.
Con relación a lo anterior, se tiene conocimiento de que los practicantes de la herejía fueron llevados a la picota y sentenciados en la horca contigua; sin embargo, las leyendas del lugar revelan que las brujas de Tlaxcala, las llamadas tlahuelpuchis, también fueron exterminadas en este sitio.
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En las noches de luna llena, cuentan los vecinos, aún se pueden escuchar los gritos y el llanto de los hombres y mujeres que murieron encadenados en la picota de Tlaxcala. Incluso, hay quienes aseguran que si te acercas a la piedra blanca puedes sentir el frío de la muerte en los huesos.