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Hasta hace poco más de medio siglo la luz no era necesaria en la vida de las personas; las actividades humanas estaban regidas, en gran medida, por los rayos solares. De hecho, la expresión “de sol a sol” atestigua el horario adoptado por la convención.
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Aunque la luz del astro rey era protagonista en ese entonces, la necesidad de alargar los horarios de trabajo o privilegiar la vista en caso de emergencias obligaron al ser humano a inventar instrumentos para suplir el brillo del día.
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El fuego fue el primer sistema de iluminación utilizado históricamente. Si bien las primeras civilizaciones lo emplearon para ver dentro de sus cuevas a través de antorchas, más tarde se establecieron métodos más refinados y menos peligrosos para portarlo. Así nacieron las lámparas de aceite, de alcohol y las velas.
LOS RECUERDOS DE UNA ERA DE FUEGO
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Los candiles, que luego pasaron a convertirse en quinqués, utilizaban como combustible aceite vegetal o grasa animal. Más tarde, se usaron alcohol y derivados del petróleo para absorberse con una mecha y así generar el fuego controlado.
El quinqué, palabra francesa derivada del apellido de su inventor Monsieur Quinqué, se convirtió en un objeto salido de las manos del artista. Con su globo redondo de vidrio y decorado a mano, fue un proyector del romanticismo por su luz suave. No obstante, hoy en día es un recuerdo de pocas generaciones, pues los celulares sustituyeron su uso cuando se va la luz o se busca algo en la oscuridad.
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Las velas de cera y parafina ocuparon el lugar de las anteriores por su practicidad y costo accesible. Su llama constante se convirtió en la medida estándar para la iluminación artificial y era común encontrarlas en distintas alturas y grosores. Incluso, a su alrededor se tuvieron que desarrollar otros artículos como los candelabros o el apagavelas.
Su uso finalmente fue sustituido por la iluminación a gas, sin embargo, como objeto decorativo y fuente de misticismo se mantiene hasta nuestros días en presentaciones con colores, aromas e intenciones. Son incluso una buena opción de regalo para nuestros seres queridos.
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Las lámparas de gas cubrieron la necesidad de las personas que debían salir de sus casas en medio de la oscuridad. Funciona pulverizando el combustible al accionar una pequeña bomba de presión con el dedo, tal como ahora utilizamos los encendedores convencionales. La luz proveniente de ellos contribuyó a reforzar la seguridad de las ciudades y acostumbrar a la población a evitar la oscuridad.
¡HÁGASE LA LUZ! ASÍ LLEGÓ LA ENERGÍA ELÉCTRICA A MÉXICO
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Con el rediseño de bombilla del inventor Thomas Alva Edison, presentado el 21 de octubre de 1879, arrancó una nueva forma de vida en todo el mundo. Las lámparas eléctricas comenzaron a cobrar fuerza y se dejaron atrás los métodos tradicionales de iluminación. Además, cambiaron los patrones de sueño. Mientras las personas solían dormir alrededor de nueve horas durante la noche, ese tiempo ha ido disminuyendo paulatinamente a medida que la luz le ha ido ganando terreno a la oscuridad.
La generación de energía eléctrica inició en la Ciudad de México el 16 de septiembre de 1881. En ese primer ensayo, doce robustas y elevadas columnas de madera con focos eléctricos iluminaron lo que hoy es la avenida Juárez, desde su arranque en Reforma y hasta Madero.
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La segunda etapa inició en 1937, pero su momento más importante fue en los años 60 cuando se nacionalizó la industria eléctrica. Para llevar a cabo este proceso las empresas privadas se vieron forzadas a vender sus activos a la Comisión Federal de Electricidad, que en ese momento inició la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica en todo el país.
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