En el municipio de Tlaxco, ubicado al norte de la entidad, se usa la matraca, en lugar de las campanas o el cuerno (zona poniente del estado) durante la Semana Santa.
Es durante la tarde del Jueves Santo que las campanas quedan en silencio y el sonido de la matraca inicia su función de llamado a los fieles para que asistan a los actos religiosos. El Viernes Santo, antes del Viacrucis en la celebración de las 7 palabras y la Adoración de la Cruz se ejecuta nuevamente.
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El encargado de hacer sonar este instrumento idiófono de percusión indirecta es el sacristán de la Parroquia de San Agustín de Hipona, patrono de la comuna. Desde el campanario, el instrumento en cuestión es colgado en un extremo y es movido de derecha izquierda con ambas manos para lograr que resuene.
Mientras tanto, en el interior del templo, una matraca elaborada con madera y que asemeja un prisma triangular es ejecutada por el acólito o un ministro. Esta es sujetada de una agarradera en la parte superior e inmediatamente se hacen movimientos circulares con la muñeca para hacer sonar la matraca.
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En su relato, el cronista del municipio Ricardo Fernández de Lara comentó que, en el poblado, desde un día antes del Jueves Santo, en los puestos que se instalaban alrededor del parque, los feligreses adquirían pequeñas matracas de madera, que tenían figuras alusivas a la lotería. Los infantes de esos tiempos eran quienes se daban vuelo tocando la matraca.
Con el paso del tiempo, se fueron sustituyendo los materiales con los que era elaborado el instrumento, pasando de la madera al latón y del latón al plástico y ahora son más atractivas para los infantes, pues tienen añadidas las figuras o imágenes de los personajes de moda, pero algo es muy cierto, el sonido ya no es igual.
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A pesar de ser una tradición que se llevaba a cabo en diversas partes del mundo, en la actualidad, no en todas las iglesias la realizan, esto debido a la automatización de algunos campanarios y a los cambios en las tradiciones religiosas, sobre todo los mencionados en el Concilio Vaticano II, lo que hizo que la matraca dejara de utilizarse para este fin y pasara a ser un juguete que poco a poco está cayendo en el olvido de la población.
En el artículo escrito por Rafael Puy Cristóbal, titulado “Los macillos o matracas de campanario en Calahorra” menciona que, en el pasado, las matracas además de ser utilizadas para llamar a los feligreses a los actos religiosos de la Semana Santa, también eran utilizadas principalmente en el desaparecido oficio de tinieblas, en el que en la parte de final de la liturgia los fieles hacían ruido para evocar el terremoto que convulsionó la tierra en el momento de la muerte de Cristo. Carracas, tabletas de palos y otros instrumentos eran también utilizados en este momento.
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¿QUÉ ERA EL OFICIO DE LAS TINIEBLAS?
Según lo mencionado en Aleteia, una publicación católica on-line, el Oficio de Tinieblas era la ceremonia litúrgica que llevaba a cabo la Iglesia católica los días de Miércoles, Jueves y Viernes Santos al caer la tarde en la Liturgia de las Horas (maitines, laudes, vísperas, completas…) para preparar y favorecer la memoria de la muerte de Jesucristo.
Este servicio había de ser anticipado y cantado poco después de completas, es decir, alrededor de las 3:00 p.m. en la víspera del día al cual pertenece.
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Se utilizaba para ello, un candelabro especial que tenía 15 velas, llamado tenebrario, que representaban a los 11 apóstoles que permanecieron tras la traición del Iscariote, las tres marías (María Salomé, María de Cleofás y María Magdalena) y a la Virgen María, cuyo cirio era más destacado que los otros.
Tanto las luces del templo como las velas se iban apagando una tras otra, para quedar el templo prácticamente a oscuras tras el canto de los salmos. Al final, quedaba encendido sólo el cirio principal que recordaba la muerte del Redentor.
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IMÁGENES CUBIERTAS
Este proceder que se remonta al siglo V, según algunas fuentes, continuaba con el canto del Miserere (Salmo 50) y la colocación de la lamparilla en la parte posterior al altar, simbolizando la entrada de Jesús en la sepultura y la permanencia de la Iglesia en espera de la Luz que surgirá en la Vigilia Pascual.
Concluido el Miserere, el clero y los fieles hacían un ruido de carracas y matracas, que cesaba al aparecer la luz del velón oculto detrás del altar, para simular las convulsiones y trastornos naturales que sobrevinieron a la naturaleza al morir el Salvador.
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En su origen, este ruido final se producía por la señal dada por el maestro de ceremonias para el regreso de los ministros a la sacristía, quien comenzaba a golpear con su mano sobre el peldaño del altar o sobre algún banco.
Este Oficio presentaba todas las características de las exequias: salmos, antífonas y responsorios fúnebres y de lamentación, omitiendo todo tipo de himno, sin acompañamientos musicales y con el altar desnudo, las imágenes cubiertas y con la oscuridad cada vez mayor. Al finalizar el Oficio no se daba la bendición ni había rito de despedida.
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En el siglo XIII, según la Enciclopedia Católica, parece probable que se iniciara a las cuatro o cinco de la tarde del Miércoles Santo. A pesar de la uniformidad general de este servicio en toda la Iglesia Occidental, también se dio una cierta diversidad de uso en algunos detalles, más concretamente en el número de velas que había en el tenebrario.
LA LUZ DE CRISTO
De este apagado progresivo de las luces hasta la plena oscuridad viene que, en la Vigilia Pascual, el templo se encuentre a oscuras al empezar la celebración, que paulatinamente irá horadando el nuevo fuego de Cristo resucitado, representado en el paulatino encendido de velas por parte de los fieles congregados hasta iluminar por completo el templo.
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Actualmente, el Oficio de Tinieblas ha desaparecido: no hay un oficio distinto al de otros días para la Semana Santa.
Sin embargo, dada su singularidad, se tiende a adaptar las antiguas peculiaridades del rito al Vaticano II, con el uso del tenebrario, el apagado progresivo de las luces, etc., añadiendo el canto de las lamentaciones y los himnos que permite la liturgia actual.
HISTORIA DE LA MATRACA
La matraca al igual que otros instrumentos de percusión de la madera se encuentra en las civilizaciones y culturas del Extremo Oriente, así como en zonas de África. En época muy antigua instrumentos muy semejantes a las matracas y a las carracas se fabricaban y tocaban en la India, en Indonesia, en China e incluso en el oeste de África.
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Al parecer, en épocas primitivas, en estas regiones no se acostumbraba utilizar campanas, por este motivo, se diseñaban instrumentos basados en golpear con tablillas o lengüetas o mazos sobre la madera.
Es muy probable que la llegada de la matraca y otros instrumentos similares llegasen a Europa a través de España gracias a la civilización árabe, puesto que en su época de mayor esplendor se expandieron por la península ibérica.
Esto quedaría confirmado por el hecho de que la palabra matraca proviene del árabe "mitraqa" que podríamos traducir por martillo. La matraca se adaptó bien en la Europa medieval.
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