Desde el siglo XX, una legendaria figura fúnebre sale de su descanso para pedir ‘calaverita’ a los pobladores de San Pablo del Monte en Día de Muertos. Se trata de Nachito, el esqueleto de madera de 50 centímetros de largo que reposa acostado en una urna dentro de la parroquia de San Pablo Apóstol.
Esta práctica es una herencia del sistema rotativo de cargos en la mayordomía del municipio y representa una huella de la tradición oral en Tlaxcala, explicó el historiador Gilberto Salvador Blas, en entrevista para este Diario.
La tradición anual
Salvador Blas señaló que el ritual consta de tres momentos:
Al mediodía del 1 de noviembre, previo al inicio del repique de campanas, la mayordomía del Santo Entierro saca a Nachito del sótano de la fiscalía y lo arma. Cabe señalar que el esqueleto se encuentra boca abajo y maniatado con listón blanco. A la par del sahumerio, los encargados de la labor le piden: “Nachito, pórtate bien”, “este año te vamos a sacar a pedir tu calaverita”, “no hagas travesuras”.
El segundo momento del ritual ocurre cuando Nachito se encuentra ya armado en su urna, los mayordomos de imágenes de niños (Santo Angelito, San Miguel Arcángel, San Antonio de Padua, San Diego de Alcalá y los Niños Mártires) cargan la urna y comienzan el recorrido por la zona comercial instalada en el primer cuadro del zócalo de San Pablo del Monte.
Frutas, hojaldras, refrescos, copal, mondas y hasta bebidas alcohólicas son depositadas junto al esqueleto por los locatarios del municipio con fe en que Nachito no les haga travesuras ni les baje las ventas durante el año.
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La última fase del ritual sucede al resguardo del esqueleto. La calaverita obtenida es repartida en partes iguales a los mayordomos y antes del mediodía del 2 de noviembre, el emblemático Nachito es desarmado para reposar por otro largo año.
La llegada de Nachito
Sobre el origen de esta icónica figura existen dos versiones; la primera indica que fue un sacerdote proveniente de las primeras oleadas de las misiones franciscanas que llegaron al sur del estado de Tlaxcala quien, posterior a su muerte, fue enterrado en el actual Centro Escolar México. Más adelante, durante el periodo revolucionario, fue descubierto y trasladado a la parroquia de San Pablo Apóstol donde hoy reposa.
La segunda creencia relata la vida del niño Ignacio Márquez, criado durante la época colonial por una familia adoptiva. Ya que, según cuenta la antropóloga Sandra Acocal, fue el producto de un amor prohibido entre la hija de un hacendado y su peón.
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Sea cual sea la leyenda narrada, los pobladores aseguran que si a Nachito no se le amarran las manos sale de su urna para espantar a las personas.
Este será un año especial
Salvador Blas anunció para los lectores de este medio que este año la mayordomía decidió dejar libre acceso a la población para quien guste conocer a Nachito en la fiscalía de la parroquia ubicada en el centro del municipio.
Es un grupo muy reducido el que tiene acceso a Nachito y este año va a estar amarrado, pero a la vista del público, dijo el historiador.
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Además, la invitación queda abierta para ser partícipe de la tradición de la comunidad náhuatl de San Isidro Buen Suceso conocida como “el alumbramiento”. En esta actividad, los habitantes asisten a los dos panteones del pueblo para adornar y acompañar a sus muertos durante toda la noche y madrugada del 2 de noviembre sin importar las inclemencias del clima.
Es una madrugada mágica porque se ve inundado de flores, de luces resplandecientes que muestra ese sincretismo del rito católico unido con la tradición náhuatl”, finalizó el historiador.
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