Inició la temporada de lluvia y los campos, jardines y terrenos de Tlaxcala comienzan a desprender un cautivador aroma que la ciencia denominó como petricor, pero ¿te has preguntado por qué se produce? y, sobre todo, ¿por qué lo amamos al grado de querer comernos de la tierra? La ciencia lo explica de manera muy sencilla.
La percepción olfativa de la tierra mojada, de acuerdo con Ciencia Unam, se produce por una combinación de compuestos químicos fragantes.
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Cuando las gotas de lluvia impactan contra el suelo se forman burbujas de aire. Estas bolsas huecas atrapan partículas de la tierra donde destacan la bacteria Streptomyces coelicor, algunos hongos filamentosos y cianobacterias que se encuentran en el suelo, los cuales generan una molécula llamada geosmina. Finalmente, las burbujas efervescen como champaña y esparcen las partículas en el ambiente. El conjunto de estas partículas es lo que conocemos como petricor.
Ahora, ¿por qué nos dan ganas de tomar un puñado de tierra y saborearla sin más? Porque la salivación y el antojo es un estímulo asociado a la comida y su olor, pero el cerebro puede asociar la respuesta a estímulos de otro tipo de olores, como el de la tierra. Además, la salivación se vincula a estímulos positivos, a alegría y emoción.
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Por otro lado, recordemos que existen personas con un gusto exagerado por la tierra (esté seca o mojada), lo cual no tiene que ver con los efectos del petricor en el cerebro. Las ganas intensas de comer tierra devienen de la carencia de hierro, zinc o magnesio en nuestro cuerpo. Por eso se activa el centro del deseo del cerebro y nos hacen desear esos nutrientes que, comúnmente, abundan en la tierra.