Junto con la sandía, el melón es una de las frutas más apetecibles en verano gracias a su alto contenido en agua (85 %).
Su pulpa posee apenas 35 calorías y aporta 8 g de glúcidos, fibra (1 %) y escasa cantidad de grasas (0,1 %) así como proteínas (0,6 %).
Otra de sus virtudes es su elevado contenido en betacaroteno (en el organismo se convierte en vitamina A), y vitaminas C y B9.
Con 200 g se cubre más del 80 % de las necesidades diarias de vitamina C, el 30 % de B9 o ácido fólico y el 20 % de betacaroteno. Tanto la vitamina A como la C son antioxidantes y refuerzan el sistema inmunitario.
Por su alto contenido en agua y su aporte de fibra y potasio, el melón posee una acción diurética y ligeramente laxante, lo que ayuda a eliminar los desechos del organismo.
Además, lo convierte en un buen aliado de la piel y lo hace recomendable para personas que sufren afecciones de vasos sanguíneos y corazón o retención de líquidos. Tiene también un efecto beneficioso en los casos de reumatismo, artritis y gota.
Su consumo resulta conveniente durante el embarazo y los meses previos, ya que sus componentes (calcio, magnesio, folatos y vitaminas A y C) son favorables al crecimiento del feto.
Su contenido en ácido fólico es especialmente significativo. Una ración de 200 g cubre hasta el 30% de las necesidades diarias de esta vitamina.
¡NO TIRES LAS SEMILLAS!
Las semillas del melón son también nutritivas y un ingrediente culinario muy interesante. Se pueden tostar y especiar para disfrutarse a modo de aperitivo o agregarlas en la preparación de agua fresca de melón. Estas le dan un toque dulce y cremoso.
El melón se encuentra disponible durante todo el año en el mercado mexicano, por lo que no hay pretexto para no consumirlo.