Cotinis mutabilis, conocidos popularmente como mayates o escarabajos de junio, son vistosos escarabajos verdes de entre dos y tres centímetros de largo. En el pasado, los niños solían atar un hilo a una de sus patas o entre las alas para hacerlos volar como si se tratara de avioncitos o papalotes. De ahí proviene el dicho: “Se fue con todo el hilo como los mayates”, aludiendo a la velocidad de vuelo y a que los animalillos podían perder alguna extremidad durante el juego.
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Se considera que estos escarabajos se comenzaron a usar como diversión por su llamativo color y torpeza al volar, ya que hace muy fácil captura y manejo. Además, es muy fácil encontrarlos en las casas y jardines de México con su hipnotizante zumbido similar al del abejorro.
Sin embargo, la comunidad científica ha realizado un trabajo de concientización para reducir el uso de animales como diversión en todos los sectores, más aún, los que cumplen una función indispensable en su entorno.
Los mayates son grandes recicladores
Como cualquier otra especie, los escarabajos tienen un papel muy importante en el ecosistema. En México existen poco más de cuatrocientas especies y, de acuerdo con el libro La cría de escarabajos estercoleros, de la coautora e investigadora Imelda Martínez, prestan un servicio ambiental incomparable.
Los escarabajos, junto con los hongos, son los encargados de descomponer la materia. El enterramiento del excremento llevado a cabo por los escarabajos ayuda de una u otra forma a proveer un ambiente más saludable para los herbívoros que se alimentan del pasto, lo que se refleja en una mejor calidad de carne y leche para el consumo humano. Dicha actividad los convierte en elementos muy importantes para la economía en las áreas ganaderas.
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No obstante, según los estudios del biólogo mexicano Diego Barrales, los mayates pueden afectar la dispersión y la reproducción del nopal en México. Para alimentarse de sus frutos, es decir, de las tunas, los escarabajos provocan el rompimiento de sus paredes con la proyección frontal de la cabeza y la consumen por completo impidiendo el esparcimiento efectivo de sus huesillos. Cabe mencionar que solo unas de cada cinco semillas ingeridas son aún viables al ser excretadas y quizá esa razón tengan muchas personas para matarlos en conjunto.
De cualquier manera, las cadenas tróficas mantienen el equilibrio entre estos y sus depredadores, a los que se sumaron niños que durante los años 80´s y 90´s los usaron como juguetes provocándoles mutilaciones y, muchas veces, su muerte.
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Conservación del insecto y fin del “avioncito”
Aunque el “avioncito de mayete” seguramente fue reemplazado por juegos más modernos y no por una cuestión ética, su fin paulatino es una ventaja ecológica digna de reconocerse.
La toma de conciencia sobre el cuidado del entorno ambiental y de los escarabajos es un asunto que debe involucrar y sensibilizar a la población humana en general, afirma Imelda Martínez. Sobre todo, porque el mayate es un bicho inofensivo y una pieza irremplazable de nuestro ecosistema. No es venenoso, no pica ni es portador de enfermedades como se cree.