/ miércoles 12 de junio de 2024

¿Recuerdo o estorbo? Así evolucionaron las casetas telefónicas en las calles

En 2017 se dio por obsoleto el servicio de telefonía pública

Después de haber existido durante más de un siglo, las casetas telefónicas desaparecen lentamente frente a la era tecnológica. No obstante, el último informe del Instituto Federal de Telecomunicaciones, señala que en México hay 51 mil 396 localidades donde todavía pueden verse estas instalaciones de telefonía pública, las cuales pasaron de ser una herramienta de comunicación con gran demanda, a convertirse en objetos que sólo entorpecen la circulación por la vía pública.

Entre esas localidades se inscriben distintos municipios tlaxcaltecas, donde estos pequeños refugios de metal, una vez indispensables en cada esquina de las ciudades, ahora se desvanecen del paisaje urbano para dar paso a una era más simple.

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LA HISTORIA DE LAS CASETAS TELEFÓNICAS

El inventor de la caseta telefónica fue el norteamericano William Gray, que recibió la patente por su aparato el 13 de agosto de 1889. Desde Estados Unidos, estos aparatos se extendieron por todo el mundo para facilitar la comunicación entre las personas que contaban con un teléfono personal.

En 1960 empezó la instalación de modernas cabinas telefónicas en nuestro país, las cuales tenían cristales alrededor con una puerta para favorecer la intimidad de la llamada. Tiempo después, fueron sustituidas por otras menos vistosas que son el antecedente de las que conocemos en la actualidad.

Continúa leyendo: ➡️ Placas para autos antiguos, ¿cómo conseguirlas?

Hubo un tiempo en que las casetas telefónicas eran protagonistas mudas de la vida cotidiana. Servían como puntos de encuentro, lugares de emergencia y escenarios de conversaciones importantes. Desde una llamada rápida para informar que se llegaría tarde a una reunión hasta charlas llenas de sentimiento, las casetas fueron testigos de innumerables momentos humanos.

Por otro lado, estas herramientas de comunicación también se convirtieron en símbolos de un tiempo en que la vida se movía a un ritmo más lento. Representaban un mundo donde la espera y la paciencia eran parte de la vida diaria, donde las personas hacían fila para su turno de hablar y donde cada llamada tenía verdadera trascendencia, pero la llegada de los teléfonos móviles cambió todo.

¿PIEZAS DE MUSEO O TROPIEZOS DE LAS CALLES?

No te pierdas: ➡️ Promueven la “adopción” de cabinas telefónicas en Londres

Desde que su servicio se dio por obsoleto en 2017, las casetas de teléfono público comenzaron a ser menos utilizadas y, con el paso del tiempo, se convirtieron en simples adornos urbanos, ignoradas por la mayoría de los transeúntes.

No es secreto que, en algunos lugares, las casetas se transformaron en basureros comunitarios, mientras que otros fueron apropiados y aprovechados por sus materiales directos a la venta por kilo de fierro.

Otras tantas se encuentran en condiciones deplorables que las asemejan a pizarrones descuidados donde cualquiera puede colgar publicidad o practicar su grafiti. Sin embargo, la mayoría ha sucumbido a la modernización y han sido retiradas silenciosamente.

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Los habitantes de hoy, nativos digitales, quizás nunca entenderán la importancia que tuvo encontrar una caseta en medio de una tormenta o buscar desesperadamente una moneda para una llamada urgente. Más bien, cuestionan que estas estructuras metálicas impidan el paso libre por las calles o den mala imagen luego de haber cumplido su ciclo, ¿a cuál de estos grupos perteneces tú?



Después de haber existido durante más de un siglo, las casetas telefónicas desaparecen lentamente frente a la era tecnológica. No obstante, el último informe del Instituto Federal de Telecomunicaciones, señala que en México hay 51 mil 396 localidades donde todavía pueden verse estas instalaciones de telefonía pública, las cuales pasaron de ser una herramienta de comunicación con gran demanda, a convertirse en objetos que sólo entorpecen la circulación por la vía pública.

Entre esas localidades se inscriben distintos municipios tlaxcaltecas, donde estos pequeños refugios de metal, una vez indispensables en cada esquina de las ciudades, ahora se desvanecen del paisaje urbano para dar paso a una era más simple.

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El inventor de la caseta telefónica fue el norteamericano William Gray, que recibió la patente por su aparato el 13 de agosto de 1889. Desde Estados Unidos, estos aparatos se extendieron por todo el mundo para facilitar la comunicación entre las personas que contaban con un teléfono personal.

En 1960 empezó la instalación de modernas cabinas telefónicas en nuestro país, las cuales tenían cristales alrededor con una puerta para favorecer la intimidad de la llamada. Tiempo después, fueron sustituidas por otras menos vistosas que son el antecedente de las que conocemos en la actualidad.

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Hubo un tiempo en que las casetas telefónicas eran protagonistas mudas de la vida cotidiana. Servían como puntos de encuentro, lugares de emergencia y escenarios de conversaciones importantes. Desde una llamada rápida para informar que se llegaría tarde a una reunión hasta charlas llenas de sentimiento, las casetas fueron testigos de innumerables momentos humanos.

Por otro lado, estas herramientas de comunicación también se convirtieron en símbolos de un tiempo en que la vida se movía a un ritmo más lento. Representaban un mundo donde la espera y la paciencia eran parte de la vida diaria, donde las personas hacían fila para su turno de hablar y donde cada llamada tenía verdadera trascendencia, pero la llegada de los teléfonos móviles cambió todo.

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Desde que su servicio se dio por obsoleto en 2017, las casetas de teléfono público comenzaron a ser menos utilizadas y, con el paso del tiempo, se convirtieron en simples adornos urbanos, ignoradas por la mayoría de los transeúntes.

No es secreto que, en algunos lugares, las casetas se transformaron en basureros comunitarios, mientras que otros fueron apropiados y aprovechados por sus materiales directos a la venta por kilo de fierro.

Otras tantas se encuentran en condiciones deplorables que las asemejan a pizarrones descuidados donde cualquiera puede colgar publicidad o practicar su grafiti. Sin embargo, la mayoría ha sucumbido a la modernización y han sido retiradas silenciosamente.

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