Aunque la Real Academia Española (RAE) no la reconoce oficialmente, la palabra “michi” es un término común para muchas personas en México y otras regiones de habla hispana, pues tiene un significado claro: es un llamado cariñoso para referirse a los gatos domésticos.
A pesar de su carácter informal, la palabra está cargada de un profundo sentido afectivo que conecta con el amor por estos felinos, por lo que se emplea exclusivamente con aquellos mamíferos considerados mascotas.
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Por su parte, la Academia Mexicana de la Lengua sí reconoce “michi” como parte del vocabulario popular para referirse a los gatos, aunque su origen va mucho más allá de una deformación del español. El vocablo tiene raíces en diversas lenguas indígenas de México, lo que le otorga un peso cultural y lingüístico que a menudo pasa desapercibido.
ORIGEN DEL TÉRMINO
En náhuatl la palabra “miztli” significa “gato salvaje” o “felino”, y de ahí proviene una posible influencia en el uso popular de “michi”. El vínculo entre la fonética de “miztli” y el moderno “michi” es claro, aunque con el tiempo se ha suavizado para adaptarse a un tono más afectuoso.
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En otras lenguas indígenas, el término para gato también sugiere una influencia compartida. En maya, el gato es conocido como “miis”, mientras que en otomí se le llama “mixi”. Ambos términos presentan una notable similitud sonora con “michi”, lo que refuerza la idea de que esta palabra es un reflejo de las diversas lenguas originarias de México.
En totonaco, el gato se nombra “mistón”, y en chontal, “mish”. La recurrencia del sonido “mi” o “mis” en estas lenguas señala un posible origen común o una influencia recíproca en la evolución de la palabra.
El uso generalizado de “michi” en la actualidad resulta que no es una mera coincidencia ni un capricho del lenguaje popular. En realidad, es el resultado de una evolución lingüística que encuentra sus raíces en las lenguas ancestrales que aún viven en la identidad cultural mexicana.
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CUENTA LA LEYENDA
Si bien el estudio lingüístico señala la cercanía entre el término “michi” con otras variantes, la historia tiene otra versión del origen. La tradición oral dicta que el sobrenombre en realidad es la adaptación de una onomatopeya y todo comienza en tiempos de la Conquista.
Supuestamente, cuando los españoles llegaron a tierras mexicanas los gatos no formaban parte de la fauna silvestre, por lo que su aparición se debe a la introducción de numerosas especies provenientes de Europa.
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Al no conocer a estos nuevos animales, los indígenas se esforzaron por nombrar a cada uno de ellos de la forma más cercana posible al idioma que apenas había llegado a formar parte de su cultura.
Particularmente en los territorios quechuas, se comenzaron a ver los primeros animales felinos, mismos que eran llamados por los colonizadores con la onomatopeya “mishi mishi” para atraerlos, como actualmente se hace.
Al escuchar este sonido, los incas creyeron que así se llamaba este mamífero, por lo que surgió así el término “michi” como una forma práctica de establecer comunicación entre animales y cuidadores.
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Si bien parece muy moderno cambiar el sustantivo gato por su sobrenombre, en realidad este término es tan antiguo como la presencia de los animales en la vida de los americanos. Además, su uso es una manera tierna de preservar nuestras lenguas originales.
La Academia Mexicana de la Lengua sí reconoce “michi” como parte del vocabulario popular para referirse a los gatos, aunque su origen va mucho más allá de una deformación del español.