El libro relata la historia de un empresario que describe su vida y sus primeros pasos en los negocios, además de la forma en que desafió la cultura de consumo gracias a un conjunto de fórmulas originales y comprometidas con el medio ambiente y con sus valores personales.
Chouinard cuenta que el título de la obra pretende valorar a los empleados cuyas vidas son ricas y plenas, basándose en horarios flexibles, ya que, explica, un surfista serio no planea salir a hacer surf, sino que simplemente sale a hacerlo cuando hay olas y la marea y el viento son adecuados.
El libro nos lleva desde su juventud hasta las ambiciosas expediciones de escalada que inspiraron sus diseños innovadores para el equipamiento de este deporte. Fue en esos años de formación cuando Yvon aprendió la herrería para fabricar material de escalada para él y sus amigos, quienes fueron algunos de los mejores escaladores del momento.
La fabricación de equipo de Yvon, que trabajaba "desde el maletero de su automóvil", se legitimó y se convirtió en Chouinard Equipment, que eventualmente se convertiría en el mayor proveedor de equipos de escalada de Estados Unidos.
El libro ofrece una mirada de los principios de orientación que Yvon utilizó para convertir a Patagonia, Inc. en un negocio global: Una empresa con una misión ecológica y que además es un lugar divertido para trabajar.
“Los negocios y las empresas también pueden producir alimentos, curar enfermedades, controlar la demografía, crear empleo y, en general, enriquecer nuestras vidas”, asegura.
“Y todas estas cosas buenas, además de generar beneficios, pueden hacerse sin necesidad de venderle el alma al diablo. De eso trata este libro”, añade.
Yvon Chouinard, quien también practicó deportes como kayak, pesca submarina y esquí, asegura que le gusta alcanzar el 75 por ciento del aprendizaje, ya que, como dijo en una entrevista con el diario La Nación, “el 25 restante es aburrido”.
En su libro cuenta también: “Hace sesenta años que soy empresario. Para mí es difícil decir estas palabras como para ciertas personas admitir que son alcohólicos o abogados. Yo nunca he respetado esta profesión”.
Asegura que siempre le gustó escalar muros y que le gusta el cambio. Una de sus aventuras más grandes fue un viaje que realizó en 1968 por toda la ruta Panamericana, desde California hasta el Chaltén, al sur de Argentina.
“La principal idea de dicho viaje era hacer una película, buscaba el plan perfecto”, comentó. Yvon surfeó hasta Lima por todo Centroamérica y también esquió en Chile y cruzó a Argentina escalando el Fitz Roy.
“No se puede vivir una aventura en pocos días, es importante ir con calma y hacerlo a la antigua”, ha dicho sobre esta actividad.
EMPRESARIO REBELDE
También ha dicho que nunca quiso ser un empresario. Hábil con las manos y siempre deseoso de mejorar cualquier objeto que ve, siempre piensa que puede hacer cosas mejores. Eso sí, concuerda con que para tener una empresa rebelde o no convencional, se necesita de una persona rebelde o no convencional.
Por ello se planteó la idea de que se podía tener una empresa exitosa sin tener que trabajar como un empresario.
“No me gusta que me digan lo que tengo que hacer y tampoco me gusta decirles a los demás lo que tienen que hacer”, diría en varias ocasiones este líder nato, para quien el trabajo tiene que ser divertido:
“Valoramos a los empleados que viven vidas ricas y equilibradas. Dirigimos un lugar de trabajo flexible, y lo hemos hecho desde que éramos un taller de herrería que cerraba cada vez que las olas llegaban a seis pies, calientes y vidriosas”, asegura.
Cuenta que su política siempre ha permitido que los empleados trabajen en horarios flexibles, siempre y cuando el trabajo se realice sin impactos negativos en los demás.
Por cortesía de Patagonia, tenemos un adelanto del libro Que mi gente vaya a hacer surf, de Yvon Chouinard, para los lectores de El Sol de México:
Introducción
Que mi Gente Vaya a Hacer Surf.
Hace sesenta años que soy empresario. Para mí es tan difícil decir estas palabras como para ciertas personas admitir que son alcohólicos o abogados. Yo nunca he respetado esta profesión. Las empresas y los negocios son los principales responsables de los atentados contra la naturaleza, la destrucción de los cultivos de los pueblos nativos, el expolio de los pobres para enriquecimiento de los ricos, y el envenenamiento del planeta como consecuencia de los vertidos residuales de las fábricas.
Sin embargo, los negocios y las empresas también pueden producir alimentos, curar enfermedades, controlar la demografía, crear empleo y, en general, enriquecer nuestras vidas. Y todas estas cosas buenas, además de generar beneficios, pueden hacerse sin necesidad de vender el alma al diablo. De eso trata este libro. Igual que muchas otras personas formadas durante los años sesenta en Estados Unidos, crecí en el desprecio hacia las grandes compañías y hacia sus serviles gobiernos. Nunca me atrajo el típico sueño del joven republicano: ganar más dinero que sus padres, o crear un negocio, desarrollarlo lo más rápido posible, cotizar en bolsa y retirarse a los campos de golf del Mundo del Ocio. Mis valores son resultado de toda una vida en contacto con la naturaleza y de la práctica apasionada de eso que algunos llaman deportes de riesgo.
Tanto yo como mi esposa Malinda y todos los inconformistas empleados de Patagonia hemos aprendido muchas lecciones de estos deportes, de la naturaleza y de nuestro enfoque alternativo de la vida, y las hemos aplicado en la gestión de nuestra empresa.
Mi compañía, Patagonia Inc., es un experimento. Patagonia existe para poner en acción las recomendaciones que todos esos libros apocalípticos sobre la salud de nuestro planeta nos apremian a aplicar, si es que deseamos evitar la inminente destrucción de la naturaleza y el colapso de nuestra civilización. A pesar de que la inmensa mayoría de los científicos nos advierten al unísono de que nos encontramos al borde del desastre ecológico, nuestra sociedad carece de voluntad para pasar a la acción. Estamos paralizados colectivamente por la apatía, la inercia o la falta de imaginación. Patagonia existe para desafiar la sabiduría convencional y para proponer un estilo diferente de negocio responsable. Creemos que es preciso desbancar el modelo capitalista comúnmente aceptado, que exige crecimiento ilimitado y es el gran culpable de la destrucción de la naturaleza. Patagonia y sus dos millares de empleados tienen la voluntad y los medios para demostrar al mundo empresarial que hacer bien las cosas es un negocio bueno y provechoso.
Elaborar la primera edición de este libro llevó quince años, porque ese es el tiempo que hemos necesitado para comprobar por nosotros mismos que es posible romper las normas del negocio tradicional y conseguir no solo que funcione, sino que funcione aún mejor, especialmente porque nuestra compañía quiere seguir estando ahí durante los próximos cien años.
Yvon Chouinard
REPARAR ES UN ACTO RADICAL
Que mi Gente Vaya a Hacer Surf. Página 97 - 98
Como consumidores individuales, lo mejor que podemos hacer por el planeta es conservar nuestras cosas en buen uso el mayor tiempo posible. Este sencillo acto de alargar la vida de nuestra ropa mediante cuidados adecuados y reparaciones oportunas reduce la necesidad de comprar nuevas cosas, evitando así emisiones de dióxido de carbono, generación de residuos y gasto del agua necesaria para elaborar los nuevos productos.
¿Por qué reparar es un acto radical? Arreglar algo que de otro modo iría a la basura es casi inconcebible, pero el impacto es enorme. Y digo esto como directora ejecutiva de una compañía que fabrica ropa, y que, pese a su profundo compromiso con la fabricación responsable, aún toma de la Tierra más de lo que devuelve.
Vivimos en una cultura en la que cambiar es la principal opción. Generalmente reparamos las cosas caras, como coches o lavadoras, pero fundamentalmente resulta más fácil y barato ir y comprarse algo nuevo. Hay otras razones que empujan a evitar las reparaciones, entre ellas esas etiquetas que avisan de que si reparas un producto por tu cuenta la garantía quedará anulada, o la falta de acceso a la información y a los artículos necesarios para reparar algo con nuestras propias manos.
Estas condiciones crean una sociedad de consumidores, y no de dueños de productos. Y hay una diferencia. Los dueños están capacitados para responsabilizarse de sus compras: limpiar, reparar, reutilizar y compartir. Los consumidores toman, usan, tiran y repiten: un patrón que nos está llevando hacia la bancarrota ecológica.
Para ser claros, el acto en sí de comprar no es el problema, aunque es difícil no ver que la locura en torno a los grandes días de compra está yendo demasiado lejos. Después de todo, nuestras vidas dependen de una amplia variedad de cosas, producidas de un modo que no es bueno para el planeta -ni siquiera las cosas hechas por Patagonia- y no parece probable que esto vaya a cambiar a corto plazo, por mucho que hagamos para reducir nuestro impacto.
¿Cuál es el antídoto? Hacer alguna mella en nuestra huella colectiva de consumo requiere responsabilidad compartida entre las compañías que fabrican las cosas y los clientes que las compran, pero los negocios deben actuar de forma independiente.
En Patagonia, nos esforzamos mucho para fabricar prendas de alta calidad y procedentes de fuentes sostenibles, que duran años y pueden repararse, y las garantizamos para toda la vida. Nuestra instalación de arreglos en Reno realizó más de 40,000 reparaciones en 2015, y hemos formado al personal de nuestras tiendas para que puedan solucionar las reparaciones sencillas (que ascienden a varios miles de arreglos más).
Junto a iFixit hemos publicado más de cuarenta guías gratuitas de reparaciones para los productos Patagonia, que pueden encontrarse en nuestro sitio web. Nos esforzamos mucho para dar a nuestros clientes todas las facilidades posibles para que puedan arreglarse su ropa por sí mismos, o pasarla a otras personas, o reciclarla si es necesario.
Pedimos a nuestros clientes que utilicen las herramientas que proporcionamos para reducir a la larga el impacto ambiental de sus productos, comprando solo lo que necesitan, reparando lo que tienen, encontrando la manera de reutilizarlos, y reciclándolos cuando realmente les llega la hora.
Pero esto no es la tendencia general. Ciertas compañías como Ricoh, DeWalt, Caterpillar o Lenovo han hecho que la reparación y refabricación sean procesos básicos en su modelo de negocio, pero la mayor parte de las empresas siguen fabricando cosas baratas que se rompen y deben reemplazarse. Los clientes condicionados a buscar el mejor precio posible compran siguiendo este modelo y mantienen la máquina en marcha.
Y con demasiada frecuencia los productos vienen sin instrucciones de reparación, o en casos extremos las compañías boicotean las reparaciones inventando tornillos específicos u otras estupideces. En medio de la crisis ambiental a la que nos enfrentamos, estas prácticas deberían considerarse inaceptables, pero en lugar de ello la obsolescencia planificada se celebra como marketing inteligente.
Viendo, como vemos, que los impactos del cambio climático son cada año mayores, debemos como individuos intentar revertir nuestros hábitos de sobreconsumo. Intentemos comportarnos como propietarios, no como consumidores, y reparemos en lugar de infringir nuevos daños al planeta si realmente no es imprescindible.
Es una forma radical de pensar, pero el cambio puede empezar con solo aguja e hilo.
ROSE MARCARIO,
Directora Ejecutiva, Patagonia 2013 - 2020.
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