PARÍS, Francia.- ¿La guerra comercial con China puede convertirse en el Afganistán económico de Donald Trump?
La pregunta, formulada por Adam Posen, director del Peterson Institute, es provocativa en apariencia, pero en realidad plantea una hipótesis muy verosímil: el presidente norteamericano corre el riesgo de sumergirse en una guerra comercial “costosa, incierta y sin resultado”. En la práctica, sería un remake económico del error cometido por George W. Bush con sus intervenciones militares en Afganistán e Irak.
La interrogante es más pertinente porque Trump estimó hace unos meses que “las guerras comerciales (son) fáciles de ganar”. Pero la experiencia histórica muestra que desatan demonios que luego resultan imposibles de controlar.
El martes de la semana pasada EU anunció que, a partir del 23 de agosto, aplicará un aumento de aranceles de 25% sobre una nueva lista de productos de China por 16 mil millones de dólares. La medida marcó una escalada respecto a la ofensiva lanzada el 6 de julio por 34 mil millones. En total, el abanico de sanciones abarca 279 productos por valor de 50 mil millones de dólares.
Menos de 24 horas después, Pekín replicó con una batería de derechos aduaneros a productos estadounidenses -automóviles, petróleo crudo, gas natural y carbón- por 16 mil mdd. Esas represalias, equivalentes a las nuevas medidas de Washington, también entrarán en vigor el 23 de agosto.
Con esa actitud, el gobierno del presidente Xi Jinping demostró que no pestañea frente a Trump y que además está dispuesto, llegado el caso, a responder ojo por ojo y diente por diente.
"Con cada fase sucesiva de aranceles, Trump obliga a China a replicar de la misma manera", explica James Zimmerman, miembro de la firma de abogados internacionales Perkins Coie con sede en Pekín.
Los expertos coinciden en que, al persistir en una dinámica de sanciones, Trump deja poco margen a China para que pueda salvar la cara y acepte privilegiar el diálogo en lugar de la confrontación. Al subir permanentemente la apuesta le está pidiendo a Pekín una rendición incondicional. Es inaceptable para un país asiático -muy celosos de su honorabilidad- que, además, es una potencia planetaria. Es difícil pensar que Xi Jinping negociará bajo presión.
Trump se lanzó en esta aventura insensata por considerar que el déficit comercial con China estaba “fuera de control” y que los esfuerzos desplegados por los presidentes Georges W. Bush y Barack Obama habían fracasado.
El ocupante de la Casa Blanca olvidó que, como ocurre en todo conflicto, si el golpe no es demoledor, fortalece al adversario. “El impacto de las tasas anunciadas por EU será apenas perceptible por la economía china, pues los daños apenas pueden llegar a 0.1% PIB”, según el cálculo de Mark Williams, del gabinete de análisis Capital Economics.
La experiencia acumulada en más de medio de siglo -gracias a los conflictos de Vietnam, Afganistán e Irak- le enseñó a Estados Unidos los riesgos los riesgos que implica toda escalada. El mismo principio aplica en el caso de una guerra comercial.