La nostalgia es un sentimiento del que se abusa en la música popular. Aunque cada persona tiene todo el derecho de complacerse en el anhelo por tiempos pasados, también es un hecho que se debe entender y valorar cuando los artistas tienen la necesidad de huir de sus viejas glorias en busca de nuevos horizontes. Así comienzo mi recuerdo sobre Gustavo Cerati.
Mis únicas experiencias cerca de Gustavo Cerati están relacionadas con esa riña entre el pasado y el futuro; entre lo viejo y lo nuevo; entre la comodidad de lo conocido y la resistencia al cambio.
Conocí a Gustavo Cerati a principios de 2006, cuando su compañía disquera en México invitó a los medios de comunicación a una escucha del disco que en ese entonces estaba por lanzar su cuarta producción solista titulada Ahí Vamos.
La discográfica nos trasladó a un estudio de grabación en el Estado de México, en donde el argentino se sentó junto con nosotros para escuchar completo el álbum, para luego dar paso a una sesión informal de preguntas y comentarios. No era una rueda de prensa formal, sino algo más íntimo y por lo tanto más disfrutable.
Durante aquella sesión de escucha, me llamaron especialmente la atención canciones, en ese entonces nuevas para nosotros, como Crimen, Adiós y Lago en el Cielo, las cuales posteriormente se convertirían en sencillos promocionales del disco. También recuerdo pensar que el disco cerraba con broche de oro por dejar para el final otra joyita titulada Jugo de Luna.
Cerati vivió bajo las comparaciones con Soda Stereo
Gustavo Cerati se veía entusiasmado con la idea de presentar esta primicia, contento de compartir por primera vez el material que hasta ese momento casi nadie había escuchado.
Todo iba muy bien, hasta que algunos colegas comenzaron a hacer comentarios sobre las nuevas canciones y a compararlas con el sonido de Soda Stereo.
- “Esta canción me recuerda a tal canción de Soda”, murmuró uno.
- “Tal tema no es tan rockero como Soda”, dijo otro.
Y así, varias de las dudas o sentencias de los reporteros giraban en torno al recuerdo de Soda Stereo, a qué tan alejado o cercano de aquella banda seguía siendo Cerati.
El músico, que siempre fue un tipo inteligente y elegante, no sólo no se enganchó, sino que continuaba sonriente, contando de qué se trataba tal canción o cómo había surgido alguna otra.
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Soda Stereo, la banda que le dio fama y fortuna, se había disuelto en 1997, y aunque el clamor por una reunión era cada vez más grande, Cerati trataba de concentrarse en su carrera en solitario.
Con Ahí Vamos, Cerati realizó una gira por América Latina, España y Estados Unidos para promocionar ese disco, además de que tocó por primera vez en Londres, el 12 de octubre de 2006.
Soda Stereo vendió muy bien la nostalgia
El furor por el pasado seguía haciendo de las suyas. Aficionados, empresarios y, claro, decenas de medios de comunicación, seguían insistiendo en el tema de una posible reunión de Soda Stereo, hasta que esta se concretó al año siguiente. En 2007, el trío decidió juntarse para una gira por Latinoamérica, exactamente diez años después de su separación.
Yo no planeaba asistir al concierto de reunión, porque me parecía algo que sólo atendía a esa pinche nostalgia de la que tanto estoy renegado aquí, además de, claro está, a intereses económicos de todas las partes involucradas.
Sin embargo, y quizá como una especie de bofetada del destino, unas horas antes de uno de los conciertos que la banda ofreció en el entonces llamado Foro Sol de la Ciudad de México, recibí una llamada de Juan Puig, editor del diario Reforma, quien me pidió acudir al concierto no tanto para realizar una nota informativa, sino en calidad de crítico.
Así que cambié mis planes de aquella noche, que seguramente eran algo así como tirarme en el sillón a ver Everybody Loves Raymond, para trasladarme al oriente de la ciudad y cumplir con la misión que se me había encomendado.
El concierto transcurrió con normalidad. La banda tocó todo lo que tenía que tocar y los asistentes estaban eufóricos, satisfechos de ver cristalizado su sueño tan anhelado de ver una vez más en vivo a sus ídolos.
Gustavo Cerati no compartía la emoción de sus colegas tras reencuentro
Hubo un detalle que me llamó la atención: en lo que se refiere a la banda, Charly Alberti y Zeta Bosio se veían radiantes, sonrientes. No podían ocultar la cara de felicidad por seguramente también, como los fans, ver cristalizado ese sueño de volver a estar en el escenario, con todo el cobijo que debe dar tocar con el nombre de Soda Stereo.
Pero Gustavo Cerati no. A él se le veía otro tipo de actitud, no sé si decir arrogante o simplemente más ecuánime, como cumpliendo con su tarea. Trabajando, pues. Y nada más. Al menos así lo percibí yo, y así lo consigné en mi texto al que titulé En la Ciudad de la Usura. No dudo que más de un lector me habrá odiado por ello, y lo entendería por completo.
Un poco después, la banda terminó la gira de reunión y cada uno volvería a lo suyo. Bueno, en realidad Charly Alberti y Zeta Bosio, así como los fans y los medios, nunca dejarían descansar a Soda Stereo, como hemos visto en todos estos años.
Pero Cerati sí. Afortunadamente, el músico cerró ese capítulo y volvió a lo que requiere más riesgo: comenzar algo nuevo desde cero, una vez más.
Dos años más tarde, Cerati reapareció con un nuevo disco bajo el brazo, titulado Fuerza Natural.
Cuando el álbum estaba por salir a la venta, asistí a una rueda de prensa en la que, adivinaron: Los medios le seguían haciendo preguntas sobre Soda Stereo, mientras que él seguía tratando de compartir su nueva música.
Después de la conferencia, tuve la oportunidad de entrevistarlo acerca de este disco para la revista Círculo Mixup.
Hablamos de lo refrescante que era para nuestros oídos el hecho de que, además del sonido distintivo de Cerati, en este nuevo trabajo había coqueteos con el folk rock y con el folclor latinoamericano.
Admitió que era un disco que transmitía mucha paz y que era un trabajo muy cohesionado, pensado como una obra completa.
Defendió el hecho de que, en aquel lejano 2009, el disco se editara en vinilo y afirmó que, para él, el formato digital era una especie de involución. Esto es importante porque, repito, lo dijo desde hace 15 años.
Reflexionó sobre la crisis en Argentina, a la cual dijo estar más que acostumbrado como cualquier persona de ese país, y justificó el hecho de que recientemente hubiera trabajado con Shakira, algo que no todos sus seguidores veían con buenos ojos.
Al final de la charla nos pusimos de pie y mientras nos despedíamos -perdón, pero tengo que decirlo- me agradeció por no haber mencionado a Soda Stereo, mientras que ambos soltamos una carcajada.
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Estos son mis recuerdos sobre las dos veces que estuve cerca de Gustavo Cerati, dos momentos que para mí están muy ligados a ese eterno estira y afloja entre el pasado y el futuro, entre lo viejo y lo nuevo… Entre la vanguardia y la retaguardia.