En “Esa soy yo”, la autobiografía de Silvia Pinal publicada en 2015, la actriz, productora y diva del Cine de Oro mexicano comparte una visión íntima de su vida, marcada por una mezcla de retos, triunfos y amores.
Entre los episodios que relata, uno de los más emotivos es su conexión con Tlaxcala, un estado al que se refiere como “mi querida Tlaxcala”, un hogar temporal que dejó una huella profunda en su vida y legado.
UNA VIDA DE CONTRASTES
Nacida el 12 de septiembre de 1931 en Guaymas, Sonora, Silvia Pinal enfrentó desde su nacimiento circunstancias difíciles. Hija no reconocida de Moisés Pasquel, director de orquesta, fue criada por su madre, Silvia Pasquel y por Luis G. Pinal, un político que le dio su apellido y un entorno familiar estable.
Desde niña mostró un interés por los escenarios en la ópera y actuación con grandes maestros como Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, antes de dar sus primeros pasos en la radio y el cine.
En su autobiografía, Silvia Pinal narra su trayectoria artística, desde sus inicios en películas como Bamba y El pecado de Laura hasta su consolidación como actriz en las cintas de Luis Buñuel. Sin embargo, entre líneas de esta vida llena de luces, resplandece su amor por el teatro, una pasión que encontró un nuevo impulso en Tlaxcala.
La relación de Silvia Pinal con Tlaxcala comenzó décadas después, cuando en 1982 contrajo matrimonio con Tulio Hernández Gómez, entonces gobernador del estado. Fue un periodo de cinco años en el que la actriz se dedicó a labores sociales como presidenta del DIF estatal y también dejó un impacto cultural duradero.
La actriz dedicó parte de su tiempo en el estado a promover las artes escénicas, destacando su papel en la remodelación del Teatro Xicohténcatl. Su esfuerzo culminó con la reapertura del teatro en 1989 y estuvo marcado por una nueva puesta en escena de Mame, la obra que ella misma había protagonizado años antes.
En “Esa soy yo”, Pinal recuerda esta etapa con afecto, llamando a Tlaxcala su hogar y destacando el impacto que tuvo en su vida, pues “no fue solo un lugar de paso”. En sus propias palabras, “mi querida Tlaxcala” fue un espacio donde sembró un legado que aún inspira artistas.