Treinta años en la rumba flamenca y Rosario Flores lo tiene muy claro: “Soy un animal del escenario”. No lo dice por retórica. La pasión gitana la lleva en la sangre. Ahora que está a punto de recibir el Premio a la Excelencia Musical de los Latin Grammy 2022, es consciente de su estirpe: “No sería la artista que soy si no hubiera nacido donde nací”.
Rosario Flores nació en Madrid el 4 de noviembre de 1963, en plena dictadura franquista. Es hija de El Pescaílla —uno de los padres de la rumba flamenca— y de Lola Flores —cantaora andaluza pionera en abordar temas feministas en el flamenco. Doce discos de platino y dos de oro la acreditan, además, como una de las mayores exponentes pop de esta cultura que bien puede escucharse en los tablaos, las cantinas, las calles, los teatros y, de unos años para acá, hasta en los festivales de rock.
Te puede interesar: Ellos son todos los mexicanos nominados al Latin Grammy 2022
En entrevista con El Sol de México, Rosario asegura que la música siempre avanza, nunca retrocede. Y si lo hace, dice, es para tomar alguna base, alguna fuerza, siempre necesaria para mirar hacia adelante.
“Hay puristas para los que el flamenco puro es intocable”, reconoce. “Pero la música ha cambiado mucho, sobre todo porque ahora los artistas llegamos al mundo entero en un instante”.
La intérprete de Qué bonito —uno de sus grandes éxitos— afirma que “la música es evolución” y recuerda que, cuando ella comenzó su carrera a principios de la década de 1990, “había gente mayor que no recibía bien mi música”. Por eso ella se niega a sumarse a las críticas en contra de la que actualmente es quizá la figura más visible del pop español con raíces flamencas: Rosalía.
“La evolución es cambiar y eso es una realidad: el futuro es así. A mí me encanta ver a los jóvenes artistas, ver sus aportaciones, y si yo puedo servir de inspiración, bienvenido sea”, dice. “A mí Rosalía me parece una artista súper creativa, con mucha fuerza, que está viviendo su momento. Es una tía fuerte que lo tiene muy claro. Me parece una propuesta bastante interesante”.
Rosario Flores es una artista multifacética. Sus caminos artísticos se han bifurcado en más de una ocasión. Conoce el abc del flamenco, pero también sabe cómo hacerlo atractivo para las grandes masas, fusionarlo con el pop, el rock, el bolero. De lo que sí está segura es de su predilección por las viejas formas. Es una especie de romanticismo por lo acústico, lo análogo. O como ella lo llama: lo orgánico.
“La música en vivo es lo mejor que hay en el mundo, sea cual sea, donde sea que se exprese. Tocar en directo y que haya músicos para llegar al corazón de la gente… Soy muy orgánica. Así me he formado. Soy más orgánica que las programaciones actuales, que te permiten encontrar sonidos modernos. Yo creo que, lo que al final mola, es una guitarra, una canción bonita. Porque definitivamente puedes emocionar sólo con una guitarra”.
➡️ Suscríbete a nuestro Newsletter y recibe las notas más relevantes en tu correo
A esta mujer de obvios rasgos moriscos —los mismos que siguen siendo segregados en Europa y muchas partes del mundo— no le agrada hablar de política. Dice que no está familiarizada con ella. “Yo prefiero la política del amor, es la que llevo a cabo”, aclara. Aunque no se niega a reflexionar sobre la cultura gitana de la que aprendió —y aprehendió— tanto.
“Todo lo que reivindique a las sociedades gitanas siempre es bueno para combatir los prejuicios, porque es absurdo que todavía haya prejuicios contra las razas. Los tiempos están cambiando gracias a Dios: ahora hay mentes conscientes sobre lo absurdo que es el racismo, esa equivocación tan grande. Y es que lo mejor que tenemos los gitanos es el espíritu de la música: ella es nuestra respiración. La música forma parte de nosotros. No es un trabajo: es una manera de vivir. Somos seres muy libres. Tenemos una vanidad muy sana. Somos más de disfrutar de la vida que de ganar cosas materiales”, concluye.