Tiempo, dinero, guerra y muerte. Hay cosas que, en esencia, jamás cambian. Lo supieron los integrantes de Pink Floyd cuando, a inicios de 1970, discutieron sobre la posibilidad de hacer un álbum que dejara atrás las fantasías psicodélicas para adentrarse en el mundo real, el de la monotonía, las ambiciones, el estrés y el miedo a la vida moderna.
Ese disco —que este año cumple medio siglo— se ha vendido en casi 50 millones de copias en todos los formatos. Y aunque 1973 parece lejano, los sonidos del The Dark Side of the Moon reverberan con la misma fuerza. O quizá mayor. Porque existen tantas interpretaciones de este álbum como personas. El filósofo británico Friedrich A. Kittler escribe: “Tantos versos leídos, tantos versos olvidados, pero Pink Floyd permanece en la cabeza, pues una canción exitosa contiene en sí más siglos que un motete (composición bíblica)”.
Pero The Dark Side of the Moon fue mucho más que canciones famosas. De entrada, fue un disco que se hizo en vivo. Así que, cuando Waters, Gilmour, Mason y Wright llegaron al estudio de grabación, ya sabían por dónde iba todo. Fue un álbum hecho al vapor de la cotidianidad. Y según Mason, el baterista, sin intenciones de fabricar una máquina de éxito. De hecho, los motivos que realmente los llevaron a componer el álbum fueron "las fechas límite de entrega, los viajes, el estrés de volar, el aliciente del dinero, el miedo a morir y los problemas de inestabilidad mental que podían desembocar en la locura", escribe Mason en Inside Out: A Personal History of Pink Floyd.
“Creo que todos sabíamos que The Dark Side of the Moon era un muy buen disco cuando lo terminamos. Sin dudas, una obra completa mucho mejor que cualquier cosa que hubiéramos hecho antes pero que, por descontado, no ofrecía ningún indicio de potencial comercial, de modo que yo me quedé tan sorprendido como todo el mundo cuando sencillamente empezó a tener tanto éxito”, agrega.
El álbum permaneció 741 semanas consecutivas, casi ocho años, en las listas de los Billboard 200, un récord que sigue sin romperse.
Una proeza de producción
La ingeniería de audio llegó a su momento cumbre con el octavo álbum de Pink Floyd. Incluso se dice que las grandes marcas tecnológicas probaban sus equipos de audio antes de que salieran al mercado reproduciendo ese disco, cuya sonoridad es compleja, con todo en su lugar. El reproche eterno contra Pink Floyd, de hecho, es ese: el álbum hizo rico a la banda, pero no al equipo técnico detrás de él. Alan Parsons, el arquitecto en jefe de todo el sonido del Dark Side, recibió unas 35 libras por semana. Nada más.
“Alan Parsons fue fundamental para encontrar el sonido que canalizara las ideas. El sonido que se logró fue tan espectacular que durante muchos años, Dark Side se utilizó para probar equipos de audio”, explica en entrevista Sergio Marchi, autor del libro Roger Waters. Paredes y Puentes: El Cerebro de Pink Floyd (Planeta).
En su libro La verdad del mundo técnico (2013), Friedrich A. Kittler reflexiona sobre cómo la tecnología militar de la primera mitad del siglo XX fue llevada, después, a los estudios de grabación, donde la alta fidelidad sonora que necesitaban los submarinos para detectar misiles fue utilizada, posteriormente, para grabar canciones de toda la British Invasion. Los estudios londinenses de Abbey Road —donde se grabó el Dark Side y tantas otras joyas— fueron la parada principal de esta tecnología bélica aplicada al entretenimiento.
“El arte no tiene fecha de vencimiento. Y The Dark Side of the Moon es uno de los discos más impresionantes del siglo XX por su cohesión”, dice Marchi. “Para mí, sigue siendo una interesante parábola sobre los ‘grandes temas’ cotidianos. No me parece para nada un disco depresivo, pero tiene algo de memento mori, la frase que primero le enseñaban a los samuráis: ‘ten presente que algún día has de morir’”.
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La obsesión por la muerte y el paso del tiempo son dos temas recurrentes en el disco, que también esboza la locura como resultado no sólo de una enfermedad —y en clara referencia al fundador del grupo, Syd Barrett, quien en 1973 ya estaba siendo tratado por un psiquiatra—, sino de una cotidianidad que abruma, de una vida moderna que lleva a la desesperación y la avaricia.
“Creo que The Dark Side of the Moon fue el mejor momento de la banda, y tal vez ese éxito mundial haya desatado cierta megalomanía de Roger Waters que se fue agudizando. Dark Side es el disco que los pone en la historia y les asegura su lugar. Y aún hoy continúa haciéndolo. Cuando mis alumnos o mis lectores me preguntan por dónde comenzar a escuchar a Pink Floyd, yo les digo siempre que por The Dark Side of the Moon”, asegura Marchi, un reconocido académico y periodista musical argentino.