A un costado del camino real que va de Tepeyanco a Zacatelco, se encuentran los restos de lo que fue una capilla dedicada a la veneración de Santa Ana, cuya edificación del siglo XIX, era adornada, hasta hace unos meses, por un imponente alcanfor, testigo de un sinfín de historias y acontecimientos.
La cronista de la localidad, Ruby Evelyn Ramírez, relata que en la capilla, cuya fachada conserva detalles de su construcción, los feligreses acostumbraban a venerar a Santa Ana con celebraciones eucarísticas y convivencias.
“Aquí se llevaba a cabo un desayuno o comida, dependiendo lo que acordaran los mayordomos; también se celebraba una misa y los pobladores acudían con mucha devoción a celebrar a la santa, aun cuando la edificación empezaba a caerse por el paso de los años”, mencionó Ramírez.
Agregó que desde hace unos doce o quince años, se dejó de hacer el festejo porque la colocación de las lonas estaba dañando los muros, que son de piedra y adobe. “Ahora la fiesta se hace en casa del mayordomo en turno”.
Respecto al enorme tronco que está situado a un costado de la capilla y que desde la carretera llama la atención por su enorme tamaño, dijo que se trata del que fue considerado el árbol más grande y viejo de Tepeyanco.
Hace 30 años se quemó, pero hasta hace unos dos meses un fuerte viento lo derribó. Era un alcanfor que fue conocido por varias generaciones; además de su gran tamaño, se calcula que media más de 25 metros de alto, lo recuerdan por el agradable aroma que desprendían sus semillas, mencionó la cronista del lugar.
“Varias personas del lugar vinieron a jugar junto al árbol, cuando eran niños, es una lástima que el viento lo haya derrotado”, finalizó.
- 15 años han pasado desde el último festejo en el lugar.
- 25 metros medía el alcanfor que se ubicó junto a la capilla.
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