Por generaciones, familias de artesanos de la pirotecnia del municipio de Sanctórum han hecho de esta labor su principal sustento y fuente de ingreso, por ello trabajan para reforzar las condiciones de seguridad ante el riesgo que implica el manejo de pólvora.
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Ante el peligro que implica el oficio que desarrollan, los artesanos ponen su esfuerzo en acatar las recomendaciones de las autoridades, pues en el pasado muchos han perdido la vida por un mal manejo de los materiales químicos o por descuidos.
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De acuerdo con Florentina Torres Camacho, artesana de pirotecnia que aprendió el oficio de sus abuelos y padres, con los años han asumido la responsabilidad de contar con todos los requisitos para operar legalmente, por lo que obligadamente tramitan el permiso que expide la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y cumplen a cabalidad con el reglamento de la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos.
Para garantizar la integridad de ella y su familia, desde hace 15 años decidió junto con sus hijos instalar un comercio en el mercado de pirotecnia de Sanctórum, con el objetivo de separar de su taller el punto de venta con la intención de evitar riesgos innecesarios por el mal manejo de alguno de los diversos productos que elaboran.
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Y ante el crecimiento del número de puestos en el tianguis de pirotecnia, decidió mudarse al nuevo mercado, ubicado en una de las entradas principales del municipio.
ESTRICTAS MEDIDAS DE MANEJO
Los meses de agosto a diciembre son los de principal venta en el municipio debido a las fiestas patrias, las celebraciones guadalupanas y los festejos decembrinos en general.
Con el objetivo de evitar incidentes que afecten a sus familias y a los clientes, los vendedores de cohetes como Florentina Torres se someten a constantes revisiones de instituciones como la Sedena y la Coordinación Estatal de Protección Civil (CEPC), pues han entendido que la clandestinidad les ha cobrado altas facturas.
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Los polvorines, como se les conoce a los espacios dedicados a la venta, están tapizados de anuncios que refieren el peligro que implica el manejo de los cohetes y juguetes pirotécnicos, además cada uno está identificado con su número de permiso de la Sedena.
En cada espacio se señala que queda prohibido fumar y se especifica que los productos no se pueden probar y que a cada persona -mayor de edad- se le pueden vender hasta 10 kilogramos de producto.
Como parte de las revisiones que se llevan a cabo, Juan Rodríguez Pérez, personal operativo de la CEPC, refirió que ellos constatan que cada uno de estos espacios cumplan con los reglamentos.
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Es primordial que cuenten con una salida de evacuación, que los productos estén debidamente empaquetados, tener a la mano botiquín médico, un extintor en el punto de venta en óptimas condiciones.
Durante un recorrido de revisión que efectuó la institución para asegurar que se cumplan las condiciones de seguridad y que atestiguó este Diario, personal de Protección Civil verificó que los polvorines contaran con estos implementos, además de un tambo de arena y agua, así como pico y pala que son indispensables para atender cualquier contratiempo.
Y es que en caso de una explosión la arena evita que el fuego se siga extendiendo; en tanto, el agua y extintor son utilizados para sofocar las llamas, aunque afortunadamente para ellos en los últimos años no han registrado incidentes en los negocios establecidos y se siguen capacitando.
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Además, Juan Rodríguez Pérez comentó que las visitas de verificación a los establecimientos y talleres son recurrentes, por lo que en últimas fechas decidieron establecer un perímetro en los espacios de estacionamiento para evitar que alguna fricción pueda ser la causa de alguna chispa que pueda causar la detonación de alto impacto.
También revisan que casa polvorín mantenga una distancia de siete metros entre cada uno, que no haya productos explosivos de alto alcance, pues en los últimos años estos han sido retirados de los puntos de venta y sólo son comercializados por encargo para tener mayor regulación.
Asimismo, por el incremento de artesanos que buscan tener un punto de venta, actualmente han aumentado las zonas para la instalación de polvorines, aunque sigue en operaciones el mercado de pirotecnia que entró en funcionamiento hace 15 años y que ya es insuficiente para la operación de más puestos, por eso desde hace cuatro años hay un nuevo mercado de pirotecnia en Sanctórum.
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SEGURIDAD ES PRIORIDAD
Desde hace unos años el proceso de elaboración de los cohetes también ha sido modificado, pues la intención no sólo es mantener a la población a resguardo, sino a los propios artesanos.
Ahora estos artefactos cuentan con una mecha de seguridad, es decir, recubierta para evitar que con la simple fricción la pirotecnia pueda ser detonada y solo a fuego directo pueda activarse, aunque esto no implica que los cuidados se aminoren.
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Actualmente, los diferentes juegos pirotécnicos son empaquetados en presentaciones individuales o que eviten fricciones, son trasladados en cajas de plástico y en camionetas conforme a las especificaciones que establece la Sedena.
Separar los talleres y los puntos de venta es primordial para los artesanos, refirió Judith Montaño quien permanece en uno de los tres principales establecimientos en la demarcación, para evitar accidentes por el mal manejo de las sustancias que manejan.
CHISPAS Y LUCES, LO MÁS SOLICITADO
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En esta temporada decembrina los productos más solicitados en los puntos de venta son las chispas y las luces, pues los explosivos cada vez están más limitados a la venta.
Las conocidas “palomas” son todavía visibles en los polvorines, pero en tamaños medianos o chicos, los de gran tamaño solo son solicitados por pedido. Otro de los que ya no es recurrente encontrar son los denominados “vampiros”, debido a la onda expansiva que generan cuando estallan.
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Entre los más solicitados son las denominadas “ollitas”, “escupidores”, “el volcán de diamantina”, “Peppa”, “Bob esponja”, “las chispas”, “el dulce”, “ovni”, que no implican peligro siempre y cuando exista la supervisión de un adulto.
Los precios en los que se pueden encontrar estos productos van de los 20 a los 60 pesos por paquete, que contienen de seis hasta 50 piezas, dependiendo el producto.