Media despierta y dormida por la anestesia. Media consciente de las maniobras que los médicos hacen y confusa -precisamente por los movimientos que por ser en uno de sus ojos parecen bruscos-, Blanca ansía reestrenar su vista.
Tiene 63 años de edad, y cuando las personas llegan a ese momento de la vida casi siempre necesitan de alguna reparación en sus ojos. En su caso, llegó al Complejo de Atención Especializada en Salud y Bienestar, en Apetatitlán, para recibir un lente intraocular que le permita recuperar la vista de su ojo izquierdo.
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Recostada en una cama de quirófano, Blanca sigue las instrucciones de enfermeras, anestesiólogos y médicos.
“Abra bien los ojos, no los cierre y vea mis dedos...Va a sentir un piquetito de este lado”, son las indicaciones que escucha minutos antes de recibir anestesia local, y previo al bloqueo oftálmico izquierdo.
Son cerca de las 10:00 horas y llega el momento en que deja de moverse, pareciera que sucumbió a las manos de los profesionales de la salud y entonces, una vez que se han percatado de que la paciente ya no siente nada en la zona del ojo que será operado, a la sala de cirugía ingresa Enrique Córdoba Juárez, el médico oftalmólogo que estará encargado de las maniobras para mejorar su vista.
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Se trata de un procedimiento sencillo, ambulatorio, que no dura más de 20 minutos y que, una vez terminado, el paciente regresa a casa. “No hay mayor riesgo”, prometen los doctores.
Blanca tiene opacidad en el cristalino de su ojo izquierdo. Esa patología, popularmente conocida como cataratas, le impide ver colores definidos y, aunque parcial, le genera ceguera.
Es entonces que entra en acción el médico especialista en revertir ese problema. La mesa instrumental está completa, incluso ya fue seleccionado el lente que Blanca estrenará.
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Sentado frente a un microscopio quirúrgico que apunta al ojo de Blanca, el médico inicia con la cirugía: con un bisturí penetra su ojo y hace una pequeña incisión en la córnea (menos de tres milímetros), para después romper, fragmentar y aspirar la catarata.
En el centro de ese quirófano blanco de paredes, repleto de modernas máquinas pero con suficiente espacio para que el personal pueda caminar, entrar y salir, el doctor hace las maniobras necesarias para devolverle a Blanca la visión.
Desde luego, en ese espacio de unos 20 metros cuadrados predomina el olor a limpio, a cloro, a una mezcla de medicamentos diversos. La regla principal para no contaminar la zona y proteger al paciente, es que cualquier persona que ingrese debe hacerlo con ropa hospitalaria para cirugía esterilizada.
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Infaltables también son el gorro y botas quirúrgicas, los guantes de látex y el cubrebocas que durante más de dos años (2020-2022) fue aliado de la población para evitar contagios de Covid-19.
Durante la cirugía se le escucha decir algo al médico, y aunque más bien parece un susurro a sus compañeros, los presentes deducen que pidió el lente intraocular que reemplazará al cristalino del ojo de Blanca. La enfermera fue la encargada de acercarlo hasta la cama de cirugía y entregarlo al especialista, de ahí la conclusión de las palabras.
En el proceso sobresalen ruidos similares a agua que es lanzada con presión desde un instrumento semejante a una jeringa, y que se mezclan con los constantes sonidos “beeps” que genera la máquina que controla la frecuencia cardíaca, las funciones vitales de Blanca.
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Por la misma incisión hecha a la córnea el médico introduce el diminuto lente artificial. Ya en el ojo de Blanca ese reemplazo se expande por sí solo y, ayudado de finas herramientas, el doctor lo acomoda.
En términos médicos la cirugía practicada se conoce como facoemulsificación (procedimiento que produce ondas sonoras para romper la catarata), que en un lenguaje coloquial significa que la abertura en la córnea no requiere de puntos (que sea cocido para que quede cerrada la herida).
Una vez que el especialista comprobó que todo está en orden en el ojo de Blanca, le colocan un par de medicamentos vía oftálmica, y luego le retiran las mantas y vendajes del rostro y del ojo que fue intervenido.
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Para ese entonces son ya las 10:26 horas y con ello queda comprobada la rapidez y facilidad de esa cirugía. Por eso se llama ambulatoria. Todo salió bien.
“Se va a levantar de la cama lentamente, sin hacer esfuerzo y sin agachar la cara”, le dicen a la señora Blanca mientras por la espalda la ayudan a impulsarse para que haga el menor trabajo posible para sentarse en la cama.
Mientras tanto, a un costado de la cama llega personal de la unidad médica con una silla de ruedas en la que Blanca fue sentada y posteriormente trasladada a la zona de recuperación, donde fue observada médicamente por unos minutos hasta que se le pasó la anestesia local.
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Minutos más tarde y acompañada por sus familiares, por “propio pie” la paciente salió de la Unidad de Mínima Invasión del CAESB, en Apetatitlán, pero deberá regresar al día siguiente para una revisión que descarte cualquier tipo de afectación.
- Blanca tiene opacidad en el cristalino de su ojo izquierdo. Esa patología, popularmente conocida como cataratas, le impide ver colores definidos y, aunque parcial, le genera ceguera.