En la clausura del Congreso Internacional de Educación con sede en la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UATx), Ángel Díaz Barriga, coordinador general del Centro de Investigación Educativa, habló sobre la evaluación formativa como un proceso pedagógico que atiende el desarrollo y aprendizaje de los alumnos.
En la ponencia titulada ¿Evaluar o calificar?, impartida en el Centro Cultural Universitario, el destacado académico abordó el papel de la evaluación y reflexionó sobre la valoración sumativa, auténtica, significativa y formativa.
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En su análisis, aseveró que deben cambiar el concepto de las tareas del docente y los alumnos, pero también los retos y debates para trabajar sobre el tema.
Por lo tanto, explicó que la evaluación son múltiples acciones que no necesariamente parten de conceptualizaciones explícitas, de ahí que tienen diversas aproximaciones, como la psicometría, la teoría de gestión y la pedagogía, este último como el gran ausente en el campo educativo.
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Entonces, dijo que la calificación surge de una necesidad administrativa y no desde una cuestión pedagógica, tiende a expresarse con número o letras, pero lo grave es la finalidad que tiene, pues los números no siempre se convierten en finalidades, de modo que no es una asignación justa y objetiva porque se convierte en el resultado de un promedio aritmético.
Aseveró que la aparición de la calificación pervierte el trabajo en el aula, pues solo está asociado con un número o un tributo que provoca que los docentes pierdan el placer de enseñar y los alumnos pierdan el placer de aprender.
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En este sentido, la calificación se convierte en la finalidad del proceso educativo, pues los alumnos trabajan en el aula para obtener esa calificación y no para aprender, lo cual es un proyecto personal que no debe atribuirse al profesor, plan de estudio o programa académico.
Aclaró que por mucho tiempo le apostaron a “sí hay enseñanza, hay aprendizaje”, pero esto no siempre es verdadero y la reforma de 2013 estipulaba que, al contar con buenos docentes, los alumnos deben aprender en automático.
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Díaz Barriga compartió que, en el siglo XX, surgieron diversos conceptos sobre evaluación, pero esto derivó en una profunda discusión debido a que la evaluación fue considerada como un término de control, la calificación fue gestada por una necesidad administrativa y no didáctica, la calificación se convirtió en el fin de la educación, a la calificación se le llamó evaluación, desapareció el asunto de analizar los procesos de aprendizaje de los estudiantes y la inmersión en una ideología de cuantificar.
Por ello, apostó a la evaluación formativa porque supone atender la formación y no solo el aprendizaje, se centra en lo no observable y no cuantificable, atiende a la tarea sustantiva de analizar el proceso de desarrollo y formación de un ser humano en una etapa de su vida, así como del aprendizaje.
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Añadió que el reto de la evaluación formativa es unificar las estrategias didácticas con retroalimentación como una actividad imbricada mutuamente. Los planteamientos de este modelo son mejorar y retroalimentar, eje de la autoreflexión, impulsar mecanismos informarles, evitar la sobrecarga de acciones, evitar un sistema de sanciones y asumir una dimensión personal.
El ponente concluyó que no existe una línea clara de evaluación formativa, de ahí que debe construirse desde lo pedagógico y didáctico, para poder trabajar y aprender de los errores, analizar finalidades, la participación activa, reconocer avances, logros y retos.
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EL RETO
Un reto para avanzar en la ruta de la evaluación formativa es la generación de estrategias posibles a seguir en la docencia y cuidar la forma para no hacerla más rígida e impedir que fluya.
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