Múltiples cambios políticos, económicos y sociales se vivieron en México durante la posrevolución, pues las luchas en el territorio mexicano a lo largo del siglo XX fueron consecuencia de reestructuras por la libertad.
Como fuente de resistencia, la poesía fue el armamento de intelectuales como Crisanto Cuéllar Abaroa, quien fue un cuestionador absoluto de aquella época y un tlaxcalteca cuyo pensamiento hace ecos hasta nuestros días.
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Nació en Atlangatepec el 15 de febrero de 1901. De acuerdo con el Periódico Oficial de ese municipio, Crisanto Cuéllar cursó ahí los primeros años de primaria y los últimos en la capital de Tlaxcala.
Más adelante, inició sus estudios superiores en el Instituto Científico y Literario del Estado de Tlaxcala.
Si bien su nombre resuena en la historia de la entidad por asumir distintos cargos públicos como el de gobernador interino del estado, también fue un apasionado de la literatura y un historiador autodidacta; escribió cuento, novela, ensayo y poesía. Esta última, recargada de recursos técnicos, retóricos e ideológicos con el objetivo de lograr que los tlaxcaltecas fueran reconocidos como patrióticos y revolucionarios.
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De acuerdo con Candelario Reyes, la vida de Cuéllar Abaroa no fue “propiamente un viacrucis, pero sí una lenta y firme ascensión lograda a fuerza de carácter, de talento, de conocimientos, y, dentro de su convicción revolucionaria, de habilidad política”.
Sus lecturas de obras selectas y especializadas en ciencias sociales y políticas que le permitieron pertenecer a Ateneos, Seminarios de cultura y Academias distinguidas de la Ciudad de México y ser socio fundador de la Sociedad de Geografía, Historia, Estadística y Literatura de su Estado, además de distinguirse como historiador relevante y prosista antológico en numerosos libros sobre Literatura, Arqueología, así como temas políticos y sociales.
ESCRITURA Y RESISTENCIA
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Fueron cerca de 68 las obras escritas por Crisanto Cuéllar Abaroa. Entre ellas destacan el ensayo Historia de la Revolución en Tlaxcala (1975), las novelas La Voluntad del Destino (1926) y Caras de Ayer (1956), así como el poemario De la vida, el amor y la muerte (1968).
En sus textos en prosa se acentúan descripciones de los mexicanos que intervinieron en la Revolución como Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y Belisario Domínguez. Asimismo, nombró personajes regionales de los que resaltó rasgos antes desconocidos como Tlahuicole, Juan Cuamatzi, Antonio Carbajal, Justino N. Palomares y Guillermo Durante de Cabarga. De hecho, las narraciones realistas de acontecimientos ocurridos en Tlaxcala ubican a Crisanto Cuéllar como uno de los autores de la corriente literaria de la Revolución Mexicana en relatos como “¡Yo soy Domingo Arenas!” o “El telegrafista de los ojos azules”.
En su faceta como poeta, apostó por la sencillez y transparencia. En su poesía no hay palabras complejas ni conceptos nebulosos que reclamen acudir de inmediato a diccionarios especializados. La emoción del momento, el lejano recuerdo, el episodio vivido, la nota íntima y cordial, discurren por sus versos con naturalidad insólita, sin tropiezos y sin precipitaciones, aún llevando como llevan rico contenido.
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Cultivó el soneto a la manera clásica, es decir, creó composiciones poéticas de catorce versos endecasílabos organizados en cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos. Cabe señalar que la métrica, la estructura y la creatividad son elementos clave para componer un soneto exitoso, por lo que se considera una de las estructuras más complejas de la literatura.
El historiador Armando Díaz de la Mora, dentro del espacio “Tlaxcala en la Historia”, afirma que Cuéllar Abaroa escribió más de 500 sonetos y cerca de 700 poemas de diferentes métricas. La emoción del momento, el lejano recuerdo, el episodio vivido, la nota cordial e íntima discurren por sus versos con naturalidad en los poemarios Flores silvestres, Sonetos, El último fraile y otros poemas místicos, El grito social, Poemas de la Revolución Mexicana y Canto lírico a Fernando Ramírez de Aguilar.
En un México apresurado de modernidad, la poesía significó una pausa en el tiempo para los escritores, así como la posibilidad de asimilar la evolución que se vivió a nivel generacional en tan poco tiempo. Más que un arma cargada de futuro, fue una forma de resistencia.
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Como lo dejó claro el poeta Juan Bañuelos, “si bien es cierto que un producto literario no puede cambiar un sistema completo, sí logra, a partir de ciertos recursos comunicar, dialogar con el lector, denunciar o interrogar acontecimientos sociales”.
La poesía de don Crisanto Cuéllar le cantó al ambiente, a los personajes, a la vida y a lo sentimental hasta el día de su muerte el 16 de julio de 1989 en la ciudad de Tlaxcala, fecha que dejó una profunda huella en las letras y en todos los campos del saber en que participó.
De hecho, el mismo Candelario Reyes escribió a modo de promenio en De la vida, el amor y la muerte que “Tlaxcala puede ufanarse con justificados orgullos al contar entre sus hijos al poeta distinguido que hay en Crisanto Cuéllar Abaroa. Claro está que para fortalecer esos orgullos, él no es el único; pero es indudable que cuenta con los medios suficientes para ser de los pocos que se acusan en primerísima fila”.
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Cabe señalar que aún cuando ese texto apeló por un acto meditado de “emocionada, pero merecida justicia” hacia las letras del poeta tlaxcalteca, no existen reediciones que permitan la libre distribución del legado de Cuéllar.
CRISANTO CUÉLLAR Y MIGUEL N. LIRA, UNA LETRADA AMISTAD
La relación entre Crisanto Cuéllar Abaroa y Miguel Nicolás Lira Álvarez inicia desde su nacimiento, pues Cuéllar fue apenas cuatro años mayor que Lira. Durante su apogeo literario, ambos escribieron un correo amistoso en la revista de Huytlale de 1953 a 1958, de acuerdo con la investigadora Olimpia Guevara.
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Miguel N. Lira edificó su casa en las afueras de Tlaxcala, en un lugar llamado Huytlale, que significa “tierra grande”. Desde allí, el poeta estableció una especie de correspondencia con el mundo exterior y fundó la revista Huytlale con Crisanto Cuéllar en 1953, que incluye poesía, textos en prosa y noticias referentes al estado de Tlaxcala, sobre todo de índole histórica.
De acuerdo con la Enciclopedia de Literatura en México, fueron 27 los números publicados. En 1957, Lira tuvo que retirarse de Tlaxcala, pues lo atacaron y calumniaron tres ministros de la Corte. Continuó la publicación de Huytlale en un nuevo domicilio en Chiapas. Mientras que Crisanto Cuéllar falleció el 16 de julio de 1989 en la Ciudad de México, dejando como legado un trazo firme, pero poco divulgado, por el camino de las bellas letras en Tlaxcala.
La poesía de don Crisanto Cuéllar le cantó al ambiente, a los personajes, a la vida y a lo sentimental hasta el día de su muerte el 16 de julio de 1989 en la ciudad de Tlaxcala, fecha que dejó una profunda huella en las letras y en todos los campos del saber en que participó.