Día de Muertos, un festejo de vida

En Tlaxcala, la festividad de Todos los Santos es una tradición que se vive con gran respeto y religiosidad popular

FABIOLA CABALLERO

  · miércoles 31 de octubre de 2018

Colorida y alegre es la fiesta de Todos los Santos en Tlaxcala. Al arribar el otoño, el campo tlaxcalteca se tiñe de amarillo gracias a la florecilla que guía y rinde culto a los muertos: la flor de cempasúchil, infaltable como popular ofrenda en las tumbas.

Este icono de la cultura mexicana, junto a las calaveritas de azúcar y el pan de muerto, forma parte de una tradición milenaria basada en el sincretismo entre los rituales católicos y prehispánicos.

El Día de Muertos ha sido en todas las culturas, y a través de la historia, un evento que invita a la reflexión, nos enseña que la muerte es parte de la vida y hay que festejarla.

CULTO POR 40 DÍAS

Las culturas prehispánicas compartían la creencia de que, después de morir, el alma continuaba su camino en el mundo de los muertos, donde se necesitan utensilios, herramientas y alimentos.

Cesáreo Teroba Lara, cronista de la ciudad de Tlaxcala, menciona que los antiguos tlaxcaltecas rendían culto a sus muertos 40 días al año. La fiesta de los niños llamada Miccailhutontli se realizaba durante 20 días (del 9 al 28 de agosto), mientras que la conmemoración de los difuntos mayores conocida como Hueymiccahui, iniciaba del 29 de agosto al 17 de septiembre. Estas fechas se regían bajo el calendario náhuatl (Tonalmatl).

Por su parte, el muralista Desiderio H. Xochitiotzin decía que la festividad de Todos los Santos en Tlaxcala es una tradición de profunda religiosidad y respeto, sobre todo entre la población autóctona y los otomíes, cuyas costumbres están muy arraigadas.

TRADICIONES INDÍGENAS

Un ejemplo de ello es el municipio de San Juan Ixtenco, ubicado a las faldas de la Malinche, cuyas ofrendas se caracterizan por su riqueza tradicional indígena. Las cruces que colocan en los panteones y ofrendas son hechas con ramas de árboles. En sus altares colocan un puñado de maíces multicolores para que los “muertitos recuerden y se lleven parte de la cosecha”.

Doña Margarita Ortega, perteneciente al último reducto otomí, cada 1 de noviembre espera a sus difuntos con un gran festín. Antes, bendice el petate o mesa donde se colocará la ofrenda con incienso y oraciones religiosas. Al centro, forma una cruz con veladoras para que alumbre el camino de sus seres queridos.

Una vez terminado el ritual, evoca los nombres de los difuntos en cada fruta, pan de muerto o plato de mole que se coloca en la ofrenda. Para los “olvidados” también hay una cazuela de comida en medio de la mesa, y para las almas en pena coloca un plato de tamales “tontos” en la entrada de su casa.

En la comunidad de San Felipe Ixtacuixtla, los hogares reciben a sus fieles difuntos con olorosas ofrendas, incienso y un camino de flores. Mientras las campanas de los principales templos (El Calvario, La Parroquia y el exconvento) así como de las cinco capillas restantes de la comunidad repican nostálgicamente ante su llegada.

Los toques de clamor no cesan. Durante toda la noche acompañan a las decenas de familias que acuden al panteón municipal a velar a sus muertos. Festejan a los que se fueron y los que siguen vivos. Con música al son del mariachi, alegría y “anécdotas sobre nuestros difuntos, los recordamos cada año”, precisa don Simón Pérez, originario de la localidad.

El repique de las campanas continúa hasta las tres de la tarde del 02 de noviembre. Los feligreses despiden a las ánimas esperando un pronto encuentro.

Entre tumbas, flores e incienso, los pobladoresdeSan Isidro Buensuceso, localidad de San Pablo del Monte, esperan la llegada de las ánimas en el panteón. Grandes y chicos se reúnen para recordar a sus muertos en una noche alumbrada por decenas de veladoras, donde los cantos y rezos se pierden en lo alto de la Malintzi.

En Totolac, cuya población tiene origen náhuatl, las ofrendas son abundantes en panes, por ser un lugar de panaderos. Los sepulcros son adornados con tierra blanca traída de Tizatlán -lugar de tierra blanca-, al igual que ornatos de fruta y flores de temporada. El dos de noviembre hacen una gran fiesta en el panteón.

Otras comunidades y municipios como San Francisco Tetlanohcan, Tepehitec y San Luis Teolocholco aún conservan costumbres y tradiciones ancestrales que rinden culto a los muertos.

LA LLEGADA DE LAS ÁNIMAS

  • El 28 de octubre se espera la llegada de las ánimas que murieron accidentadas, comprende también a los suicidas y a los que murieron asesinados
  • El 29 de octubre es el día de conmemorar a los que murieron sin recibir el bautismo, a los ahogados y a los que no pudieron nacer.
  • El 30 de octubre se recuerda al ánima solitaria, aquella que ya no es recordada.
  • El 31 de octubre se reciben a los niños.
  • El 01 de noviembre se reciben a los difuntos mayores.

LA OFRENDA Y LA AGRICULTURA

De acuerdo con Teroba Lara, la fiesta de muertos en la antigüedad estaba vinculada con el calendario agrícola. Es la única fiesta que se realiza una vez terminada la cosecha, y si el tiempo fue bueno era un motivo más para celebrar. Así, la festividad de Todos los Santos constituye el primer banquete en la ofrenda que se compone por diversos platillos hechos a base de maíz, haba, frijol o calabaza.

La muerte es una nueva manera de vivir, no solo para los que por alguna razón se han hecho inmortales

Desiderio H. Xochitiotzin / Muralista