Un verdadero calvario y más de 24 horas de angustia e incertidumbre vivieron los integrantes de una familia originaria de Chiautempan, cuando sus vacaciones en Acapulco, Guerrero, se vieron empañadas por Otis, uno de los huracanes más devastadores que han azotado a las costas de México.
La celebración de un cumpleaños fue el motivo de la familia Moredia Ramírez para vacacionar en una de las playas más famosas del país, sin saber que el viaje se vería interrumpido por un fenómeno natural desconocido para quienes viven alejados de las costas.
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Marisol Ramírez Cuecuecha contó a El Sol de Tlaxcala que el domingo 22 de octubre viajó junto con su esposo, sus dos menores hijos y su mamá al puerto de Acapulco, y aunque hasta el lunes por la tarde su estancia fue placentera, el martes las cosas cambiaron de manera radical al enterarse de la posible llegada de un huracán.
“Vimos al Ejército, pero nadie avisó ni advirtió nada. No sabíamos que iba a haber huracán y nos enteramos después por redes sociales que había una onda tropical que este se estaba intensificando. Era huracán fue de categoría tres a cuatro”, explicó la afectada.
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Contó que el martes por la mañana permanecieron en las albercas del Hotel Playa Suites, donde estaban hospedados. El clima era nublado con calor intenso y con una ligera lluvia que aumentó en el trascurso del día.
Relató que al ver que el huracán comenzaba a acercarse a tierra, decidieron que el miércoles por la mañana debían salir para regresar a Tlaxcala, pero la tormenta adelantó su arribo prácticamente 24 horas y eso imposibilitó que abandonarán el puerto.
Al ser cada más fuertes las ráfagas de viento y no tener información sobre refugios cercanos para guarecerse, la familia Moredia Ramírez solicitó al hotel la protección que establecían los protocolos para reaccionar ante desastres naturales, pero el inmueble carecía de ello, por lo que por la noche del martes optaron por abandonar su habitación ubicada en el piso número 15 y resguardarse en el Lobby.
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“Empezó a sentirse el aire, las ráfagas de viento súper fuertes quebraban vidrios y empezaban a volar ropa y las cortinas. La gente de los hoteles de al lado gritaban y empezó como que un caos”, relató.
Su única opción fue pasar la noche y madrugada del miércoles en una sala de juntas del hotel, en la planta baja, y alrededor de las 04:00 horas les indicaron que ya podían regresar a sus habitaciones, pero la familia eligió regresar a Tlaxcala.
Antes de dejar el hotel hicieron una revisión y constataron que del inmueble únicamente quedaba la estructura de concreto, todo lo demás había sido destruido por Otis, y tras varios minutos de búsqueda ubicaron a la persona responsable de guardar las llaves de los automóviles de los huéspedes.
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Abordaron su auto que estaba en el estacionamiento subterráneo inundado, y aunque el agua llegó a la altura de los asientos encendió para que pudieran salir, pero después se encontraron con el cierre de la única caseta, en donde esperaron cerca de ocho horas para poder cruzarla.
“En el trascurso se nos ponchó una llanta que cambiamos a la llegada de la caseta... Nos dejaron salir como 4:30, como a eso de las 7 de la noche, ya sin gasolina y con una llanta ponchada llegamos a la caseta Palo Blanco, ahí compramos 20 litros de combustible en mil pesos y seguimos hacia Chilpancingo”, recordó.
En un hotel de ese municipio pasaron la noche del miércoles, mientras el padre de familia se encargó de reparar el automóvil. A las 09:00 horas del jueves salieron de Chilpancingo cerca de las 13:00 horas ya estaban en Tlaxcala, en Chiautempan que es donde viven.
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“Nos hicimos más de 24 horas, día y medio desde que salimos del hotel hasta llegar aquí. Corrimos con suerte porque fuimos de los primeros en salir y la carretera estaba, libre entre comillas, porque había árboles tirados y el cerro se deslavó. Fue una experiencia muy fea”, expresó.
DATO:
La familia Moredia Ramírez solicitó al hotel la protección que establecían los protocolos para reaccionar ante desastres naturales, pero el inmueble carecía de ello