Gregorio Jiménez es uno de los muchos afectados que no se han recuperado al 100 % de las heridas y quemaduras que hace cinco años marcaron su vida.
Tiene 47 años de edad y es habitante del municipio de Nativitas, esposo y padre de familia, y, aún con sus lesiones en la mano y los dedos visiblemente “pegados” entre la piel a causa del estallido de cohetones en Jesús Tepactepec, afirma que tiene que trabajar en la veterinaria “La Flor de Nativitas”, que está sobre la carretera federal del municipio.
Todavía necesita de una intervención quirúrgica que le permita separar sus dedos de la mano, pero ha dejado en el olvido su atención médica porque son muchos los requisitos que le piden en la Secretaría de Salud para que pueda recibir la operación.
“Desde hace tiempo ya me acostumbré a realizar mis actividades cotidianas y tareas que se hacen diariamente para atender a los clientes que acuden a la veterinaria”.
Su hijo José Manuel, de 15 años de edad, también presenta cicatrices en el cuerpo por diversas quemaduras. El 15 de marzo de 2013 tenía 10 años y acompañaba a su padre en la procesión.
Hace tres meses aproximadamente, el adolescente menor de edad recibió una operación en la mano en el Hospital del Niño Poblano, le separaron el dedo pulgar que estaba pegado con el índice, su recuperación ha sido rápida y actualmente se encuentra cursando sus estudios académicos de nivel medio superior.
Gregorio Jiménez recuerda entre llanto que hace cinco años su hijo era un infante, presentó quemaduras y un año estuvo al cuidado de su mamá con las recomendaciones de los médicos y las medidas que ellos dieron.
“Yo después de seis meses que estuve en recuperación, me tuve que incorporar a trabajar nuevamente para ayudar a la economía del hogar, y mi hijo después de 12 meses se incorporó nuevamente a sus estudios pues estaba a punto de perder el año escolar”, enfatiza.
No tenía muchas molestias, pero recientemente tengo comezón en las cicatrices, no se he ha querido quitar y estoy teniendo más por las quemaduras de tercer grado, pero gracias a Dios no perdí las manos
Gregorio Jiménez