Para José Antonio Herrera Ortega, de unos 60 años, el primer paso es el corte de palma en el bosque, ubicada a más de dos mil 800 metros de altitud, el uso es en verde pues es maleable. Ahí, la producción de maíz de temporal no supera los 600 kilos por hectárea, el lugar es seco, en el monte sólo se reproducen palmas para artesanías y comestibles, maguey silvestre y sabinos.
Dasylirion Whelerii es el nombre científico de esta planta cuyo tamaño va de uno a tres metros, presenta espinas en los bordes.
Así, don Antonio hace de la cestería un arte, cuyo origen data del periodo prehispánico, antes de la cerámica y la domesticación del fuego.
Aquí, un grupo de artesanos que ya fueron capacitados por este hombre, elaboran dichos utensilios en ratos, complementan el jornal con actividades agrícolas.
No obstante, la falta de apoyos institucionales les limita alcanzar un mercado seguro y con ello, abastecer a la población de sus implementos biodegradables que sobreviven por miles de años.
Con las acciones que sociedad y gobierno han emprendido para retirar el uso de plásticos del mercado, existe una luz en el camino del proyecto de rescate de don Antonio Herrera Ortega .
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