A finales de la década de los 50’s, una serie de eventos naturales sacudieron a la población del oriente de Tlaxcala. Era 1957, y específicamente en el municipio de Cuapiaxtla, empezaban los reportes de constantes vibraciones terrestres que alertaron a los habitantes.
Sin embargo, fue hasta mediados del siguiente año cuando los tremores se intensificaron, provocando daños en viviendas, pánico entre la gente, un episodio trágico e incluso el temor de que se tratara del nacimiento de un volcán.
Así lo documentó El Sol de Tlaxcala a partir de su edición del 25 de agosto de 1958, cuando en sus páginas reportó que “constantes y peligrosos temblores” se registraban en los municipios de Cuapiaxtla y Tequexquitla.
“Todo empezó una noche, nos disponíamos a dormir cuando los perros empezaron a ladrar y casi al instante empecé a escuchar bajo mis propios pies un extraño ruido acompañado de un movimiento trepidatorio que hacía ondular la llama de la vela. Se escuchó de repente como un trueno, y temblor y sonidos cesaron al unísono”, relató en ese entonces un vecino a este Diario.
La frecuencia de los sismos era tal, que en un solo día la población reportaba hasta dos movimientos. “Aquello volvió a repetirse primero cada mes, después a los quince días… y continuaron después cada semana y ahora hasta dos veces al día, al grado que ya al acostarnos nadie sabe si verá el sol del día siguiente”, narró el poblador de Cuapiaxtla.
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Para septiembre, los sismos continuaban constantes en la zona y se registraban los primeros daños estructurales en viviendas e incluso algunos derrumbes. Uno de los incidentes fue la caída de una barda de una casa contigua a la presidencia municipal.
La creciente preocupación de los pobladores también quedó plasmada: “Los moradores no saben, a ciencia cierta, los orígenes de estos movimientos telúricos y el temor crece cada día más, pues temen que pueda hacer su brote un volcán, ya que antecediendo o posterior a los temblores, se han dejado escuchar ruidos subterráneos”.
LA TRAGEDIA SE HACE PRESENTE
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El 20 de septiembre los eventos se tornaron dramáticos después de que un violento temblor provocara el derrumbe de una vivienda en la que se encontraban dos personas.
El señor Antonio Gómez, de 88 años, y su bisnieta de 13 años, pasaban una cotidiana tarde de domingo cuando sobrevino el fuerte movimiento. La estructura de la vivienda no resistió y se vino abajo, dejando sepultados a ambos familiares.
Fue la hija de don Antonio quien solicitó el apoyo de la Cruz Roja, cuyos elementos llegaron acompañados de la autoridad municipal para iniciar el rescate.
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Pese a los esfuerzos, el hombre fue localizado sin vida, y aunque la menor fue rescatada aún con signos vitales, falleció minutos después mientras era atendida por los paramédicos.
De acuerdo con las declaraciones de los vecinos, la vivienda tenía una antigüedad de 335 años, sumado a que las constantes lluvias habían reblandecido las paredes de terrado y los techos de tejamanil.
CRECE LA ALARMA
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Tras los fallecimientos la alarma creció entre las familias de la zona, se hablaba de que muchas de ellas planeaban el desalojo de sus viviendas por el temor de más derrumbes, sin embargo, el propio presidente municipal de Cuapiaxtla, Andrés Domínguez, cortó de tajo esa posibilidad, al declarar ante este Diario: “Son gente pobre, la mayoría campesinos. Si algo grave pasa, ahí moriremos”. El saldo hasta ese momento era de dos personas fallecidas y siete casas colapsadas, además de bardas y otras estructuras dañadas.
Así lo narró la crónica escrita por el subdirector de El Sol, Alfonso Neri Castaneira, publicada el 24 de septiembre de 1958: “Media casa del señor Daniel López Cova está destruida, pero la familia sigue viviendo en lo poco que queda en pie… Un muro de la cárcel se precipitó por tierra; donde fue un molino no queda más que un montón de materiales para construcción. Otras viviendas presentan cuarteaduras que pueden ocasionar el derrumbe por su propio peso”.
INTERVENCIÓN INSTITUCIONAL
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Fue este Diario el que entabló comunicación directa con el Servicio Meteorológico, a través de la Estación Central de Tacubaya, del entonces Distrito Federal, para que precisara la causa de los sismos y el nivel de riesgo al que estaba expuesta la población, y proporcionó a los técnicos de la institución toda la información recabada a través de las notas periodísticas sobre el caso.
El observatorio indicó que iniciaría los estudios, pero adelantó que con los datos proporcionados por este medio, y debido a que era un fenómeno “estrictamente local”, los movimientos telúricos podrían deberse al acomodamiento de capas del subsuelo, por lo que veían lejana la posibilidad del surgimiento de un volcán.
El 28 de septiembre, la primera plana de El Sol de Tlaxcala daba la noticia de que la Universidad Nacional Autónoma de México enviaría un geólogo para investigar los fenómenos naturales de Cuapiaxtla.
La nota periodística reportaba que Guillermo P. Salas, director del Instituto de Geología, dijo que aún cuando los movimientos “pudieran ser de origen volcánico, puede tratarse de acomodamientos en la corteza terrestre”.
PERIODO DE CALMA
Meses después, un ingeniero especializado enviado por el gobierno federal habría de descartar que los temblores fueran originados por el nacimiento de un volcán, lo que trajo cierta calma entre los habitantes.
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Ya en 1959, la edición del 8 de enero describía que la comunidad se había habituado a los movimientos terrestres. “Tiembla, pero ya nadie teme pueda nacer un volcán”, tituló este Diario la nota periodística, en la que detallaba que “los moradores cuapiaxtlenses ya ven con más naturalidad esos vaivenes de la tierra”.
VUELVE EL TEMOR
En abril de 1959 volvió el temor por el nacimiento de un volcán en la región de Cuapiaxtla, pues una serie de movimientos terrestres se habían sentido durante varios días en los estados de Chiapas, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala y Veracruz.
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Sin embargo, la gran sacudida llegó en la madrugada del 12 de abril, cuando un fuerte sismo provocó alarma entre la población de las cinco entidades.
Así lo documentó El Sol en su portada del 13 de abril: “El corresponsal en Oaxaca informa que a las 3:55 de la madrugada se sintió un fuerte temblor trépido-oscilatorio que hizo a la gente abandonar precipitadamente sus casas en paños menores”.
Prácticamente con este suceso culminaría la racha de sismos que sacudió a la región, pues aunque se registraron decenas de réplicas posteriores, fueron de muy baja intensidad. “El sismo de anoche a las 3 de la madrugada parece haber sido la culminación de quince días de un constante danzar de la tierra”, concluyó este Diario.
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EL RECUENTO DE DAÑOS EN CUAPIAXTLA
Mientras tanto, en Cuapiaxtla la preocupación era mayor, pues muchos pobladores desalojaron las viviendas que resultaron dañadas por la serie de sismos, y preferían dormir a la intemperie o en tiendas de campaña improvisadas.
Fueron los entonces diputados federales por Tlaxcala, Emilio Sánchez Piedras y Crisanto Cuéllar Abaroa, quienes acudieron al municipio para recoger las peticiones de ayuda de los habitantes.
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Tales solicitudes quedaron plasmadas en las páginas del periódico: “Cuapiaxtla pide medicinas, pues dormir al aire libre los enferma. Bronquitis y gripas afectan la salud del pueblo”.
El 5 de julio, este Diario reportaba que fluía lentamente la entrega de apoyos a los pobladores para la reparación de sus viviendas, así como la construcción de albergues para los damnificados. Mientras que el 30 de julio daba cuenta de una entrega masiva de láminas de cartón a los afectados.
LAS HIPÓTESIS DE LOS SISMOS
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En su crónica del 24 de septiembre de 1958, este Diario daba cuenta, a través de la pluma de Alfonso Neri Castaneira, de las posibles causas de los sismos que azotaron a Cuapiaxtla.
Una de las hipótesis, la que mayor temor causó, fue la formación de un volcán, concebida principalmente por los ruidos y truenos provenientes del subsuelo.
“Otra parte asegura se trata de acomodamientos de la tierra y expone -con cierta lógica- que los temblores han sido más constantes en tiempos de lluvias, la que puede ablandar muchas capas de la tierra propiciando su acomodo”, detallaba el texto periodístico.
La última teoría sobre los temblores sería publicada por El Sol de Tlaxcala el 22 de julio de 1959. Jacobo Álvarez Piñán, ingeniero práctico en geología, expuso ante este Diario que el efecto de los temblores se debía a la mezcla de gases y vapor de agua que se filtraban por las capas de la tierra, provenientes de canales subterráneos.
Así concluía la amplia cobertura con la que El Sol de Tlaxcala mantuvo informada a la sociedad de la época sobre esta serie de acontecimientos, y que perdura a través del tiempo en sus memorias de papel.
MALA RACHA
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No solo los sismos afectaron a la población de Cuapiaxtla, pues el municipio también padeció las fuertes lluvias que azotaron a la entidad en esa época y que fueron un factor que debilitó las estructuras de las viviendas.