Como si de un elixir de la eterna juventud se tratara, la bicicleta es para José Barrera García su fiel compañera. A sus 98 años de edad, el oriundo de Apizaco pedalea por las calles del municipio como lo ha hecho desde su juventud mientras reconoce los cambios que ha sufrido el paisaje, la sociedad y su propia vida.
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La fuerza para subirse a la bicicleta está en los baños de agua fría, la dieta basada en alimentos del campo, así como un entrenamiento constante de todos los músculos del cuerpo. Sin embargo, el secreto de la resistencia está en la actitud, dijo a El Sol de Tlaxcala.
Siempre tuve salud porque siempre tuve quehacer. Si no estaba haciendo una cosa, era la otra. Cuando las personas dejan de moverse entonces se enferman, dice mientras baja las escaleras de su casa con la ayuda simbólica de un delgado bastón de madera.
Desde joven, a José Barrera le interesó el ciclismo, el atletismo y la halterofilia, pero su gran pasión fue el toreo. Estudió hasta cuarto año de primaria, pues relata que sus intereses estaban muy lejos de la educación tradicional.
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Me tuve que salir de estudiar porque me dijeron que quien quiera dedicarse a ser torero no puede pensar en otra cosa que no sea el toro.
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Rodeado de figuras como Jesús Villanueva y Mario Martínez “Fierrerito”, José Barrera practicó el toreo desde los 18 años con vaquillas en diferentes ganaderías.
Vistió de luces por primera vez en Chignahuapan, Puebla, alternando con Antonio Ortega y Moisés Zamora “El Lagartijo”. Toreó en las plazas de toros de los pueblos de Tlaxcala, así como en lugares cercanos de Puebla como Metepec, San Martín Texmelucan y Zacatlán. Alternó en varias ocasiones con Manuel Zamora “El Chato”, Daniel Ramírez “El Gallo”, Trinidad Roldán, Agustín Flores “Minutito” y como sobresaliente con Evaristo Balderas, Gonzalo Macías y Mauro Vázquez, quien además de ser un gran boxeador fue también un gran aficionado práctico.
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Entre las ganaderías que le tocaron en suerte lidiar se encuentran Coaxamaluca, Rancho Seco, Piedras Negras, Atlanga, Zotoluca y Tepetzala.
Luego de casarse, don José dejó lo que él llama “la vida de vago” y se entregó al cuidado de su familia. No obstante, la necesidad de estar en movimiento nunca cesó.
Su tiempo sobre la bicicleta lo recuerda a lo grande, pues llegó a pedalear hasta la Ciudad de México en cinco ocasiones, con seis horas sin detenerse se podía llegar si se tenía cuidado, reconoce. Su extraordinaria condición física también le valió el diploma de primer lugar en la categoría de levantamiento de pesas de los Juegos Deportivos Apizaquenses en 1955 y el tercero en la carrera de atletismo de 3 mil metros planos.
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De hecho, recientemente recibió un reconocimiento por haber sido el apizaquense que más corrió durante el trayecto de relevos que tuvo la corona pontificia colocada a la Virgen de la Misericordia en octubre de 1954. Ese mérito le concedió la fortuna de ser quien cargara la enorme joya hasta las manos del obispo que coronó a la patrona de su ciudad natal.
Además, el pueblo lo admira y respeta porque fue parte del equipo de fundición de la campana de bronce que ostentan las altas torres de su templo. No había actividad que le pareciera difícil, esa es una de sus consignas.
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ARTÍFICE DE LA LUZ
El oficio de electricista lo aprendió de su padre. Cuando era niño, José Barrera comenzó a experimentar con los cables y herramientas que encontraba en casa hasta adoptar su utilidad como fuente de vida. Los saberes alrededor de la electricidad le permitieron sostener los gastos de la adultez, en compañía de su esposa y sus cuatro hijos.
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Ya que fue un hombre cercano a la iglesia, el entonces párroco de Apizaco, Marcial Águila González, le encomendó tareas que, hasta la fecha, son de beneficio de la población.
José Barrera colocó el pararrayos que se ubica en lo alto del cerro Cuatlapanga y protege a los visitantes de posibles accidentes. La primera vez que pusimos el pararrayos fue en los años cuarenta, pero se lo robaron. Así que tuvieron que hacer un escalón de cemento, donde metí un tubo y adentro el pararrayos, que es el que está actualmente, recuerda.
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En años más recientes, instaló el correspondiente en la basílica de Nuestra Señora de la Misericordia y concretó su iluminación en los arcos y torres, que fue la primera intervención externa que tuvo el templo católico más importante de Apizaco.
Ajustó los circuitos de casas, negocios y escuelas. De sus manos se hizo la luz que lo acompaña hasta la fecha para conducirse con la rectitud que le dieron sus valores familiares donde la familia, la amistad y el trabajo son la fuente de una vida que está por celebrar un siglo sobre ruedas.