Con danzas prehispánicas, huehues, misas y música de mariachi, el pueblo de San Andrés Buenavista, municipio de Tlaxco, conmemoró el encuentro de dos culturas en la Barca de la Fe.
Más de cuatro mil visitantes acudieron ayer 12 de octubre, Día de la Raza. Los peregrinos ingresaron al templo católico que fue adornado con 100 ramos de flores alelíes blancas.
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Fiscales y autoridades religiosas se coordinaron para preparar una recepción al estilo de Arnulfo Mejía Rojas, arquitecto y capitán de la construcción del barco más grande del mundo.
En popa, babor y estribor de la embarcación ondean 80 banderas de diferentes países del mundo. En los alrededores se vive una economía activada por 300 comerciantes. La proximidad de la policía municipal de Tlaxco se hace notar en acciones de vialidad.
El pueblo fue afectado por fenómenos climáticos, pero se organizó para transmitir fe a los visitantes.
En el interior del templo -con grabados y acabados en fina madera- los maestros de las alfombras de Huamantla diseñaron tres carabelas con galletas, fruta natural, dulces y chocolates.
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La Niña, la Pinta y la Santa María que condujo Cristóbal Colón hace 531 años en el descubrimiento de América.
Sobre la tumba del extinto sacerdote Arnulfo Mejía -falleció el 18 de abril de 2016- aparece impecable una imagen guadalupana vestida con semillas de maíz y otros granos que se producen en la región de Tlaxcala, Puebla e Hidalgo.
Del lado opuesto fue instalado un vistoso carrito artesanal de madera. En el tercer nivel permanecen intactas las obras que dejó el religioso, quien vivió 42 años con el pueblo de San Andrés Buenavista.
Una auténtica imagen en la que aparece vestido de sacerdote, instrumentos que utilizó para edificación del barco. Además, el cenicero de su preferencia que por muchos años utilizó.
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En las paredes del museo se exhiben en pintura los templos católicos que, con el apoyo de la comunidad, edificó y que ahora forman parte de la Ruta de la Fe en el Pueblo Mágico de Tlaxco.
ARNULFO MEJÍA PRACTICÓ LA HUMILDAD, AFIRMA EL PUEBLO
A más de siete años de su muerte, Arnulfo Mejía Rojas dejó trabajo, paz, amor a su pueblo, pero sobre todo practicó la humildad, coincidieron habitantes de José María Morelos Buenavista.
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Testimonios de hombres y mujeres dedicados a la agricultura y ganadería de traspatio que impactan al escucharlos. El religioso, originario de Santa Cruz Aquiahuac, municipio de Tetlatlahuca, dejó marcados recuerdos entre los habitantes. Por eso no dudan en que este 12 de octubre, más que una fiesta religiosa fue el encuentro de la fraternidad de diferentes países de dos culturas.
¿Cómo era el maestro Arnulfo Mejía?
-"Era un padre muy tratable, un hombre de muchas letras, aunque tenía un genio bárbaro cuando el pueblo no jalaba parejo para la construcción de la Barca de la Fe, nos tardamos 30 años”, expresó Félix González Ronquillo, restaurantero de Cordero Feliz en Buenavista.
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Y agregó que siempre les pidió no dejarse llevar por las injusticias del gobierno... trabajar y vivir unidos en armonía, esa es la identidad que nos dejó, la gente lo busca en su tumba ubicada en el interior del barco
Practicó humildad, vivió en pobreza con el pueblo, caminó muchos kilómetros en un Volkswagen a fin de consolidar la Ruta de la Fe en Tlaxco.
“Era muy trabajador, pintor, arquitecto, carpintero, docente, párroco y consejero, siempre pensando cómo gestionar recursos para su obra inmortal que nos dejó”, comentó Silverio Muñoz Rodríguez, mayordomo de la Barca de la Fe.
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Afirmó que aunque ya era un pueblo dedicado a la producción de cebada, maíz y trigo, el religioso se adaptó a la vida rural y vivió en armonía con todos.
PRODUCEN ALIMENTOS Y TIENEN AGUA
San Andrés Buenavista, una comunidad de mil 700 habitantes, se integra por 450 jefes de familia, es de los contados pueblos que disponen de agua superficial y de profundidades.
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La principal actividad agrícola es la producción de cebada para la industria cervecera, pero producen maíz, frijol, trigo y haba.
La presa “El Muerto” recuperó su nivel, abastece a dos mil 500 cabezas de borrego y 500 de vacuno.
Así, para recibir a seis mil visitantes de diferentes países, el pueblo ha cooperado para cocinar 650 kilogramos de carne de res en carnitas, tres reses.
El pueblo trabaja en paz y vive en armonía, el legado por el que siempre luchó el extinto párroco quien -aseguran- sigue capitaneando el Barco de la Fe.
Unos 300 comerciantes se instalaron en los alrededores del templo con forma de embarcación, lo que reactivó la economía.