El desinterés de la gente y la desconfianza de expropiación de tierras generó que el proyecto para el cultivo y producción a gran escala de nopales en el municipio de Nopalucan quedara abandonado.
El mes pasado se cumplieron cinco años desde que el gobierno municipal promovió la producción de esa planta milenaria, como una forma de recuperar la identidad de los ciudadanos de Nopalucan, pero no prosperó, pues la gente dejó a un lado la labranza de la tierra y posteriormente se presentó el cambio de administración.
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Fue en abril de 2018, cuando el entonces alcalde Jaime Herrera Vara promovió el proyecto ante la iniciativa privada y le pidió al empresario mezcalero Aurelio Juárez Aguilar que se encargara del proyecto.
Bajo la marca “Vida Nopalli” -que en náhuatl significa nopal- el empresario pretendía atender de manera inmediata la demanda local de verdura, para posteriormente montar un laboratorio para transformar la materia prima y darle un valor agregado, pero todo quedó en buenas intenciones.
En aquel entonces, en seis mil metros cuadrados, fueron sembradas cinco mil 400 pencas denominadas raquetas de la variedad Atlixco, las cuales fueron adquiridas en el municipio de San Lucas Tecopilco y tuvieron excelente adaptabilidad.
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A la fecha, las tierras que prometían generar un ahorro sustancial para las amas de casa en la compra de nopal y una ganancia importante entre los labriegos de Nopalucan por la venta de verdura en diversos puntos de la región, lucen desoladas.
Los predios se encuentran con pasto crecido, las pencas enanas, amarillas en el mejor de los casos, pero la mayoría se encuentra podrida y seca, pues nadie regó a los ejemplares, el proyecto simplemente fue desechado.
QUIERO RESCATAR EL PROYECTO: EMPRESARIO
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El Sol de Tlaxcala entrevistó al artífice del proyecto, Aurelio Juárez, quien destacó la importancia de rescatar los predios abandonados, pues en un principio los resultados fueron los esperados, pero al paso del tiempo la desconfianza se adueñó de la población y dejó a un lado la producción.
Resaltó que la población debe honrar el significado de Nopalucan, pues la palabra proviene de la lengua azteca cuyos términos son “nopalli” que significa nopal en castellano y “can” que quiere decir lugar, entonces la traducción sería “lugar lleno de nopales o nopalera”.
Sigo en la misma intención de llegar a construir y desarrollar el concepto de una empresa generadora de energía a través del nopal y la composta, pero todo dependerá del impulso que le den las nuevas administraciones municipales, comentó.
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Aurelio Juárez insistió en que trató de involucrar a la ciudadanía, pero hubo resistencia, de hecho, quienes participaron lo hicieron con cierta incertidumbre, pues tenían temor de despojo de sus tierras o resultara un engaño.
Para lograr soltura entre los vecinos, recordó que el entonces alcalde Jaime Herrera Vara y personas cercanas a la administración municipal prestaron sus predios para iniciar el proyecto y sobre la marcha la gente se sumó.
Fueron pocos terrenos los sembrados, logramos cultivar alrededor de media hectárea, tuvimos el apoyo de personal de la Secretaría de Fomento Agropecuario, hoy Secretaría de Impulso Agropecuario, y de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, ahora Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, incluso, logramos abrir mercado, precisó.
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Aseguró que entre los sitios donde lograron comercializar la verdura mexicana fue en el restaurante Las Cazuelas, ubicado en la capital, en el mercado San Martín Texmelucan, Puebla, y le vendían a diez quesadilleras del municipio.
“En ese entonces, el precio en la venta de la cosecha era de un 20 % menos, en comparación con el valor del nopal en el mercado”, precisó el también empresario mezcalero.
La debacle, mencionó, fue cuando concluyó la administración, pues el recurso humano se retiró, no hubo quien las vigilara, es decir, no había asesoría técnica especializada y Juárez Aguilar dejó de intervenir, toda vez que no eran sus tierras.
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La suma total de la inversión perdida fue de medio millón de pesos, pues además de la compra de la planta, contaban con la asesoría de un ingeniero agrónomo, independiente de la guía que les proveían las dependencias del campo.