A sus 95 años, don Goyo es un hombre de origen otomí que escucha poco, ha perdido parte de la vista y no tiene dientes, pero sigue trabajando la tierra que sus ancestros le heredaron.
Huérfano de madre desde niño, cada ciclo de temporal levanta la producción de maíz nativo en una hectárea que posee en Ixtenco. “Lo vendí en 3.75 pesos el kilo, no pagan más y con las heladas hubo poca cosecha”, explica a este Diario.
Él es Gregorio Ascención, nacido en 1925 en la falda oriente de la Malinche. “Me han curado de la vista, no oigo bien y las gotas no me ayudan, pero me impaciento de no hacer nada, será porque ya estoy viejo”, reflexiona.
Y agrega que su esposa (Carmen) “hace la comida y yo trabajo, le digo que ahorre pues los hijos ya se fueron y no sabemos quién pagará mi caja cuando me muera”, expresa.
Cuenta que en su longeva vida tuvo 14 hijos, de los cuales dos son hombres, pero emigraron al Estado de México y “ya me visitan muy poco, ellos también tienen su familia”.
Don Goyo y su esposa subsisten de la pensión que reciben del gobierno de la República desde hace 20 años. “Vicente Fox comenzó con esta ayuda y tengo Procampo (Apoyo para la Producción del Bienestar), doy el clasol (forraje de maíz) a cambio de maquinaria para preparar la tierra”, explica.
Dice que todavía tiene cosecha del año pasado, “pues nosotros compramos tortillas para ir comiendo y lo vendemos”.
Al terminar la primavera, este hombre siembra sus granos, usa un azadón para proveer tierra fértil a las plantas en el verano, levanta la cosecha en el otoño y desgrana las mazorcas al iniciar el invierno.
“Los hijos ya no ayudan, tengo muchos yernos pero no trabajan el campo y el maíz ya no se vende como antes, todo está muy caro”, enfatiza.
Para este senecto, la siembra de maíz es parte de su vida y como dice: “sembrando maíz nací y sembrándolo moriré”.
Al terminar la primavera, este hombre siembra sus granos, levanta la cosecha en el otoño y desgrana las mazorcas al iniciar el invierno.
TE PUEDE INTERESAR