Sigue en el olvido la riqueza prehistórica de las pinturas rupestres que existen en el acantilado del cerro Otongatépetl, jurisdicción de Amaxac de Guerrero. Incluso, el barandal y la malla ciclónica que estaba en la orilla del sendero hacia la zona rocosa y a la “Cueva del Diablo” ya no existe.
Hoy, los pocos turistas que acuden al lugar tienen que sortear un peligroso tramo resbaladizo en esta época de lluvias para llegar y admirar lo que queda del arte paleolítico.
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Ahí, predominan los grafitis que ensombrecen la pintura rupestre de un venado, aves, un coyote, figuras de hombre y manos.
También, una de las paredes de rocas es utilizada por los deportistas extremos para escalar, muestra de ello son los ganchos de anclaje que se aprecian clavados.
La zona, que por años estuvo en disputa legal entre comuneros y que recibieron certeza jurídica en el año 2016, sigue dando de qué hablar.
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Y es que el acceso al acantilado y a la famosa “Cueva del Diablo”, que están dentro de las 88 hectáreas del cerro Otongatépetl, ha sufrido adecuaciones, al grado de cerrar la barranquilla del Carrizal que antaño desfogaba el agua al canal de riego.
Lo anterior, dicen vecinos del lugar, tras ganar una disputa legal un empresario de Amaxac de Guerrero, aunado a una negociación con los comuneros.
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Empero, las barrancas no pueden tener afectaciones por ser zonas federales.
Del mismo modo, fue cambiado el nombre a la calle que anteriormente se denominó Pinturas Rupestres y ahora solamente se le conoce como Privada.
Además, el lugar donde antes utilizaban los turistas para aparcar sus unidades ya está delimitado con mampostería, tras convertirse en predio privado.
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ANTES DE LA PANDEMIA TODAVÍA HABÍA BARANDALES
Comuneros consultados por este Diario, señalan que antes de la pandemia aún estaban los barandales, pero desconocen quién o quiénes fueron los responsables del retiro, al grado que ahora ningún tubo o malla existe en el lugar.
En septiembre de 2016, El Sol de Tlaxcala publicó un trabajo periodístico de la zona de las pinturas rupestres y en las fotografías aún se aprecia la orilla del sendero protegido con los barandales y malla.
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Actualmente, el lugar luce desolado, la naturaleza recobra las rutas hechas por el hombre; ya no es fácil llegar hasta el acantilado, tiene que ser de forma precavida para no caer a lo profundo del cerro que limita con Santa María Atlihuetzia, municipio de Yauhquemehcan.
- La barranquilla del Carrizal, en el cerro Otongatépetl, fue cerrada para dar paso al acceso a un predio privado.
- Los barandales colocados en la época del gobierno de Beatriz Paredes Rangel (1987-1992) hoy ya no existen, la zona es de alto riesgo para admirar las pinturas rupestres.
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