En el municipio de Amaxac de Guerrero se erige un imponente árbol de ahuehuete conocido cariñosamente con el nombre de “El Huérfano”, el cual no solo destaca por su longevidad y belleza, sino por convertirse en un emblema de identidad para la comunidad local.
La relevancia de este árbol es tal, que una de las calles principales del municipio lleva su nombre, además una zona significativa de la localidad también fue denominada así, en su honor, distinción que consolidó su estatus como un ícono cultural y natural de la región.
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El ahuehuete, cuyo nombre científico es Taxodium mucronatum, sobrevivió a un rayo, a diversas épocas y cambios climáticos, lo cual propició que la gente lo creyera un símbolo de fortaleza y resiliencia, aunque son características propias de la especie.
El cronista del municipio, Ricardo Martínez Fernández, lo calificó como un guardián silencioso de su historia y tradición, pues su sola presencia es motivo de admiración tanto para locales como para visitantes.
Dijo que la relación entre “El Huérfano” y la comunidad de Amaxac va más allá de lo simbólico, pues fue testigo mudo de innumerables eventos y festividades, cuya sombra ha cobijado a generaciones de familias que encontraron en él un punto de reunión y reflexión.
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Además, refirió que su imponente figura es un recordatorio constante de preservar y valorar el patrimonio natural, en un mundo donde la urbanización y el crecimiento desmedido amenazan constantemente a la naturaleza.
Agregó que el imponente ejemplar se erige como un símbolo de equilibrio y armonía entre el ser humano y su entorno, sin embargo, los esfuerzos de la comunidad por mantener y proteger este árbol no han dado resultados, pues al paso del tiempo la zona se ha ido deslavando.
“En definitiva, 'El Huérfano' no es solo un árbol, es un testimonio viviente de la identidad y el espíritu de Amaxac. Su presencia sigue inspirando a las nuevas generaciones a valorar y cuidar su entorno, aunado a la fortaleza y belleza natural que exhibe desde hace muchos años”, subrayó.
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El árbol es un ejemplar que se encuentra a la orilla de un manantial, con un tronco que mide aproximadamente 10 metros de diámetro y una altura de más de 30 metros. Presuntamente es el único con estas dimensiones en el municipio, lo que lo ha convertido en uno de los atractivos del barrio de Atotonilco.
Su origen es incierto, pues la gente cree que fue sembrado por Hernán Cortés, aunque otras personas consideran que apareció de la nada, lo que ha dado pie a muchas leyendas en torno a él, una de las más representativas es que por las noches aparece una enorme serpiente que cuida y protege a este ejemplar.
30 metros de altura y 10 metros de diámetro mide el árbol
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