La celebración tiene lugar cada 19de enero, que comienza con el repique de campanas y salva decohetes Los pobladores de San Pablo Zitlaltepechonran a la Malinche, que les da el agua para vivir a diario, esto,en una ceremonia ancestral que mantienen viva desde hace cientos deaños.
La celebración tiene lugar cada 19 de enero, que comienza conel repique de campanas y salva de cohetes, que anuncia la partidade la procesión desde las puertas del templo de San Pablo hasta elmanantial de agua que nace entre las rocas en el bosque del ParqueNacional Malinche, a más de siete kilómetros sobre la cuesta delvolcán.
Cuenta la tradición oral que todavía vive entre los vecinos deZitlaltepec, que hace cientos de años, después de la Conquista,fue descubierto el nacimiento de agua o manantial que hasta laactualidad abastece a una parte del pueblo.
Narran que la arboleda perteneciente al monte de la Malinche seextendía hasta las orillas de donde está asentado el pueblo, y enaquella época era impenetrable, pues vivían animales feroces,entre ellos una especie de jaguar, al que le llamaban “tecuani”en lengua náhuatl que significa “come gente”.
Por temor a ser devorados por el “tecuani”, los pobladoresno se acercaban al bosque, pero en una ocasión un vecino se armóde una lanza y encomendando su vida a San Sebastián Mártir seinternó en la espesura de la vegetación, y después de variashoras de caminata se detuvo en una loma cerca de una cañada, dondevencido por el cansancio se quedó dormido.
Al despertar, tendido sobre el suelo observó que en el cielovolaban unos zopilotes, seguido de parvadas de pájaros, quedescendían al interior de la cañada, siguió la ruta y observócómo brotaba una gran cantidad de agua cristalina que formaba unalaguna que se desparramaba hasta el fondo de una barranca.
Noé García, excronista municipal de Zitlaltepec y el“teponaxtlero” oficial de su comunidad, narró que aquel hombrebebió el agua fresca y siguió la corriente hasta el fondo delbarranco donde se perdía entre la arena, de inmediato regresó aZitlaltepec para dar aviso a las autoridades y al sacerdote.
“Comentó a todos que había encontrado un manantial, quehacía mucha falta a la comunidad, ya que la gente se abastecíadel agua que podían extraer de las excavaciones que hacían en lasbarrancas”.
Agregó que los pobladores se alegraron mucho por tener el vitallíquido y subieron a conocer el venero, asignaron comisiones paratrasladar el agua ayudados de troncos huecos de oyamel y ocote paraconducir el agua que nace de la Malinche hasta Zitlaltepec.
Al año siguiente, aunque no se precisa la fecha exacta,comenzaron a hacer la peregrinación hasta el nacimiento del agua,donde años más tarde construyeron una capilla en honor a SanSebastián Mártir, a quien agradecen haberlos protegido del“tecuani”, y piden devotamente que no bajen los niveles delagua pura que brota de la Malinche.
Los preparativos de la celebración comienzan desde varios mesesantes, organizados por el mayordomo y sus “segundos” oayudantes.
Previamente los “atopiles” que son las personas encargadasdel mantenimiento de las líneas de conducción del agua, limpianlos areneros y adornan las cruces que hay en el trayecto.
Llegado el día, mujeres de todas las edades representan a laMalinche, ataviadas a la usanza indígena con falda larga deacabados artesanales, y blusa de manta o tela blanca bordadas conflores de colores, portando ramas de oyamel.
El nicho con la imagen de San Sebastián Mártir es cargada enla espalda por el señor Lorenzo Hernández Villanueva, desdehace 20 años de manera ininterrumpida, y poco antes de partirtapan con una manta al santo.
La peregrinación recorre más de siete kilómetros y se sumanmuchas familias que participan en la celebración eucarística a uncostado de los manantiales, comparten la comida en un ambiente defiesta y todo el tiempo acompañados con la música de viento y elsonido del teponaxtle y la chirimía, comentó Maximino Mozo