Durante por lo menos tres décadas, la principal actividad económica de San Damián Tlacocalpan, comunidad perteneciente a Amaxac de Guerrero, fue el comercio, la venta de productos y artículos en las principales ferias y carnavales de México.
La dinámica no era compleja: en sus casas, los vendedores elaboraban de manera completamente artesanal sus artículos como coronas de princesas, lentes y antifaces hechos a base de cartón y plástico, dijes y collares; líquidos para burbujas de jabón, piñatas, sombreros, huevos con confeti y hasta bastones de madera.
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Esas creaciones no únicamente eran vendidas en distintos municipios de Tlaxcala, sino que fueron ofertados, principalmente, en otras entidades. En las temporadas elegidas, según el tipo de festividad, los vendedores contrataban autobuses y salían en grupos en búsqueda de lograr ventas fuera de su comunidad.
Sin embargo, aquella actividad que en los 80 y 90 se convirtió en la manera más exitosa de tener el sustento familiar cambió; algunos pobladores comentaron que influyó la administración de los eventos y las reglas de los gobiernos municipales o estatales, pues empezaron a pedirles permisos para poder vender que, además de tener costo, requerían de tiempo.
Otro factor que influyó fue la falta de interés de las nuevas generaciones por aprender los oficios de sus abuelos y padres, ya que decidieron estudiar alguna profesión o salir de su pueblo natal en busca de otras oportunidades laborales, por lo que actualmente no sólo son pocas las personas que se dedican al comercio en ferias y carnavales, sino que en su mayoría son adultos.
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Uno más fue la llegada de comercio originario de China, pues a la vez que eran más económicos, incluían artefactos que ellos no podían colocar a sus productos, como las luces led.
En la actualidad, son pocos los comerciantes que salen a vender sus productos a otras entidades, y aunque en su mayoría lo hacen por cuenta propia, algunos se organizan para asistir a importantes carnavales, como el de Campeche que es realizado entre febrero y marzo de cada año.
TLACOCALPAN, COMUNIDAD FUERA DE SU MUNICIPIO
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San Damián Tlacocalpan es una comunidad de Amaxac de Guerrero que no está unida a la cabecera y pareciera que está separada.
La comunidad colinda con La Ascensión Huitzcolotepec, de Xaltocan; San Esteban Tizatlán, de Tlaxcala; Santa María Atlihuetzia, de Yauhquemehcan y San Matías Tepetomatitlán, de Apetatitlán, pero no con la cabecera o algún barrio o colonia de Amaxac.
Incluso, la iglesia -donde son venerados San Damián y San Cosme- no pertenece a la Parroquia de San Bernabé Apóstol, de Amaxac, pues depende de San Pablo Apetatitlán.
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Tlacocalpan es una comunidad cuya fundación se remonta a la misma creación del municipio de Amaxac de Guerrero en 1521, junto con Belén Atzitzimititlán y San Matías Tepetomatitlán, que después se anexaron a San Pablo Apetatitlán.
Ariana Hernández Castillo, cronista de Amaxac de Guerrero, relató que según datos recabados por ella, a través de entrevistas orales (una de ellas la señora Benita Méndez Corona), la comunidad fue fundada por varias familias: la Corona, procedente de San Lucas Tecopilco; la Ortega, de San Simeón Xipetzinco, Hueyotlipan, y la Juárez de San Simón Tlatlauhquitepec, Xaltocan.
“Se incorporaron los Méndez, Sánchez, Lira y Pérez, y lograron así un crecimiento considerable de la población. Se dice que para 1892 existían cinco familias, posteriormente, en tiempos de la Revolución se integró una nueva familia de apellido Herrera representada por José Herrera en 1918”, relató.
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La también historiadora recordó que en 1771 la población fue afectada por dos epidemias, una fue la de Matlazáhuatl (similar a tifus o peste) y la otra la viruela.
Con el pasar del tiempo la comunidad consiguió una estabilidad económica en el comercio ambulante que persiste únicamente en algunas generaciones de adultos mayores, pero permanece en el recuerdo de los hijos y nietos de quienes vivieron “años dorados” con la venta de artesanías en ferias y carnavales.
Tallan bastones de sabino y palo dulce
San Damián Tlacocalpan es una comunidad donde la elaboración de bastones forma parte de una actividad tradicional; sin embargo, ha perdido terreno entre los pobladores más jóvenes.
Don Gregorio Juárez Corona es una de las pocas personas que conserva ese oficio que le fue heredado por sus padres y que practica desde hace aproximadamente 50 años.
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En entrevista con El Sol de Tlaxcala, contó que aunque de momento una enfermedad lo obligó a ponerle pausa a la elaboración de los tradicionales bastones, no pierde las esperanzas de que en un futuro -no muy lejano- pueda terminar las varas que hace algunos meses dejó inconclusas, e incluso nuevamente asistir a las ferias y carnavales de otros estados para ofertarlos.
Al igual que otro tipo de artesanías elaboradas en esa comunidad, los bastones vivieron buenos años de ventas. Hace aproximadamente 30 años don Gregorio y su familia los elaboraban y los vendían fuera de la entidad.
Su vida entera la ha dedicado a la elaboración y venta de ese tipo de artesanías, el oficio lo aprendió de su papá a quien ayudaba cuando era niño, pero es un oficio que ha dejado de ser del interés de las nuevas generaciones, debido a que ya tienen una profesión o un trabajo mejor remunerado.
Al mostrar los bastones iniciados y guardados en su taller, don Gregorio lamentó la falta de interés por parte de los gobiernos para preservar el tallado de esos artefactos, pero también recriminó que en algunos años será un oficio olvidado.
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“Los originales, los (pobladores) que sí sabían de este tipo de trabajo ya no viven desgraciadamente; ahora, la juventud ya no se preocupa de las artesanías, ya no hay paciencia ni curiosidad de hacer este tipo de cosas y ya tienen otros trabajos, ya se preparan y estudian”, expresó.
Durante la charla, describió el proceso para la elaboración de los bastones, que provienen de ramas de árbol de sabino y palo dulce tiernas que cortan en el monte. En algunas ocasiones también usan el tlaxistle, pero normalmente esos son usados en bailables de escuelas.
Relató que lo primero que hacen es dejarlas escurrir por aproximadamente ocho días, y una vez que están secas, ayudados de calor, le dan la forma curveada característica de los bastones, ya sea de una pieza (su costo es más elevado) o de dos.
Las herramientas que don Gregorio ocupa en su mayoría son caseras, elaboradas por el mismo, y básicamente son para darle la forma y dejarlos listos para ser pulidos.
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Comentó que después de ese proceso pueden hacerle un labrado de imágenes, normalmente un águila o el escudo de Tlaxcala, etapa que es denominada vaciado, para posteriormente barnizarlos.
Pero todo lleva su tiempo. Ya estando seco el bastón se lleva aproximadamente un mes, pero cuando ya tienen la forma y la rama ya se secó, se debe tener cuidado porque si se moja pueden abrirse
”, detalló.
Añadió que el bastón de una pieza terminada, pero sin grabados, cuesta unos 200 pesos; mientras que el de dos piezas ya incrustado con la vuelta (el arco que le da forma) sale en 120 pesos, y los que están terminados con el grabado llegan a acostar hasta dos mil pesos.
“En tiendas grandes no nos conviene (venderlos) porque no nos pagan el precio y a ellos tampoco les compran ese tipo de productos, pero quien le tiene amor al arte lo compra, porque sabe que sí vale la pena”, enunció.
Resaltó que hacer bastones es un trabajo que requiere de paciencia y delicadeza, ya que se trata de “un trabajo bien hecho, que no es al trancazo y uno tiene que procurar que sea llamativo, que a la persona que le guste, le atraiga y se interese por comprarla; a veces nos piden un par o dos pares, pero es para lujo de sus casas, y entonces nos dicen con tiempo y se les hace el pedido”.
EL APUNTE
- En Tlacocalpan veneran a los santos Damián y Cosme, pero anteriormente en la capilla fueron venerados San Epigmenio y La Preciosa Sangre de Jesús, así como San Esteban.
- Tlacocalpan es una comunidad cuya fundación se remonta a la misma creación del municipio de Amaxac de Guerrero en 1521, junto con Belén Atzitzimititlán y San Matías Tepetomatitlán, que después se anexaron a San Pablo Apetatitlán.
- 30 años han pasado desde que don Gregorio y su familia elaboraban bastones y los vendían fuera de la entidad
Gregorio Juárez Corona, artesano
Ahora, la juventud ya no se preocupa de las artesanías, ya no hay paciencia ni curiosidad de hacer este tipo de cosas y ya tienen otros trabajos, ya se preparan y estudian”
Gregorio Juárez Corona, artesano
Pero todo lleva su tiempo. Ya estando seco el bastón se lleva aproximadamente un mes, pero cuando ya tienen la forma y la rama ya se secó, se debe tener cuidado porque si se moja pueden abrirse”