A sus 87 años, doña Francisca es una de las contadas alfareras que en Santiago Xochimilco, municipio de Ixtacuixtla, sigue moldeando ollas, molcajetes y recuerdos de barro para fiestas. Quien orgullosa manifestó “moldeando ollas nací y quemándolas moriré”.
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A su edad ya se le dificulta caminar y necesita de un bastón para hacer sus actividades; los dedos de sus manos están deformados a causa de la artritis que enfrenta por el uso de plomo, aún así, no baja la guardia al darle figura casi perfecta a las ollas de barro.
Comenta que a los 17 años se casó y casi luego, su esposo Soledad, le enseñó el arte de la alfarería; tenían un horno a la mitad del patio que sus suegros construyeron, pero como ya estaba por caerse, hicieron otro al fondo del predio, justo frente a un árbol de colorín que ahora tiene 90 años y está plagado.
Rememora que fueron miles de ollas de barro las que moldeó, mientras que su esposo las cocía en el horno de leña. Por décadas usamos plomo para darle esmalte a los recipientes y ya duelen las manos, expresó.
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Narró que las artesanías eran comerciadas en el mercado de San Martín Texmelucan, Puebla, situado en las calles principales, después, el 13 de mayo de 1994, se mudaron al tianguis en San Lucas Atoyatenco. “Pudimos hacernos de una camioneta para transportar la mercancía, pues en Tenexyecac eran buenos para las cazuelas, pero en Xochimilco nadie nos ganaba en las ollas”.
Refiere que hace 60 años, una olla de barro tenía un precio de 50 centavos. Vendíamos muy bien, el dinero alcanzaba para vestir a nuestros cinco hijos, para comer y para volver a invertir en el taller, el trabajo era de lunes a viernes y los fines de semana salíamos a vender a las fiestas patronales de Tlaxcala y Puebla.
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Subrayó que sus artesanías eran muy famosas en ese tiempo, porque los anfitriones regalaban mole a sus invitados en ollas. Explica que ya cumplieron 70 años en esta unión. De éstos, 67 años han sido de trabajo con el barro y el plomo. “Todo por servir se acaba, a Dios gracias que todavía veo y escucho bien, pero ya me cuesta caminar, ya no es como antes que preparábamos el barro en minutos”, reflexiona.
También, resalta que en la década de los noventa les tocó capacitar a hombres y mujeres en el vidriado de las ollas, esta acción fue reconocida por autoridades de la Casa de las Artesanías del gobierno estatal.
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Y agregó que su esposo poco sale, pues acaba de cumplir 91 años de edad y está enfermo porque también tiene plomo en la sangre. Ella camina hasta el centro de comunidad para comprar alimentos, el regreso es a paso lento en ascenso. "Así es todos los días, vivimos solos hasta que Dios diga hasta aquí".
- ¿Y quién trabaja las ollas?
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- “Yo, quién más, tengo mi taller donde se prepara el barro y los moldes para crear las artesanías, se dejan secar y luego al horno. El barro de aquí ya se acabó, me lo trae la familia Islas, de Jilotepec, Puebla”.
Admitió que estos trabajos los hace uno de sus trabajadores, pues “se acaban las fuerzas, los huesos duelen, todo por servir se acaba este colorín plagado y yo llevamos la misma edad”.
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- Señora ¿sus hijos la visitan?
- “Volaron a otros nidos hace años, tres se casaron y viven en otros pueblos y dos están en Estados Unidos, uno es residente, viene a visitarme cada 10 de mayo”; sin embargo, está consciente que pronto abandonará este oficio al que dedicó con disciplina y pasión toda la vida. “Y el día que escuches que he partido a la cita con Dios, ya no habrá ollas de barro ¿quién será el nuevo alfarero?”.
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SE CONSUME LA ALFARERÍA A FUEGO LENTO EN XOCHIMILCO
De Santiago Xochimilco, un pueblo dedicado a la alfarería durante décadas, ya solo quedan cinco familias dedicadas a este oficio.
Los jóvenes abandonaron la actividad de origen prehispánico y emigraron a Estados Unidos, otros optaron por emplearse en fábricas y algunos son profesionistas.
En este lugar, la alfarería se consume a fuego lento, las únicas evidencias visibles son los antiguos hornos.
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HAY ENFERMOS POR PLOMO EN SANGRE
Para la Secretaría de Salud, la exposición al plomo que se usaba para pulir los recipientes de barro, puede producir debilidad y deformación en los dedos de las manos y de los pies.
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Al exponerse al metal por muchos años, puede producir anemia, dañar al cerebro y los riñones hasta causar la muerte.
Además, explica que el esmalte de algunos recipientes de barro contienen silicio y óxido de plomo, una mezcla química tóxica para las personas. Cuando el esmalte entra en contacto con el calor el plomo se desprende y contamina los alimentos. Actualmente, los alfareros utilizan un vidriado natural para darle brillo a los utensilios de la cocina.